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José Antonio Hernández | Josefina Núñez Montoya

Si prestamos atención a la convergencia de sus trayectorias personales, familiares y profesionales, llegamos a la conclusión de que siguen unas líneas que definen un perfil humano y literario asentado en la solidez de su pensamiento, en la profundidad de sus convicciones y en la coherencia de sus actitudes y de sus conductas.


La explicación clara de la coincidencia de las sendas que esta escritora recorre hacia el equilibrio, la armonía y la unidad personal la encontramos cuando consideramos sus opciones vitales y sus tareas docentes y literarias todas ellas impulsadas por una voluntad decidida de fundamentar sus pensamientos, sus convicciones, sus palabras y sus textos en unos valores éticos contrastados y en unos compromisos familiares, profesionales y sociales libremente asumidos.

Frente a quienes oponen la literatura y la vida como esferas diferentes, Josefina nos demuestra que constituyen dos ámbitos interconectados que se refieren a aspectos reales de su existencia humana cotidiana. Y es que, aunque la literatura -fruto de su imaginación libre- brota de un impulso creador y no persigue, en principio, unas finalidades prácticas, también constituye un reflejo directo o una imagen estilizada del vivir cotidiano.

Si atendemos a sus actitudes y a sus comportamientos, llegamos a la conclusión de que su vida está penetrada, mediatizada y, también, configurada por la literatura. Y es que existe un camino de ida y de vuelta, un circuito cerrado entre la realidad básica que ella vive en su hogar y en su trabajo, y los contenidos de sus obras literarias que, como he indicado en diferentes ocasiones, nos producen unas impresiones duraderas en nuestra imaginación, en nuestras emociones, en nuestras ideas y, por lo tanto, en nuestras conductas.

No perdamos de vista que la literatura –la buena literatura- nos ofrece la oportunidad de conocer mejor el mundo actual y una ocasión para entendernos a nosotros mismos. Las narraciones de episodios que ella nos relata, siempre verosímiles y amenos, facilitan nuestra identificación imaginaria y emocional, y estimulan la imitación o el rechazo de las conductas.

Sus relatos, tan bien contados, además de entretenernos, nos inspiran, nos motivan y nos emocionan porque despiertan nuestra fantasía y nuestros deseos de actuar o de jugar. Sus historias nos vinculan con mundos lejanos o cercanos, nos descubren las claves secretas de nuestras propias vidas y nos estimulan para mejorar el mundo. Ésta es una de las conclusiones que extraigo de la lectura detenida de las diferentes obras de Josefina.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO
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