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Los leones del Congreso cumplen años: la fascinante historia de Daoiz y Velarde

Se llaman Daoiz y Velarde y, desde hace exactamente 152 años, son los leones más famosos de España. Y es que tal día como hoy, pero de 1872, esta pareja de félidos pasó a ocupar la escalinata principal del Congreso de los Diputados, sede de la soberanía popular. Desde entonces han asistido, impertérritos, a todo tipo de acontecimientos históricos.


Incluso, en 2012, el conjunto escultórico que representa a la ninfa Atalanta y a su pretendiente Hipómenes, dos personajes de la mitología griega que fueron convertidos en leones y condenados a no poder volver a mirarse, llegó a protagonizar un libro, Los leones del Congreso, en el que el periodista almeriense Federico Utrera desvela algunos de los secretos mejor guardados del edificio más noble de la Carrera de San Jerónimo.

La historia de estas dos estatuas de bronce cuyo peso oscila entre los 2.219 kilos de Atalanta –el león de la derecha– y los 2.668 de Hipómenes –el de la izquierda– ha quedado perfectamente documentada gracias a la Fundación Alvear, una entidad que tiene como objetivo principal la conservación y divulgación del archivo histórico de esta familia que, desde hace ocho generaciones, está al frente de una de las bodegas más antiguas de España, además de la más antigua de Andalucía.

La génesis de la Fundación Alvear hay que buscarla en Diego de Alvear y Escalera, fundador en 1729 de Bodegas Alvear. La saga familiar se asienta en Montilla a principios del siglo XVIII y muchos de sus descendientes –entre ellos, el célebre Diego de Alvear y Ponce de León, el gran héroe de la defensa de la Isla de León y gobernador político-militar de la ciudad de Cádiz en los años en los que se promulgó la Constitución de 1812– tienen una enorme relevancia política, social y empresarial que se refleja en las más de 100.000 cartas y documentos que se conservan. Entre ellos, todos los que atañen al peculiar y complejo proceso de fundición de los leones del Congreso.

SUMINISTROS AGRÍCOLAS LUQUE

El parto de Daoiz y Velarde no fue en absoluto sencillo. De hecho, se necesitaron 22 años para dar a luz esta pareja de felinos que protegen simbólicamente la entrada de las Cortes y que recibieron sus nombres del sevillano Luis Daoiz y Torres y del cántabro Pedro Velarde y Santillán, los héroes del Levantamiento del Dos de Mayo.

"La historia de los leones del Congreso arranca el 31 de octubre de 1850, tras la inauguración del nuevo edificio de las Cortes españolas a cargo de la reina Isabel II", recuerda Carmen Giménez Alvear, presidenta de la Fundación Alvear, quien detalla que, desde un principio, la entrada del palacio, de estilo neoclásico, contaba con una monumental escalinata flanqueada a sus lados por dos podios.

"Sorprendentemente, sobre estos pedestales se colocaron dos farolas y, ante las críticas suscitadas por la poca representatividad de esta pareja de luminarias, se encargó al escultor Ponciano Ponzano la realización de dos leones que se colocarían detrás de las dichosas farolas", detalla la responsable de la fundación.


La primera pareja de animales se colocó en 1851 pero, al haberse construido en yeso pintado en imitación a bronce, sufrieron un rápido deterioro que llevó a reemplazarlos al cabo de un año. "En 1859 encargaron al escultor abulense José Bellver y Collazos dos nuevos leones, esta vez en piedra, pero nunca se llegaron a colocar debido a las ácidas críticas que desataron por su ridículo tamaño", detalla Carmen Giménez, quien recuerda que esta obra flanquea actualmente la puerta de los Jardines de Monforte en Valencia.

Tras estos dos primeros intentos fallidos, se volvió a confiar en el buen hacer del escultor aragonés Ponciano Ponzano y Gascón, que decidió utilizar como material de fundición los cañones que el Ejército español había logrado requisar al enemigo el 23 de marzo de 1860, tras la batalla de Wad-Ras, una escaramuza que puso fin a la intervención de España en el norte de África.

"Hubo cierta polémica a la hora de dirimir el lugar de fundición, ya que la escultura historicista en bronce atravesaba un gran momento en Francia pero, finalmente, se decidió confiar el proyecto a la Real Fábrica de Artillería de Sevilla que, desde 1864, dirigía Francisco Solano Alvear y Ward", rememora Carmen Giménez, en alusión a su antepasado, un célebre coronel de Artillería que había nacido en la localidad cordobesa de Montilla el 30 de octubre de 1817.

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Casado con Joaquina Gómez de la Cortina y Rodríguez de Rivas, condesa de la Cortina, con quien tuvo cuatro hijos, Francisco Solano Alvear y Ward fue, durante dieciocho años, presidente de las Conferencias de San Vicente de Paul en su ciudad natal y, entre 1832 y 1835, se formó como oficial del Cuerpo de Artillería en el colegio de Alcalá de Henares.

"Después de participar en la primera Guerra Carlista, se incorporó en 1841 a la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, donde fue primero jefe de taller, luego subdirector y, desde 1864, director", detalla su descendiente, que hace hincapié en que sus frecuentes viajes a Francia, Gran Bretaña, Holanda, Prusia, la Confederación Germánica o Bélgica contribuyeron a impulsar el desarrollo técnico de la Real Fábrica de Artillería de Sevilla y dotarla de los conocimientos más vanguardistas.

Por fin, en noviembre de 1864, llegaron a Sevilla, procedentes de Madrid, los moldes de yeso concebidos por Ponciano Ponzano para ser fundidos en bronce, siguiendo la técnica a la cera perdida –la misma que se utilizó en la escultura de Diego de Alvear y Ponce de León que, desde 2022, puede disfrutarse en Montilla, junto al acceso principal al Ayuntamiento–.


La documentación que atesora Bodegas Alvear desvela que el embalaje para el viaje por tren desde Madrid no se hizo correctamente, de modo que los moldes de yeso para uno de los leones llegaron muy deteriorados, lo que obligó a rehacerlos en la Real Fabrica de Artillería de Sevilla. Es por ello que el primer león no se fundió hasta el 24 de mayo de 1865, mientras que el segundo se haría el 22 de julio de ese mismo año.

"Entre una y otra fundición, el 28 de junio de 1865, Francisco Alvear escribió una carta al director general de Artillería, Cayetano de Urbina y Daoiz, para preguntarle sobre el texto que debía figurar en el pie de las esculturas", relata Carmen Giménez, quien considera "sorprendente" que la única duda en torno a este importante proyecto girara, únicamente, acerca del texto que podría leerse en el basamento.

Los leones se terminaron de fundir y cincelar en 1867, sin embargo, tras la Gloriosa Revolución de 1868 arreciaron las críticas por haberse reutilizado material de guerra para su fundición, de modo que se decidió posponer su emplazamiento. Finalmente, las esculturas se instalarían en el acceso principal al Congreso de los Diputados el 26 de mayo de 1872.

BODEGAS ALVEAR

Tras la inauguración de la obra, Francisco Alvear quiso promover un reconocimiento a las personas que participaron en la fundición "por su destreza en diferentes oficios". De este modo, en una carta fechada el 27 de julio de 1865, se confirma la concesión de la Cruz del Mérito Militar a la mayoría de los militares que formaron parte del proyecto, aunque para el cincelador, "como no tiene carácter militar, se le dará la de Isabel la Católica o la de Carlos III".

Así, junto al propio Francisco Solano Alvear y Ward, resultarían condecorados el teniente general Joaquín Enrile; los capitanes Joaquín Sangrán, Diego Martín Bolaños, Augusto Plasencia y Rafael Halcón; los tenientes Teodoro Bermúdez y José Durán y el maestro de Moldería, Prudencio Suárez, que recibiría la Cruz de Isabel la Católica. "Además del reconocimiento del personal militar, Francisco Alvear se ocupó del reconocimiento del trabajo de los civiles involucrados", añade Carmen Giménez.

A raíz de la muerte de su hermano Tomás, Francisco Alvear pidió la excedencia en el ejército en 1868 y regresó a Montilla a encargarse de los negocios familiares, entre los que destacan las Bodegas Alvear, a las que dio un gran impulso. En 1877 fue elegido senador por Ciudad Real pero no llegó a jurar el cargo.

Francisco Alvear y Ward falleció el 23 de junio de 1894 en Madrid, ciudad a la que acababa de llegar desde Montilla para recibir a su hija Luisa, monja del Colegio La Asunción que regresaba de Filipinas muy enferma, tras fundar en Manila una Escuela Normal para Maestras.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍAS: J.P. BELLIDO / FUNDACIÓN ALVEAR

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