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Francisco Jiménez-Alfaro: un montillano en los Juegos Olímpicos

Nació el 18 de diciembre de 1893 en Las Palmas de Gran Canaria pero siempre se sintió montillano. Por eso, Francisco Jiménez-Alfaro y Alaminos sigue siendo, de momento, el único vecino de esta ciudad que ha participado en el acontecimiento deportivo por antonomasia, los Juegos Olímpicos, que arrancan a las 18.30 de esta misma tarde con una ceremonia inaugural a las orillas del río Sena en París, tras el emotivo recorrido de la antorcha olímpica que, hace unas semanas, también contó con otra protagonista montillana: María Portero Espejo.


El paso de Francisco Jiménez-Alfaro y Alaminos por los Juegos Olímpicos ocurrió hace ahora 96 años en Ámsterdam. La capital holandesa acogía la octava edición de esta gran cita mundial con el deporte y el joven jinete montillano, que por aquel entonces ya era capitán de Caballería a sus 35 años de edad, formó parte de la Selección Española de Hípica, a lomos de su caballo Quart d´heure.

Pero este hábil deportista que pasó sus últimos años de vida en la finca de La Retamosa, a las afueras del casco urbano de Montilla, no tuvo demasiada fortuna en su primera actuación y, probablemente fruto de los nervios, tomó la salida del concurso completo individual por una bandera incorrecta, lo que provocó que los jueces declarasen nula su prueba.

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Sin embargo, en la competición por equipos –que se desarrolló entre el 8 y el 11 de agosto tanto en el bosque de Maartensdijk como en el Estadio Olímpico de Ámsterdam– se colgó la medalla de oro junto a sus compañeros del equipo español, lo que confiere aún más valor a su hazaña, ya que, además de ser el primer deportista olímpico nacido en Canarias y en el único montillano de adopción en participar en unos Juegos, acabó logrando la presea más preciada.

Tras su paso por las Olimpiadas de 1928, Francisco Jiménez-Alfaro y Alaminos llegaría a ser coronel de Caballería y, tres décadas más tarde, se convertiría en noveno marqués de Alhendin de la Vega de Granada, título que heredó de un pariente en 1962.

El único olímpico montillano fue el primogénito del gaditano Francisco Jiménez-Alfaro y Topete –un teniente de la Guardia Civil que fue asesinado el 18 de septiembre de 1902 por un subordinado– y de la lucentina Manuela Alaminos y Recio-Chacón. El matrimonio residía en Sanlúcar de Barrameda debido al destino laboral del esposo, comandante de la guarnición del Regimiento Extremadura en la localidad gaditana.

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Llegado el momento del parto, la madre de Curro Jiménez-Alfaro quiso dar a luz cerca de sus progenitores, que se encontraban en Las Palmas de Gran Canaria, dado que su padre, Francisco de Alaminos y Chacón, era gobernador general de las islas Canarias, motivo por el que tomó un barco hasta el archipiélago.

"Desconocemos si el alumbramiento tuvo lugar en el barco o ya en tierra, aunque sí consta la circunstancia de que Manuela Alaminos salió del paquebote en camilla y su primogénito fue bautizado e inscrito en el Registro Civil de Las Palmas", recuerda la Fundación Andaluza Olímpica en un extenso reportaje dedicado al jinete montillano.

Con posterioridad, madre e hijo regresaron a Sanlúcar de Barrameda, donde transcurriría la infancia del pequeño Curro, que vivió y creció en la Casa Cuartel de la Guardia Civil, al principio solo y, luego, con la compañía de sus tres hermanos: José, Manuel y Antonio.


Al igual que Francisco Jiménez-Alfaro y Alaminos, que llegó a ser jefe del Regimiento de Caballería Cazadores de Villaviciosa número 14 Independiente de Sables, sus otros tres hermanos hicieron carrera militar, alcanzando la graduación de generales.

De este modo, José Jiménez-Alfaro y Alaminos llegó a ser general de división y, tras ejercer como subinspector del Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción, pudo dirigir la Escuela Politécnica del Ejército. Su hermano Manuel, que falleció en Madrid en 1992, alcanzó también el rango de general de división y alcanzó a ser director general de Industria y Material del Ministerio del Ejército.

Consejero del Instituto Nacional de Industria (INI) y fundador de FASA Renault España, Manuel Jiménez-Alfaro y Alaminos recibió la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y la Medalla de Plata al Mérito en el Trabajo. Por su parte, su hermano Antonio fue general de brigada de Artillería, además de gobernador militar de Murcia y jefe de la 2.ª Brigada de Artillería.

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Toda una estirpe castrense para Curro Jiménez-Alfaro que, el pasado año, escribiría un nuevo capítulo dorado de la mano de su hija, María del Carmen Jiménez-Alfaro y Salas, que recibió el título de "soldado honorífico" del Regimiento Acorazado “Córdoba” 10, durante el transcurso de una parada militar celebrada en la Base de Cerro Muriano.

El primer olímpico montillano inició su meteórica carrera militar el 31 de agosto de 1908 cuando, con apenas 14 años de edad, consiguió plaza en la Academia de Caballería. Tres años más tarde, obtuvo su despacho de segundo teniente y fue destinado al Regimiento de Tetuán. En 1933, contrajo matrimonio con Magdalena Salas y García de Zúñiga, con la que tuvo dos hijos: José Carlos y María del Carmen, actual condesa de Prado Castellano e Hija Adoptiva de Montilla desde el 13 de diciembre de 2017.

Tras la guerra, en 1940, Francisco Jiménez-Alfaro y Alaminos fue ascendido a teniente coronel y nombrado jefe del Depósito de Sementales de Córdoba. Cinco años más tarde tomó el mando del Regimiento de Cazadores de Villaviciosa número 14, lo que le llevó a residir provisionalmente en Melilla –de junio de 1945 a febrero de 1948–.

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Tras este destino volvió a Montilla y recibió la jefatura del Depósito de Recría y Doma de Écija, que ostentó hasta su retiro en 1955 con el grado de coronel de Caballería. Al margen de la vida castrense, y tras su paso por los Juegos Olímpicos, Curro Jiménez-Alfaro continuó siendo un gran apasionado de los caballos, manteniendo un extraordinario nivel en las disciplinas de Completo y Doma.

Muy vinculado a las provincias de Córdoba y Sevilla, donde desempeñó varios cargos relacionados con la equitación y el polo –deporte que practicó con profusión y en el que ostentó el cargo de delegado del Comité Nacional de Polo Militar–, Francisco Jiménez-Alfaro y Alaminos trasladó finalmente su residencia hasta la popular finca de La Retamosa, donde falleció el 6 de mayo de 1973, meses antes de cumplir los 80 años de edad.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍAS: ARCHIVO

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