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Máximo San Román: "Las personas solo necesitan una oportunidad para tener éxito en la vida"

Montilla volvió a reivindicarse ayer como Capital Europea del Mestizaje. Y lo hizo, nada más y nada menos, que de la mano de Máximo San Román Cáceres (Cusco, 1946), ingeniero mecánico, empresario y destacado político que llegó a ser investido presidente de la República del Perú cuando Alberto Fujimori impulsó el autogolpe de Estado el 5 de abril de 1992.


El máximo mandatario cuzqueño, que visitó junto a su familia la Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque –donde se conservan las ediciones príncipes de Gómez Suárez de Figueroa– y la casa donde residió el Inca Garcilaso de la Vega, recibirá esta noche el distintivo Kilómetro 0 que la Fundación EMET Arco Iris le ha concedido en reconocimiento a su labor al frente de la Fundación San Román y de su empresa Nova, una firma de maquinaria industrial de alimentación que emplea a jóvenes que acaban de finalizar sus estudios y proceden de familias en situación de vulnerabilidad.

—¿Qué ha supuesto para usted la concesión de este premio?

—Un enorme orgullo, sin duda. Estoy muy agradecido al presidente de la Fundación EMET, Alfonso Fernández, al que tengo el privilegio de conocer desde hace más de treinta años porque, precisamente, es una obra social que él apoya en Perú la que nos unió. Por eso, ahora me siento muy honrado de este galardón que comparto con mi esposa, Irene Guerra, con mis hijos, mis nietos y todas las personas que conforman la Fundación San Román y el Grupo Nova.

—¿Cuáles son los objetivos principales que persiguen?

—Somos una fundación que busca impulsar a las personas y a sus comunidades para que se superen y crezcan para lograr una mejor calidad de vida. Prestamos apoyo en áreas como la agricultura, la ganadería, la alimentación y la educación sobre la idea que defiende aquel viejo aforismo que dice: “Mejor que darle un pescado, enséñale a pescar”.

—¿Y realmente funciona esa filosofía?

—Por supuesto. En la Fundación San Román llevamos a cabo una serie de trabajos de responsabilidad social con resultados concretos y comprobables. De ahí, precisamente, nace mi idea general de que, a las personas, aunque tengan las condiciones más humildes, solamente necesitan una oportunidad para tener éxito en la vida. Y en eso consiste nuestra terca apuesta: tratar de activar diferentes sectores que ayuden a motivar el talento y el emprendimiento.

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—¿A cuántas personas han podido orientar en todo este tiempo?

—He perdido la cuenta pero, fácilmente, han sido más de mil estudiantes que, una vez que terminaron el colegio y debían comenzar sus estudios superiores, bien en la Universidad o en algún instituto tecnológico, han recibido el apoyo de nuestra fundación y, también, de EMET Arco Iris. Por eso Alfonso Fernández y yo nos sentimos tan orgullosos de haber podido contribuir con esa realidad. De este modo, contamos ya con ingenieros, médicos, arquitectos, sociólogos y hasta abogados que se han formado con nosotros, lo cual es un logro muy reconfortante.

—¿Y qué metodología de trabajo siguen para conseguir los objetivos que se proponen?

—Yo siempre intento que los jóvenes abracen tres principios fundamentales que hacen exitoso a cualquier ser humano, valores ancestrales que están orientados al desarrollo de la persona como eje central de la sociedad así como a la revalorización de nuestra identidad.

—¿Cuáles son esos valores?

El primero de ellos es Allinta Munay: quiere bien, quiérete bien, ama a tu prójimo como a ti mismo. Es un principio que cultiva un alto nivel de autoestima personal. El siguiente es Allinta Yachay, que involucra el principio de la importancia del conocimiento: aprende bien, aprende lo bueno, capacítate bien para que puedas triunfar en la vida, ya que el conocimiento te hace exitoso, te hace libre y te hace autónomo.

El tercer principio, Allinta Ruway, es parecido a los dos anteriores y se refiere a la actitud: todo lo que hagas, hazlo bien, hazlo con cariño, con amor, con pasión… Tu trabajo tiene que ser un medio de realización personal; tienes que disfrutar con lo que haces, por eso es importante saber elegir la vocación. Con esos tres principios hemos conseguido favorecer a gente muy exitosa, a profesionales de muchos sectores que trabajan aquí y allá.


—Antes de dar el salto a la política, usted ya había desarrollado una intensa trayectoria empresarial, vinculada en gran medida a la industria alimentaria. Es probable que esta experiencia vital determine su visión del crecimiento personal…

—Así es. Porque tras concluir mis estudios de Ingeniería Mecánica en 1970, fui obrero, más tarde trabajador independiente y, finalmente, me decidí a iniciar un proyecto empresarial sin ni una sola máquina. A día de hoy, por fortuna, encabezamos un proyecto líder en el Perú y altamente comprometido con el desarrollo de los objetivos de nuestros clientes y proveedores de la industria del pan, la pastelería y la alimentación.

Y todo ello, sin renunciar a nuestros valores, fruto de una experiencia de más de cuarenta años en el mercado que nos ha permitido estar presentes en 37 países de América, Europa y Asia. Y es algo que nos hace sentir particularmente orgullosos porque, de algún modo, viene a demostrar que los peruanos seguimos manteniendo intacta nuestra habilidad y nuestro ingenio.

— El 14 de junio de 1991 se convirtió, en Bodegas Montebello, en el primer Embajador de la Cofradía de la Viña y el Vino. Y ahora, en su regreso a Montilla, ha tenido la ocasión de conocer la Fundación Biblioteca Manuel Ruiz Luque, que atesora las ediciones príncipes del Inca Garcilaso de la Vega. ¿Qué le ha parecido?

—Lo primero que tengo que hacer es felicitar a los españoles –y particularmente a los montillanos– por haber podido rescatar la figura de Gómez Suárez de Figueroa, que fue la primera persona que se atrevió a recoger por escrito la gran cultura prehispana e hispana, un mestizo que supo traducir y mostrar a las generaciones venideras lo que fueron realmente nuestros antepasados.

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Obviamente, él solo pudo vivir en primera persona una parte del relato pero, el resto, lo recibió de sus familiares directos, especialmente de su madre, la ñusta o princesa Isabel Chimpu Ocllo, bisnieta del inca Túpac Yupanqui y nieta de Huayna Cápac. Luego, siguiendo instrucciones de su padre, el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas, viajó a España para seguir estudiando.

—¿Y qué ha sentido al visitar la vivienda en la que residió durante treinta años?

—Una emoción y una felicidad enorme. También por esa demostración del cariño que tuvo por su cultura y por sus ancestros, que se vio reflejado en algunas de sus obras. Por eso no puedo más que agradecer y felicitar a las autoridades de Montilla por restaurar y conservar la Casa del Inca, así como por reivindicar su figura más de cuatro siglos después de su fallecimiento.

—¿Qué siente un peruano al visitar una ciudad como Montilla, en la que está tan presente su cultura y sus raíces?

—Mucha emoción. Creo que es trascendental que los peruanos sepan más de Montilla y, también, que los montillanos conozcan mejor Perú. Tenemos que buscar ese encuentro. Yo, por ejemplo, me voy impresionado por todo el trabajo que hizo el Inca Garcilaso en su época y por labor del doctor Raúl Porras Barrenechea, gran historiador y diplomático peruano que logró localizar, junto a José Cobos, la casa donde nuestro cronista vivió durante treinta años. Como peruano, me siento muy orgulloso de contar con personajes tan reconocidos en España. En ese sentido, pienso que la historia hay que ir buscándola e ilustrándola cada vez mejor porque, a veces, se distorsiona con el paso del tiempo.

—Aprovechando su amplísima trayectoria política, me gustaría conocer su opinión sobre la situación que vive América Latina, especialmente tras las elecciones en Argentina.

—Por mi experiencia personal, y observando el desarrollo de los países de Latinoamérica, creo que ha habido algunos hitos en la historia que han interrumpido el desarrollo de muchos de estos países. Y uno de ellos, precisamente en Argentina, fue el bendito Juan Domingo Perón que, junto a su esposa, implementaron una nueva tendencia: el asistencialismo de parte del Estado. Y eso, lastimosamente, hizo perder a Argentina su lugar preponderante en la economía mundial, pasando a convertirse en un país con un 40 por ciento de pobreza, que ha destruido su aparato productivo.


Por eso creo que la elección de Javier Milei como presidente de Argentina representa una esperanza, aunque hay que desearle mucha suerte para que sepa tomar las mejores decisiones, ya que se trata de un país maravilloso, que tiene muy buenas posibilidades de salir adelante en muy corto tiempo y ojalá lo logre.

—Usted fue primer vicepresidente de la República del Perú durante el primer gobierno de Alberto Fujimori y, además, ha sido congresista, presidente del Senado durante un año y senador. ¿Cómo ve ahora la situación política de su país?

—En Perú tuvimos un gobierno militar, de corte socialista, que desmanteló todo el aparato productivo. Piense que nosotros éramos los principales productores de azúcar y algodón de todo el mundo. De hecho, discutíamos en los organismos internacionales nuestras cuotas de suministro. Sin embargo, hoy día somos dependientes del algodón y del azúcar, como consecuencia del desmantelamiento, a partir de la reforma agraria, de todo el sistema productivo. Además, se intentó socializar todo el aparato productivo del país, es decir, la comunidad industrial al completo. Todas esas experiencias han tenido pésimos resultados.

—¿Y cómo fue la transición después del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada?

—Los militares dejaron en 1980 un país endeudado, con muchas obligaciones. Y los gobiernos que los sucedieron –el de Fernando Belaúnde Terry, con la mejor intención, y el de Alan García– no pudieron resolver el problema. Cuando Alberto Fujimori y yo recibimos el Gobierno en 1990 nos encontramos un país técnicamente quebrado, inviable, porque era incapaz de pagar su deuda externa. Pero, afortunadamente, supimos rodearnos de un equipo extraordinario de personas, procedente de la corriente de los Chicago Boys.

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—¿Qué personas destacaría de ese grupo de economistas liberales chilenos, la mayoría de ellos formados en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago?

—Por ejemplo, tuvimos como asesor a Hernán Alberto Büchi, que fue ministro de Hacienda con Augusto Pinochet y, también, a José Piñera Echenique, creador del sistema privado de pensiones (AFP) y hermano de Sebastián Piñera, que sería presidente de Chile entre 2010 y 2014 y de 2018 a 2022. Se trataba, por tanto, de un equipo extraordinario con el que logramos hacer en democracia, mientras yo era presidente del Congreso, las reformas más importantes del país.

—¿Qué destacaría de aquella etapa?

—Sobre todo, que fuimos capaces de poner el piloto automático en un momento en el que no había empresas solventes, ya que estaban todas quebradas. ¿Qué inversión iba a haber en un país inseguro, donde estaba Sendero Luminoso? Había que ofrecer garantías y, por eso, creamos las leyes más importantes para garantizar la inversión y transformar las materias primas, que en el Perú tienen abundancia.

—También se le reconoce un papel activo en la lucha contra el narcotráfico.

—Así es. La tercera reforma que pusimos en marcha tenía como objetivo luchar contra el narcotráfico y el terrorismo. Fue así como conseguimos cambiar el país y Perú, durante esos veinte años, experimentó un enorme crecimiento, aunque le atribuyen todo el mérito posterior a Alberto Fujimori. Pero la realidad no es esa: los cambios se acometieron en democracia y se fueron desarrollando de una manera ejemplar e impresionante.

—¿Podría poner algún ejemplo concreto?

—Por supuesto. Piense que en 1990 recibimos el país con más de 4.800 millones de dólares en deuda impagable y, hoy día, gracias a esa reforma económica, Perú es un país líder, que tiene cerca de 80.000 millones de dólares en reservas netas, de modo que no solamente se ha pagado la deuda, sino que se ha conseguido generar ahorro.

—A su juicio, entonces, ¿qué ha ocurrido en Perú para que la situación no sea más favorable?

—Nos faltó la reforma del Estado, de la burocracia; la reforma electoral, del Poder Judicial. Perú es un país en el que, por desgracia, se percibe que no se hace justicia: hay denuncias e investigaciones que se eternizan durante 30 o 35 años. Donde no hay justicia, no hay confianza; y donde no hay confianza, no hay inversión: esa es la tragedia del Perú.


—¿Qué radiografía hace hoy día de su país?

—Tenemos todavía un gran sector de la población que no tiene los medios económicos para salir adelante. En especial, mis paisanos de Cusco, que viven en la altura. Piense que por encima de los 3.700 metros de altitud no crece nada más que paja y, sinceramente, criando llamas o alpacas no se puede hacer gran cosa. Por eso la Fundación San Román tiene un reto, que no es otro que el de sacar de la pobreza a esa gente.

—¿Cómo esperan hacer realidad ese objetivo?

—Pues mire, hemos encontrado una variedad de alfalfa que no necesita riego y que solamente se alimenta de la lluvia. De este modo, si tienes el alimento, ya puedes criar vacas, que tienen una alta producción. Pero para que prospere esta idea hay que desarrollar una mejora genética, en la que ya trabaja la Fundación San Román, aunque necesitamos el apoyo del Estado para extender el proyecto.

Al respecto, me gustaría decir que, aunque es verdad que la Constitución de 1993 permitió consolidar muchos de los logros que conseguimos en democracia, hay algunos aspectos que hay que arreglar, entre otros, la nula participación del Estado en proyectos de desarrollo. En ese sentido, defiendo que debe haber una participación mínima, sobre todo teniendo en cuenta que las empresas que han quedado en manos del Estado son actualmente deficitarias. Nosotros, en 1990, hicimos una gran campaña de privatización de todas las empresas que el Estado socialista del Gobierno militar había endeudado.

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—¿Tiene, por tanto, esperanza en el futuro de Perú y de América Latina?

—Por supuesto. Perú y el resto de países de la zona tienen las mismas posibilidades de salir adelante. Venezuela, sin embargo, es un mal ejemplo de la aplicación del socialismo, en este caso por parte de Hugo Chávez, que fue discípulo de Vladimiro Montesinos –o sea, de Fujimori y compañía–.

Muchas veces pienso que, si no hubiésemos tenido la posibilidad de elegir gobiernos diferentes, seguramente los peruanos estaríamos en ese camino de Venezuela o Cuba, que es el país que destruye toda esperanza de democracia. Por desgracia, hay países como Brasil –que han vuelto a reelegir a Lula da Silva– o Chile, que se decantaron por Gabriel Boric. Pero, afortunadamente, ni uno ni otro los están llevando al abismo todavía. De hecho, la gente reaccionó en Chile contra la propuesta de Constitución Política de la República redactada por la Convención Constitucional. Por eso creo que la elección de Javier Milei en Argentina es una esperanza.

J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
REPORTAJE GRÁFICO: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
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