Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una carta abierta de Francisco Llopis Rubio, responsable de la gestión de ayuda alimentaria de la Parroquia de Santiago Apóstol de Montilla, sobre el uso inadecuado que algunas personas hacen de los recursos solidarios o humanitarios. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.
Hace algún tiempo hice una reflexión sobre la idea de que “si una bolsa es pesada, más pesada es la vida que llevan”, resaltando la necesidad que muchos tienen, aún a pesar de la actitud de algunos comportamientos poco recomendables en algunas personas.
Como responsable de la gestión alimentaria de la Parroquia de Santiago Apóstol de Montilla y, para quien me conozca, saben que me gustan las cosas muy claritas y siempre con una carga de autoevaluación –y, en su caso, de autocrítica, siempre que fuera necesaria– en la parte que nos pudiera corresponder.
Cuando vas por la calle, cuando te paras en una tienda, cuando conversas con personas de buen corazón, sientes a veces la indignación que acumulan al entender que algunas de las personas que reciben ayudas o que hacen uso del comedor social no se lo merecen, entre otras cosas, porque sus vidas de aparente necesidad no tienen nada que ver con sus propias vidas en la realidad.
Intercambiar opiniones es de interés, pero más interesante es cuando quienes saben, conocen, sospechan de prácticas no adecuadas, de un uso inadecuado, de una actividad presuntamente fraudulenta, no sacan a la luz, ni denuncian a quienes sí saben que practican de esta forma.
Quejarnos es el primer paso para iniciar un proceso de depuración que pasa por denunciar, comentar, dar a conocer situaciones que nos ayudarían a depurar situaciones de injustica social y perseguir aquellas actuaciones que rozan o se igualan a la ilegalidad.
Es fácil escuchar cómo algunas personas se quejan indignadas del mal uso que hacen algunos vecinos, por ejemplo, de la ayuda de alimentos que se reparte y muchos de ellos con razón, no porque se lo hayan dicho, sino porque lo han visto con sus propios ojos.
Es fácil escuchar cómo algunos dejan la comida que se les ofrece en un contenedor, no la utilizan en su propio beneficio e incluso la venden y hacen un uso fraudulento de lo que se les ofrece y hacen “tontos” a quienes de buena voluntad colaboran voluntariamente en esta labor de ayuda, utilizando su tiempo, sin cobrar ni un euro y a la hora que sea necesario. Aprovecho esta reflexión para seguir invitando a quienes quieran participar de este voluntariado, utilizando el tiempo que así consideren. No pueden pagar justos por pecadores.
Llegado este punto, es necesario tomar cartas en el asunto y pringarse, dirigiéndose a los responsables o a las autoridades para denunciar estos casos, utilizando los procedimientos adecuados para ello y siguiendo los pasos oportunos para llegar hasta el final de las cosas.
Es necesario delatar a quienes cometen los presuntos fraudes de forma reiterada y, llegado este punto, es necesario hacer una revisión periódica de aquellas familias por parte de las autoridades y delegaciones con competencia para ello, además de reciclar datos y denegar las ayudas cuando se determine que no son merecedores de ellas.
Llegado a este punto es necesario que todos los responsables de esta preciosa labor que beneficia a muchas familias con necesidades nos pongamos de acuerdo para ver quiénes son los que van a cada centro a recoger comida, quiénes están en todos los lugares, subiendo y bajando bolsas de forma permanente.
Hay que saber quiénes recogen acá, allá y acullá... Qué hacen con todo ese cúmulo de materiales; a quiénes se los derivan y en qué condiciones... Hay que averiguar quiénes son presuntos cómplices de su recepción y beneficio, porque “para tontos, hasta los más listos lo son”.
Son muchos en Montilla los que necesitan llegar a final de mes con un complemento, cubrir sus necesidades básicas, alimentarse dignamente o quienes realmente no levantan cabeza ni queriendo. Son muchos los que merecen ser atendidos y no verse perjudicados por estos otros aquí comentados, que hacen un uso, cuando menos, indebido de lo que reciben, gracias a la voluntad, colaboración y esfuerzo de muchos voluntarios que sí piensan en ellos como los más desfavorecidos, como antes he referido.
Ayuda alimentaria para quienes la necesiten. Y también ayuda laboral, social, psicológica, de dependencia e, incluso, psiquiátrica. Por ellos vamos a seguir dando la cara y por ellos vamos a utilizar de forma desinteresada nuestro tiempo y nuestro esfuerzo, en colaboración con entidades dedicadas a ello, pero con la colaboración de los vecinos de Montilla que bien conocen a los que deambulan por las calles en un pueblo donde casi todo el mundo se conoce y donde se sabe muy bien del pie que cojea cada uno.
No permitamos que, por unos pocos, tengamos que perjudicar a otros muchos que sí lo necesitan y que ya hasta cierta vergüenza pasan para poder recibir una ayuda alimentaria, a través de unas bolsas de alimentos o de un plato de comida en el comedor social.
No permitamos con nuestro silencio hacer que la bola se agrande, que se sientan con derecho a todo sin que nadie les ponga freno. De esta forma, todos podemos ser cómplices. En nuestros centros de reparto no somos “tontos”, pero somos un eslabón de una cadena que pasa por reciclar desde la base, que no depende de nosotros, todo lo necesario para que realmente la ayuda alimentaria sea para quien realmente la necesita.
Desde la Parroquia de Santiago Apóstol se vienen realizando esfuerzos para depurar y reciclar en favor de quienes sí necesitan esta ayuda porque entendemos que la solidaridad va unida a la justicia y en esa dirección vamos a continuar trabajando.
Hace algún tiempo hice una reflexión sobre la idea de que “si una bolsa es pesada, más pesada es la vida que llevan”, resaltando la necesidad que muchos tienen, aún a pesar de la actitud de algunos comportamientos poco recomendables en algunas personas.
Como responsable de la gestión alimentaria de la Parroquia de Santiago Apóstol de Montilla y, para quien me conozca, saben que me gustan las cosas muy claritas y siempre con una carga de autoevaluación –y, en su caso, de autocrítica, siempre que fuera necesaria– en la parte que nos pudiera corresponder.
Cuando vas por la calle, cuando te paras en una tienda, cuando conversas con personas de buen corazón, sientes a veces la indignación que acumulan al entender que algunas de las personas que reciben ayudas o que hacen uso del comedor social no se lo merecen, entre otras cosas, porque sus vidas de aparente necesidad no tienen nada que ver con sus propias vidas en la realidad.
Intercambiar opiniones es de interés, pero más interesante es cuando quienes saben, conocen, sospechan de prácticas no adecuadas, de un uso inadecuado, de una actividad presuntamente fraudulenta, no sacan a la luz, ni denuncian a quienes sí saben que practican de esta forma.
Quejarnos es el primer paso para iniciar un proceso de depuración que pasa por denunciar, comentar, dar a conocer situaciones que nos ayudarían a depurar situaciones de injustica social y perseguir aquellas actuaciones que rozan o se igualan a la ilegalidad.
Es fácil escuchar cómo algunas personas se quejan indignadas del mal uso que hacen algunos vecinos, por ejemplo, de la ayuda de alimentos que se reparte y muchos de ellos con razón, no porque se lo hayan dicho, sino porque lo han visto con sus propios ojos.
Es fácil escuchar cómo algunos dejan la comida que se les ofrece en un contenedor, no la utilizan en su propio beneficio e incluso la venden y hacen un uso fraudulento de lo que se les ofrece y hacen “tontos” a quienes de buena voluntad colaboran voluntariamente en esta labor de ayuda, utilizando su tiempo, sin cobrar ni un euro y a la hora que sea necesario. Aprovecho esta reflexión para seguir invitando a quienes quieran participar de este voluntariado, utilizando el tiempo que así consideren. No pueden pagar justos por pecadores.
Llegado este punto, es necesario tomar cartas en el asunto y pringarse, dirigiéndose a los responsables o a las autoridades para denunciar estos casos, utilizando los procedimientos adecuados para ello y siguiendo los pasos oportunos para llegar hasta el final de las cosas.
Es necesario delatar a quienes cometen los presuntos fraudes de forma reiterada y, llegado este punto, es necesario hacer una revisión periódica de aquellas familias por parte de las autoridades y delegaciones con competencia para ello, además de reciclar datos y denegar las ayudas cuando se determine que no son merecedores de ellas.
Llegado a este punto es necesario que todos los responsables de esta preciosa labor que beneficia a muchas familias con necesidades nos pongamos de acuerdo para ver quiénes son los que van a cada centro a recoger comida, quiénes están en todos los lugares, subiendo y bajando bolsas de forma permanente.
Hay que saber quiénes recogen acá, allá y acullá... Qué hacen con todo ese cúmulo de materiales; a quiénes se los derivan y en qué condiciones... Hay que averiguar quiénes son presuntos cómplices de su recepción y beneficio, porque “para tontos, hasta los más listos lo son”.
Son muchos en Montilla los que necesitan llegar a final de mes con un complemento, cubrir sus necesidades básicas, alimentarse dignamente o quienes realmente no levantan cabeza ni queriendo. Son muchos los que merecen ser atendidos y no verse perjudicados por estos otros aquí comentados, que hacen un uso, cuando menos, indebido de lo que reciben, gracias a la voluntad, colaboración y esfuerzo de muchos voluntarios que sí piensan en ellos como los más desfavorecidos, como antes he referido.
Ayuda alimentaria para quienes la necesiten. Y también ayuda laboral, social, psicológica, de dependencia e, incluso, psiquiátrica. Por ellos vamos a seguir dando la cara y por ellos vamos a utilizar de forma desinteresada nuestro tiempo y nuestro esfuerzo, en colaboración con entidades dedicadas a ello, pero con la colaboración de los vecinos de Montilla que bien conocen a los que deambulan por las calles en un pueblo donde casi todo el mundo se conoce y donde se sabe muy bien del pie que cojea cada uno.
No permitamos que, por unos pocos, tengamos que perjudicar a otros muchos que sí lo necesitan y que ya hasta cierta vergüenza pasan para poder recibir una ayuda alimentaria, a través de unas bolsas de alimentos o de un plato de comida en el comedor social.
No permitamos con nuestro silencio hacer que la bola se agrande, que se sientan con derecho a todo sin que nadie les ponga freno. De esta forma, todos podemos ser cómplices. En nuestros centros de reparto no somos “tontos”, pero somos un eslabón de una cadena que pasa por reciclar desde la base, que no depende de nosotros, todo lo necesario para que realmente la ayuda alimentaria sea para quien realmente la necesita.
Desde la Parroquia de Santiago Apóstol se vienen realizando esfuerzos para depurar y reciclar en favor de quienes sí necesitan esta ayuda porque entendemos que la solidaridad va unida a la justicia y en esa dirección vamos a continuar trabajando.
FRANCISCO LLOPIS RUBIO
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR (ARCHIVO)
FOTOGRAFÍA: JOSÉ ANTONIO AGUILAR (ARCHIVO)
NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de Andalucía Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.