Uno de los momentos más emotivos de los actos que promovió ayer el Ayuntamiento de Montilla con motivo de la apertura de la Exposición Permanente de El Gran Capitán fue el homenaje militar que llevó a cabo la Brigada “Guzmán el Bueno” X, con sede en Cerro Muriano, para conmemorar el 522.º aniversario de la Batalla de Ceriñola, un hito clave en la historia militar europea y en la trayectoria vital de Gonzalo Fernández de Córdoba.
En un escenario cargado de historia y simbolismo –el recinto exterior de la antigua fortaleza de Montilla, donde El Gran Capitán nació el 1 de septiembre de 1453–, la parada militar combinó solemnidad, memoria y orgullo al celebrar el toque de oración, un gesto instaurado por el militar montillano tras la decisiva victoria en Ceriñola el 28 de abril de 1503.
En aquel enfrentamiento, que se libró en la villa fortificada de Cerignola —en la actual provincia italiana de Foggia—, las tropas españolas infligieron una contundente derrota al ejército francés. Gracias a una cuidadosa preparación del terreno, que incluyó la construcción de un foso y un talud defensivo, la brillante estrategia que planteó Gonzalo Fernández de Córdoba –que combinó el uso de artillería, arcabuceros y unidades móviles– logró neutralizar a un enemigo numéricamente superior y tradicionalmente dominante en el campo de batalla: la caballería pesada.
La batalla supuso una revolución táctica. El Gran Capitán, sabedor del ímpetu francés en las cargas de caballería, fingió una retirada para atraerlos hacia una trampa mortal. Los jinetes enemigos fueron recibidos con fuego cerrado de arcabuceros desde posiciones ocultas, lo que causó un gran número de bajas entre las que se contó la del propio comandante francés, el duque de Nemours.
Más adelante, cuando la artillería española fue inutilizada por la explosión accidental de su pólvora, el general montillano arengó a sus tropas con una frase que ha quedado para la historia: "¡Ánimo! ¡Estas son las luminarias de la victoria! ¡En campo fortificado no necesitamos cañones!".
Lo que siguió fue una sucesión de maniobras que terminaron por desmoronar al ejército francés. La infantería española, apoyada por piqueros alemanes y artillería ligera, diezmó al enemigo y lo rodeó. Solo los suizos consiguieron retirarse en formación. El resto acabó rindiéndose tras una jornada en la que, según las crónicas, los arcabuceros españoles efectuaron más de cuatro mil disparos, la mayoría certeros.
Más allá de la victoria militar, Ceriñola supuso el nacimiento de un nuevo modelo de ejército, basado en pequeñas unidades coordinadas llamadas "coronelías", precursoras de los célebres tercios españoles que dominarían Europa durante décadas. Desde esa fecha, España inauguraba su hegemonía en los campos de batalla europeos, un poderío que se extendería hasta mediados del siglo XVII.
En efecto, la Batalla de Ceriñola marcó un antes y un después en la forma de hacer la guerra en Europa. Fue, en palabras del historiador militar Bernard Law Montgomery, la contienda en la que El Gran Capitán "alzó al soldado de infantería con arma de fuego al nivel del combatiente más importante del campo de batalla", un estatus que la infantería mantendría durante más de cuatro siglos, hasta bien entrada la Primera Guerra Mundial.
Pero en la jornada conmemorativa de ayer en Montilla, no faltó la mención a la dimensión humanitaria de El Gran Capitán, que, conmovido por la gran pérdida de vidas, ordenó entonces tres prolongados toques de oración para rezar por los soldados caídos, además de entregar el cuerpo del duque de Nemours a las autoridades francesas con todos los honores.
"Fue otro gesto innovador de Gonzalo Fernández de Córdoba tras una batalla que marcó el inicio de la hegemonía de España en Europa, que puso bajo dominio español la mitad de Italia durante dos siglos y que frenó el avance turco en una contienda considerada la primera victoria occidental gracias a las armas de fuego", recordó José Rey García, cronista oficial de Montilla y uno de los impulsores del nuevo espacio museográfico dedicado a la figura del insigne militar montillano.
El homenaje de ayer no solo fue un acto de memoria, sino también un recordatorio del papel central que Montilla y sus hijos ilustres han desempeñado en la historia universal. Con la evocación de la Batalla de Ceriñola, la localidad de la Campiña Sur volvió a reivindicar su legado, además de celebrar su identidad y reafirmar su lugar en la historia.
En un escenario cargado de historia y simbolismo –el recinto exterior de la antigua fortaleza de Montilla, donde El Gran Capitán nació el 1 de septiembre de 1453–, la parada militar combinó solemnidad, memoria y orgullo al celebrar el toque de oración, un gesto instaurado por el militar montillano tras la decisiva victoria en Ceriñola el 28 de abril de 1503.
En aquel enfrentamiento, que se libró en la villa fortificada de Cerignola —en la actual provincia italiana de Foggia—, las tropas españolas infligieron una contundente derrota al ejército francés. Gracias a una cuidadosa preparación del terreno, que incluyó la construcción de un foso y un talud defensivo, la brillante estrategia que planteó Gonzalo Fernández de Córdoba –que combinó el uso de artillería, arcabuceros y unidades móviles– logró neutralizar a un enemigo numéricamente superior y tradicionalmente dominante en el campo de batalla: la caballería pesada.
La batalla supuso una revolución táctica. El Gran Capitán, sabedor del ímpetu francés en las cargas de caballería, fingió una retirada para atraerlos hacia una trampa mortal. Los jinetes enemigos fueron recibidos con fuego cerrado de arcabuceros desde posiciones ocultas, lo que causó un gran número de bajas entre las que se contó la del propio comandante francés, el duque de Nemours.
Más adelante, cuando la artillería española fue inutilizada por la explosión accidental de su pólvora, el general montillano arengó a sus tropas con una frase que ha quedado para la historia: "¡Ánimo! ¡Estas son las luminarias de la victoria! ¡En campo fortificado no necesitamos cañones!".
Lo que siguió fue una sucesión de maniobras que terminaron por desmoronar al ejército francés. La infantería española, apoyada por piqueros alemanes y artillería ligera, diezmó al enemigo y lo rodeó. Solo los suizos consiguieron retirarse en formación. El resto acabó rindiéndose tras una jornada en la que, según las crónicas, los arcabuceros españoles efectuaron más de cuatro mil disparos, la mayoría certeros.
Más allá de la victoria militar, Ceriñola supuso el nacimiento de un nuevo modelo de ejército, basado en pequeñas unidades coordinadas llamadas "coronelías", precursoras de los célebres tercios españoles que dominarían Europa durante décadas. Desde esa fecha, España inauguraba su hegemonía en los campos de batalla europeos, un poderío que se extendería hasta mediados del siglo XVII.
En efecto, la Batalla de Ceriñola marcó un antes y un después en la forma de hacer la guerra en Europa. Fue, en palabras del historiador militar Bernard Law Montgomery, la contienda en la que El Gran Capitán "alzó al soldado de infantería con arma de fuego al nivel del combatiente más importante del campo de batalla", un estatus que la infantería mantendría durante más de cuatro siglos, hasta bien entrada la Primera Guerra Mundial.
Pero en la jornada conmemorativa de ayer en Montilla, no faltó la mención a la dimensión humanitaria de El Gran Capitán, que, conmovido por la gran pérdida de vidas, ordenó entonces tres prolongados toques de oración para rezar por los soldados caídos, además de entregar el cuerpo del duque de Nemours a las autoridades francesas con todos los honores.
"Fue otro gesto innovador de Gonzalo Fernández de Córdoba tras una batalla que marcó el inicio de la hegemonía de España en Europa, que puso bajo dominio español la mitad de Italia durante dos siglos y que frenó el avance turco en una contienda considerada la primera victoria occidental gracias a las armas de fuego", recordó José Rey García, cronista oficial de Montilla y uno de los impulsores del nuevo espacio museográfico dedicado a la figura del insigne militar montillano.
El homenaje de ayer no solo fue un acto de memoria, sino también un recordatorio del papel central que Montilla y sus hijos ilustres han desempeñado en la historia universal. Con la evocación de la Batalla de Ceriñola, la localidad de la Campiña Sur volvió a reivindicar su legado, además de celebrar su identidad y reafirmar su lugar en la historia.
JUAN PABLO BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍA: AYUNTAMIENTO DE MONTILLA
FOTOGRAFÍA: AYUNTAMIENTO DE MONTILLA
