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Aureliano Sáinz | Primavera en Extremadura

Ya estamos en pleno verano. El calor aprieta fuerte en estos días finales de julio. A fin de cuentas, es lo que corresponde, dado que entre la segunda quincena de este mes y la primara de agosto las temperaturas alcanzan su mayor intensidad. Pero este enorme calor no debe hacernos olvidar de que la pasada primavera fue espléndida, especialmente en las tierras extremeñas en la que los campos habían sido regados generosamente por un cielo cuyas nubes venían cargadas de agua y que por suerte la escanciaban sin ninguna medida reguladora.

FOTO: Carmen Martín.

La razón de que cite a Extremadura se debe a que es mi tierra de origen, por lo que sigo con atención todo lo que acontece en ella y, más aún, en Alburquerque, donde tengo tantos y muy buenos amigos, además de colaborar semanalmente con la revista Azagala que hace ya dieciséis años que la creamos su actual director y quien esto firma.

Y una de las secciones de la edición digital, Exposición Fotográfica Virtual, está dedicada a las fotografías que los lectores envían a la redacción para ser publicadas. Así pues, acudo a una selección como homenaje a la belleza que se despliega por los campos extremeños en la primera estación del año y que sirve para hacernos recordar a los que vivimos en las ciudades que la paz y el sosiego que tanto anhelamos lo tenemos a nuestro alcance: basta con salir de los entornos urbanos para sentir que ambas no se encuentran lejos.

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Comienzo, pues, con la fotografía que he seleccionado como portada de este pequeño reportaje. Y es que los amaneceres extremeños son momentos idóneos para captar el contraste cromático que se produce, en este caso, entre la rudeza de las piedras, teñidas en esta ocasión de pequeños toques dorados, y la liviana suavidad de la luz del horizonte que se ve reforzada por nubes, blancas y grisáceas, que parecen caminar lentamente hacia el lugar que las impulse el viento. Imagen cargada de cierta melancolía, la misma que su autora manifestó cuando registró esta toma del lento amanecer.

FOTO: Elisabet García.

Recuerdo que, cuando salió publicada la fotografía que acabamos de ver, comenté que contemplándola me venía a la memoria el poema Oda a la inmortalidad, del poeta del romanticismo inglés William Wordsworth (1770-1850), en el que se encuentran los versos siguientes: “Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en el recuerdo”.

De estos versos, el director de cine, Elia Kazan, extrajo el título de una de sus películas más recordadas: Esplendor en la hierba. Título cargado de nostalgia y esperanza, y en el que intervinieron como protagonistas Natalie Wood y Warren Beatty.

FOTO: Victoria Píriz.

Sorprende esta foto por el rojo tan intenso que adquieren esas dos bandas que se van abriendo sobre en el suelo ocre de una enorme lancha, al tiempo que el amarillo y verde rodean al solitario y desnudo árbol que se antepone a un fondo ya cargado de arboleda.

El rojo, uno de mis colores preferidos cuando aparece al lado del negro, nos evoca la pasión y también el amor, por lo que ofrecido por la naturaleza en los días primaverales no deja de ser un regalo que, generosamente, nos brinda, dado que todos los colores que imaginemos se encuentran en ella: basta con abrir los ojos para encontrarlos.

FOTO: Sergio Pocostales.

En los campos extremeños no podían faltar la imagen de las encinas, ese noble árbol que parece que ha elegido esta tierra como lugar privilegiado para expandirse por las dehesas. Y si las miramos, como lo hizo su autor, en los momentos en los que lentamente llega el atardecer, disfrutamos de una escena privilegiada, puesto que los verdes, ocres y grises de la tierra y de los árboles se mezclan con los dorados del cielo para entregarnos unas estampas que nos remiten a las que plasmaron los primeros impresionistas franceses cuando se atrevieron a pintar del natural.

FOTO: Marisa Pocostales.

En este caso que acabamos de ver, la autora realizó la toma en formato vertical, de modo que el cielo se contemplaba lleno de nubes blancas y grises, como si fueran enormes copos de algodón flotando en el cielo y que se acercaban a la autora. Al pasarla a formato horizontal, adquiere mayor protagonismo un fragmento de chumbera, tan frecuente en los pueblos extremeños. Al fondo, asoma una parte de Alburquerque con sus casas blancas y los tejados con un rojo intenso.

FOTO: Cristina Varas.

Cierro este escueto recorrido por seis de las numerosas fotografías que han sido publicadas en la edición digital de la revista Azagala con esta, bastante insólita, en la que se recoge el Castillo de Luna desde las murallas de poniente y cuando el sol empieza a cerrar su ciclo diario.

En este caso, hay un detalle que la hace distinta: al fondo se nos muestra un pequeño círculo blanco que asoma sobre un horizonte teñido de un suave rojo violáceo. Y es que esta hermosa instantánea fue oportunamente tomada cuando una luna llena empezaba a emerger desafiando a un sol que empezaba a declinar.

He hablado del esplendor de esta primavera en las tierras extremeñas en unos días de intenso calor que contrasta con la placidez de unos meses atrás. Pareciera que no es el momento más oportuno; y, sin embargo, como atinadamente dijo el poeta inglés, “la belleza subsiste en nuestros recuerdos”. Es lo que a mí me acontece ahora cuando echo una mirada hacia atrás apoyándome en estas espléndidas fotografías.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AZAGALA DIGITAL

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