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Aureliano Sáinz | Padres ausentes

En una reciente sentencia del 30 enero, el Tribunal Supremo estableció la anulación de la patria potestad de un padre que, tras reconocer a su hijo en el momento de nacer, se desinteresó totalmente de él. Con este fallo se daba prioridad y se atendía a las necesidades afectivas y de cuidados del menor por encima del hecho biológico de paternidad.


Aunque con cierta tardanza desde la perspectiva jurídica, se reconoce que ser padre no es solamente haber proporcionado el espermatozoide para que una criatura viniera al mundo. Creo no descubro nada si digo que ser padre o madre es de las funciones más relevantes del ser humano, pues el trabajo no acaba en los años de la infancia, sino que estará siempre presente hasta que el hijo o la hija se emancipe.

Tal como un amigo en una charla me apuntó, aludiendo a esta responsabilidad, “los hijos vienen al mundo sin que se les haya pedido permiso”. Cierto, aunque la frase que he entrecomillado nos la podemos aplicar a todos los que poblamos este pequeño planeta.

Esto nos lleva a entender que la paternidad y la maternidad tienen sentido cuando hay una entrega no solo a los cuidados básicos, sino también cuando se tiene en cuenta que el desarrollo moral y afectivo es de vital importancia para el equilibrio psicológico y emocional de cualquier persona.

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Y en ese desarrollo juegan un papel de vital importancia tanto la figura materna como la paterna. Esta es la razón por la que haya personas que sienten un significativo vacío en sus vidas cuando les falta alguna de esas dos figuras. Así, no es de extrañar que haya quienes en algún momento de sus vidas se hagan la pregunta “¿Quién fue mi padre?”, cuando, por distintas razones, no tienen integrada la figura paterna.

Bien es cierto que esa ausencia es más fuerte en el niño al pertenecer al mismo género que su progenitor, dado que el padre, de forma involuntaria, le ofrece el modelo de referencia en su desarrollo afectivo y simbólico en sus inicios. En cambio, la niña cuenta con la madre, que le sirve de espejo en el que mirarse a lo largo de su crecimiento.

Y ahora, para que comprendamos cómo ellos expresan gráficamente sus situaciones de privación paterna dentro de las familias, he seleccionado varios dibujos que sirven para entender las diferencias emocionales que surgen en función de la edad y del género al que pertenecen.

Así, el que sirve de portada corresponde a un niño de 9 años que vivía con su madre, sus abuelos y su “tita”. Como puede apreciarse, él aparece grande, sonriente y acompañado por su perro. Los otros cuatro miembros los ha trazado dentro de unos pequeños cuadros pegados a la pared, sin que tuvieran especial relevancia para el autor. Lo cierto es que al no aparecer el padre como referente de su propio género, sus afectos los despliega hacia su perro, manifestando, de modo indirecto, el peso de la ausencia paterna.


El dibujo que acabamos de ver corresponde a un niño de cinco años que vivía con sus abuelos maternos, ya que su madre lo tuvo siendo soltera y lo dejó al cuidado de ellos, puesto que tenía que trabajar fuera de casa y no podía atenderlo. El problema de la ausencia paterna, que le generaba cierto sentimiento de soledad, se le agudizó con la enfermedad y el fallecimiento de su abuela, por lo que se encontró viviendo solo con su abuelo y acompañado de su madre en los días que podía contar con ella. Así, en el dibujo solo aparecen su abuelo y su madre; no se dibuja a sí mismo porque se siente triste, insignificante y carente de valor, a pesar de que a los personajes los traza sonriendo.


Un poco más en edad tenía la autora de la escena anterior, ya que contaba con 7 años. Como puede apreciarse, para ella el grupo familiar lo componen cinco miembros: su madre, su abuela, ella misma, su abuelo y su tío. No aparece la figura paterna, por lo que se traza en el centro de la lámina, como manifestación de seguridad y confianza al encontrarse emocionalmente arropada a ambos lados: en el izquierdo, por su madre y su abuela y, en el derecho, su abuelo y su “tito”, tal como ella escribe, como referentes masculinos ante la ausencia paterna.


En ocasiones, se suple la ausencia paterna por una nueva figura. Es el caso de la chica de once años que no llegó a conocer a su padre, aunque en el dibujo aparezca una figura masculina a la que le ha puesto papá, siendo, en realidad, la nueva pareja de su madre.

Si observamos la escena, ella se dibuja junto a su hermano; en el otro lado, sitúa a su madre y a su actual pareja; en medio, traza una gran mesa como expresión de la distancia emocional que existe entre ellos. He de indicar que la autora intentó incorporar otra figura masculina en el lado izquierdo, aunque pronto la borró, lo que, a fin de cuentas, era el deseo de dibujar al padre que no llegó a conocer y por el que sentía su ausencia.


Cierro con el dibujo de una chica también de 11 años que, como podemos comprobar, se representa solo con su madre, reflejando la realidad familiar en la que se encontraba. Comenzó por ella misma, pasando posteriormente a trazar la figura materna. Ambas aparecen en un primer plano alargado, con miradas de medio perfil, orientadas hacia el lado izquierdo, y con un alto grado de realismo de los rostros. Llama la atención el vacío que deja en el lado derecho, como expresión simbólica no consciente de cierto vacío emocional, que posiblemente, corresponda a la ausencia paterna.

AURELIANO SÁINZ

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