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José María Sánchez-Molero: el hombre que llevó el agua a Montilla

El abastecimiento de agua potable es esencial para el desarrollo sostenible de cualquier ciudad y, sobre todo, para garantizar la salubridad pública. No en vano, un servicio de abastecimiento de agua potable adecuado y eficiente asegura que la población tenga acceso a agua segura para beber, para cocinar y para mantener una higiene adecuada. Y en Montilla, una de las primeras localidades andaluzas en contar con este servicio de manera estable, este hito es posible gracias a José María Sánchez-Molero, del que hoy se conmemora el 150.º aniversario de su fallecimiento.


Desde tiempos inmemoriales, Montilla cuenta con un término municipal rico en captaciones de agua. En el municipio existen gran cantidad de fuentes y pozos que, de una forma u otra, suplieron la necesidad de un sistema de abastecimiento que abarcase toda la población. De hecho, se tiene constancia de que los residentes en la localidad se abastecían de distintas fuentes como las de Santa María o Pozo Dulce, entre otras.

No obstante, en el siglo XIX, el agua no era suficiente para abastecer a toda la población y es cuando la distribución de agua toma un nuevo impulso debido, por un lado, a las mayores demandas de agua y, por otro, al surgimiento de inventos aparejados a la Revolución Industrial, como la máquina de vapor o la red eléctrica, que permitieron superar sistemas de elevación de agua más rudimentarios, como la noria o el tornillo de Arquímedes que, aunque cumplieron con su finalidad durante siglos, realmente no tenían capacidad para mover grandes volúmenes ni para superar pendientes elevadas, salvo casos excepcionales.

AGUAS DE MONTILLA

En el siglo XIX, Montilla contaba con 13.224 habitantes, por lo que se la consideraba una ciudad de tamaño medio. En el casco urbano se contabilizaban  1.840 viviendas distribuidas en 84 calles, "anchas, limpias y muy bien empedradas", como describen varios tratados de la ápoca. En el entramado urbano destacaban las calles Corredera, Sotollón –actual calle San Francisco Solano–, Ancha, Enfermería, San Fernando, Santa Brígida y Puerta de Aguilar, sin olvidar las plazas de la Constitución, del Palacio y de Las Sileras, además del Llano de San Agustín.

En la segunda mitad del siglo XIX, José María Sánchez-Molero, ingeniero militar, arqueólogo e historiador que había nacido en Madrid el 18 de noviembre de 1836, recalaba en Montilla para reconocer los campos en los que debió tener lugar la Batalla de Munda, que enfrentó el 17 de marzo del año 45 antes de Cristo a los hijos de Cneo Pompeyo y a Julio César. Y es que el coronel francés Eugéne-Georges Stoffel y el historiador alemán Adolf Schulten habían ubicado en el corazón mismo de la Campiña cordobesa el trascendental conflicto que cambiaría para siempre la Historia del mundo.

Tras ser ascendido a capitán de Estado Mayor, José María Sánchez-Molero formaría parte, en 1863, de la comisión facultada para realizar el Itinerario Descriptivo Militar de España y el alzado del Mapa Itinerario Militar, tal y como detalla el historiador montillano Antonio Luis Jiménez Barranco.

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Además de participar en la elaboración de varias rutas entre las provincias de Guadalajara, Soria, Zaragoza y La Rioja –trabajos que serían publicados en 1866–, Sánchez Molero formó parte de la comisión para el reconocimiento de la línea del ferrocarril del norte de España, que se estaba construyendo.

"Estos importantes trabajos le facultaron para ingresar en la Comisión Topográfica de Andalucía, constituida por Orden Gubernamental en 1864 para atender las peticiones de Napoleón III, que en esa época redactaba su 'Historia de Julio César' y precisaba de los datos e informaciones relativos a la campaña de Munda", recuerda Antonio Luis Jiménez en Perfiles montillanos.

Y esta fue la razón por la que el brillante militar madrileño llegaría a Montilla, donde aprovechó su estancia para realizar una serie de diseños de canalizaciones para subir el agua al casco urbano desde el manantial de El Cuadrado hasta los depósitos situados en la Casa de las Aguas.


De este modo, su extraordinario conocimiento de la topografía y del entorno de Montilla le animaron a proponer a la Corporación municipal un proyecto de traída de agua a la ciudad desde el manantial de El Cuadrado. Y, aunque no era la primera propuesta que se ponía sobre la mesa de la Casa Consistorial –dado que un par de años antes se había intentado algo parecido–, sí fue el que se terminaría aprobando por su viabilidad técnica y económica.

Finalmente, el Ayuntamiento de Montilla adjudica la concesión y explotación del Servicio Público de Abastecimiento de Agua a José María Sánchez-Molero. El proyecto, aprobado por el Gobierno y la Diputación Provincial de Córdoba, finaliza su ejecución en 1871 y, el 16 de julio de ese año, último día de las fiestas patronales de san Francisco Solano, se inauguran y se bendicen las instalaciones de la empresa.

Tras complejas obras de conducción desde el manantial, el agua llegaba por gravedad a la llamada Máquina del Agua, desde donde se impulsaba mediante una tubería de hierro hasta el depósito central que, constaba de dos depósitos de unos 242.000 litros cada uno, y que estaban situados en un edificio de la calle San Fernando, cuya estructura se sigue apreciando a día de hoy.

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Junto a los depósitos, Sánchez-Molero reconstruyó la Casa de las Aguas, un palacete decimonónico situado en pleno centro histórico de Montilla, donde establece su residencia junto a su esposa, además de las oficinas centrales del servicio.

El edificio, que fue adquirido por el Ayuntamiento de Montilla el 5 de mayo del año 2000 para albergar el único museo dedicado al pintor montillano José Garnelo y Alda, así como la sede de la Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque, pasó en 1940 a manos de la condesa de Aguiar, hermana del séptimo Conde de la Cortina, Francisco de Alvear, otro de sus ilustres inquilinos.

Un complejo entramado de tuberías


El agua era conducida en Montilla a través de un complejo entramado de tuberías de menor sección, que recorrían diferentes calles de la localidad para el abastecimiento de las casas y una serie de fuentes públicas en los puntos más convenientes, según las condiciones marcadas por el Reglamento de 1872 para el Servicio y Distribución de las Aguas de la Fuente de El Cuadrado, en el que se establecen los términos de las concesiones de agua a particulares, corporaciones o establecimientos del Estado.

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Tanto en el contrato como en el reglamento se recogen algunos datos curiosos. Así, se fija que el abastecimiento de agua a Montilla se hará bajo las bases de 15 litros por habitante y día. Además, se establecen, de acuerdo con el Ayuntamiento, fuentes públicas en los puntos que sean más convenientes.

Sin embargo, la insuficiencia del manantial de El Cuadrado hizo que se recurriera a las aguas del Río de La Hoz, en Rute, y más tarde, a las del pantano de Iznájar. En los años setenta del pasado siglo, Montilla vio expandirse por su territorio una red de tuberías y cañerías que llevaban el agua desde el embalse de Iznájar hasta los domicilios, lo que eliminó el trabajo diario del acarreo interminable de agua potable en cántaros desde las distintas fuentes públicas.

La gestión actual del agua, a cargo de la empresa mixta Aguas de Montilla, que asumió el ciclo integral en el año 2005, ha hecho olvidar por completo este penoso trabajo, convirtiéndola en algo muy cercano al ciudadano. Y es que desde sus inicios, la empresa conformada por el Ayuntamiento de Montilla e Hidralia ha apostado por una mejora constante de las redes y el desarrollo sostenible del servicio, adaptando las infraestructuras a las necesidades de la población y los nuevos retos de las ciudades.


Hijo Adoptivo de Montilla


El "entusiasmo y júbilo" que provocó en el vecindario la inauguración del servicio de abastecimiento de aguas el 16 de julio de 1871, llevaron a las autoridades municipales a declarar hijos adoptivos de Montilla tanto a José María Sánchez-Molero como a su esposa, María de los Dolores Moreno, "como muestra de gratitud y reconocimiento".

Mientras tanto, tal y como recuerda Antonio Luis Jiménez, "su trayectoria militar continuaba imparable" y, de hecho, fue nombrado oficial de la Sección de Guerra y Marina del Consejo de Estado, llegando a ascender a teniente coronel y coronel del Ejército.

Sin embargo, estando destinado en la Capitanía General de Castilla la Nueva, en Madrid, cae enfermo en 1874 y, paulatinamente, empeora su salud hasta encontrar la muerte el 21 de septiembre de ese año, a la edad de 38 años. "Su viuda mandó realizar un busto en mármol blanco y un retrato en óleo sobre lienzo que se conserva en la Casa del Inca y que sus descendientes donaron al Ayuntamiento a fin de perpetuar su memoria y su vínculo con Montilla", detalla el autor de Perfiles montillanos, quien recuerda que, entrado ya el siglo XX, la Corporación municipal acordó rotular con su nombre la antigua calle Doñas Marías, por la que se tenía acceso a los depósitos y a la empresa del Servicio de Abastecimiento de Aguas.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍAS: J.A. AGUILAR / AYTO. MONTILLA

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