Mañana celebramos el Día Internacional de la Mujer y es por ello que queremos recordar a una mujer memorable y ¡muy viajera! Luisa Ward de Alvear (1786-1859), nacida en Ostende (Países Bajos) pero de familia inglesa. Su primer gran viaje, desde Londres a Montilla, lo realizaría con 21 años acompañada de su madre por su matrimonio con Diego de Alvear y Ponce de León, a quien había conocido durante la estancia de éste en Londres.
Diego había sido llevado forzosamente a Inglaterra en octubre de 1804 tras el combate que produjo el hundimiento de la fragata “La Mercedes”. Pero no sería la única vez que Luisa realizaría este largo y “aventurero” viaje. Volvería a Londres en tres ocasiones a lo largo de su vida.
En 1814 viajaría a Londres acompañada de Diego, su marido, junto a sus hijos, para visitar a su padre, que había enviudado en 1811. El matrimonio permanecería fuera de España hasta 1817, residiendo principalmente en Londres, pero también en París, donde se detuvieron de regreso a España. Su hija Sabina nacería durante esta estancia en Londres.
Entre 1834 y 1837, Luisa Ward, ya viuda, viajaría de nuevo desde Montilla a Londres, acompañada de cuatro de sus hijos: Catalina, Enrique, Sabina y Candelaria Alvear y Ward. Y, finalmente, en 1851, con 65 años, Luisa Ward volverá a viajar a París y Londres, esta vez acompañada exclusivamente por sus hijas Candelaria y Sabina.
El viaje de 1834 que os vamos a relatar es especialmente sorprendente por los riesgos y dificultades que conllevaba, ya que Luisa y sus hijos debían atravesar una España asolada por una pandemia de cólera-morbo e inmersa en la Primera Guerra Carlista, con zonas de conflicto repartidas por todo el país.
Los tres pasaportes expedidos en los años treinta del siglo XIX para Luisa Ward y las cartas que conserva la familia Alvear nos ayudan a “reconstruir” este viaje. Y es que los pasaportes eran un salvoconducto imprescindible para viajar en esas circunstancias ya que, entre otros aspectos, registraban el cumplimiento de las preceptivas cuarentenas.
La primera amenaza, el cólera-morbo, había llegado a la península en 1833 como consecuencia de la guerra civil que había en Portugal (guerra de los Dos Hermanos, entre Don Pedro y Don Miguel de Braganza), al permitir los “Pedristas” que soldados polacos infectados en guerras previas en Europa se incorporasen a su bando.
Desde Portugal, la pandemia llega a España por Vigo, debido a la relación de su puerto con embarcaciones portuguesas; por Andalucía, en los pueblos limítrofes con el Algarve y por Extremadura. El Gobierno español actuó de forma rápida y empezó a establecer cordones sanitarios en las regiones afectadas, aislándolas del resto de la península.
Conforme avanzó el invierno de 1833, las medidas de incomunicación parecían haber surtido efecto y la virulencia de la pandemia fue decreciendo, dando lugar a una paulatina suavización de dichas medidas. Si bien la pandemia del cólera iba remitiendo, una nueva amenaza surgía en el invierno de 1833.
Tras el fallecimiento de Fernando VII, su hermano, el infante Carlos, junto a otros realistas que consideraban que el legítimo heredero era éste y no Isabel, primogénita del Rey, se sublevaron dando lugar a una guerra civil: la Primera Guerra Carlista. El pretendiente Carlos encontró numerosos apoyos en distintas partes del país y diseñaron una estrategia de guerrillas, sembrando la inseguridad en todo el norte y este de la península.
Por añadidura, al final de la primavera del 1834, con la vuelta del calor, la epidemia del cólera-morbo se reactiva. Y, esta vez, el conflicto carlista, que continúa, va a jugar un papel protagonista en la propagación de la epidemia al centro y norte de la península.
La movilización por el Gobierno de 10.000 hombres – muchos de ellos infectados de cólera– desde las fronteras con Portugal hacia las provincias vascongadas y a Navarra hizo que la enfermedad se fuera extendiendo al paso de los soldados.
El movimiento hacia Madrid lo hicieron en dos frentes: por las carreteras de Andalucía y Extremadura. Los pueblos en la ruta de ambas carreteras fueron sucumbiendo a la epidemia. En este contexto, Luisa Ward de Alvear decide emprender un viaje a Londres con su familia. Toda una aventura desde Montilla hasta la capital británica –en tiempos de guerra y cólera– que os contaremos en la próxima entrega.
Diego había sido llevado forzosamente a Inglaterra en octubre de 1804 tras el combate que produjo el hundimiento de la fragata “La Mercedes”. Pero no sería la única vez que Luisa realizaría este largo y “aventurero” viaje. Volvería a Londres en tres ocasiones a lo largo de su vida.
En 1814 viajaría a Londres acompañada de Diego, su marido, junto a sus hijos, para visitar a su padre, que había enviudado en 1811. El matrimonio permanecería fuera de España hasta 1817, residiendo principalmente en Londres, pero también en París, donde se detuvieron de regreso a España. Su hija Sabina nacería durante esta estancia en Londres.
Entre 1834 y 1837, Luisa Ward, ya viuda, viajaría de nuevo desde Montilla a Londres, acompañada de cuatro de sus hijos: Catalina, Enrique, Sabina y Candelaria Alvear y Ward. Y, finalmente, en 1851, con 65 años, Luisa Ward volverá a viajar a París y Londres, esta vez acompañada exclusivamente por sus hijas Candelaria y Sabina.

El viaje de 1834 que os vamos a relatar es especialmente sorprendente por los riesgos y dificultades que conllevaba, ya que Luisa y sus hijos debían atravesar una España asolada por una pandemia de cólera-morbo e inmersa en la Primera Guerra Carlista, con zonas de conflicto repartidas por todo el país.
Los tres pasaportes expedidos en los años treinta del siglo XIX para Luisa Ward y las cartas que conserva la familia Alvear nos ayudan a “reconstruir” este viaje. Y es que los pasaportes eran un salvoconducto imprescindible para viajar en esas circunstancias ya que, entre otros aspectos, registraban el cumplimiento de las preceptivas cuarentenas.
La primera amenaza, el cólera-morbo, había llegado a la península en 1833 como consecuencia de la guerra civil que había en Portugal (guerra de los Dos Hermanos, entre Don Pedro y Don Miguel de Braganza), al permitir los “Pedristas” que soldados polacos infectados en guerras previas en Europa se incorporasen a su bando.

Desde Portugal, la pandemia llega a España por Vigo, debido a la relación de su puerto con embarcaciones portuguesas; por Andalucía, en los pueblos limítrofes con el Algarve y por Extremadura. El Gobierno español actuó de forma rápida y empezó a establecer cordones sanitarios en las regiones afectadas, aislándolas del resto de la península.
Conforme avanzó el invierno de 1833, las medidas de incomunicación parecían haber surtido efecto y la virulencia de la pandemia fue decreciendo, dando lugar a una paulatina suavización de dichas medidas. Si bien la pandemia del cólera iba remitiendo, una nueva amenaza surgía en el invierno de 1833.
Tras el fallecimiento de Fernando VII, su hermano, el infante Carlos, junto a otros realistas que consideraban que el legítimo heredero era éste y no Isabel, primogénita del Rey, se sublevaron dando lugar a una guerra civil: la Primera Guerra Carlista. El pretendiente Carlos encontró numerosos apoyos en distintas partes del país y diseñaron una estrategia de guerrillas, sembrando la inseguridad en todo el norte y este de la península.

Por añadidura, al final de la primavera del 1834, con la vuelta del calor, la epidemia del cólera-morbo se reactiva. Y, esta vez, el conflicto carlista, que continúa, va a jugar un papel protagonista en la propagación de la epidemia al centro y norte de la península.
La movilización por el Gobierno de 10.000 hombres – muchos de ellos infectados de cólera– desde las fronteras con Portugal hacia las provincias vascongadas y a Navarra hizo que la enfermedad se fuera extendiendo al paso de los soldados.
El movimiento hacia Madrid lo hicieron en dos frentes: por las carreteras de Andalucía y Extremadura. Los pueblos en la ruta de ambas carreteras fueron sucumbiendo a la epidemia. En este contexto, Luisa Ward de Alvear decide emprender un viaje a Londres con su familia. Toda una aventura desde Montilla hasta la capital británica –en tiempos de guerra y cólera– que os contaremos en la próxima entrega.
CARMEN GIMÉNEZ ALVEAR
FOTOGRAFÍA: FUNDACIÓN ALVEAR
FOTOGRAFÍA: FUNDACIÓN ALVEAR

