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Aureliano Sáinz | Grandeza y tragedia de Vasco Núñez

Solemos pensar que los nombres de aquellos personajes que han pasado de manera gloriosa a los anales de la historia han tenido una vida sin que asomara para ellos alguna de las tragedias de cualquier mortal, como si sus existencias estuvieran predestinadas a ir, paso a paso, cumpliendo las etapas que les elevarían al reino de las grandes figuras.


Sin embargo, lo más habitual, es que sus trayectorias estén llenas de luces y de sombras, e, incluso, de finales tan trágicos como la del protagonista del libro Vida y muerte de don Álvaro de Luna, que recientemente presenté en Córdoba, contando con la presencia de Pepa Polonio, una gran amiga montillana, doctora en Historia.

Hago estas consideraciones tras la lectura de un magnífico libro del escritor austríaco Stefan Zweig, una de las cumbres literarias de la primera mitad del siglo pasado. El texto, que tiene como título Momentos estelares de la humanidad, lo compré en mi última estancia Barcelona, pensando en el regreso a Córdoba, ya que habitualmente lo hago en el tren AVE que conecta ambas ciudades.

Son, aproximadamente, cuatro horas y media, lo que da lugar a que pudiera leer de manera completa uno de los capítulos de este libro que contiene catorce biografías narradas magistralmente, como son todas las que el escritor austríaco abordó en su convulsa existencia.

Comencé por la historia del único español que aparecía en este aleatorio grupo biográfico: la del extremeño Vasco Núñez de Balboa, y que tiene por título: Huida a la inmortalidad. El descubrimiento del océano Pacífico el 25 de septiembre de 1513.

Fácilmente se puede entender que en estas breves líneas que escribo no puedo sintetizar la singular vida de quien nació en Jerez de los Caballeros, en 1475, y falleció en Acla (Panamá), el 15 de enero de 1519, antes de cumplir 44 años.

Lo que sí me parece oportuno es seleccionar cuatro párrafos del relato de Stefan Zweig para animar, a quienes estuvieran interesados en conocer la vida de Núñez de Balboa, en la búsqueda de alguna biografía suya bien narrada y, de este modo, penetrar en la historia de uno de los personajes más singulares que dejaron plasmada su huella en el denominado Nuevo Mundo.


Comienzo, pues, con un largo párrafo ya entrados dentro de la narración, pero que nos acerca a la vida de un personaje totalmente novelesco.

La nave de Enciso se dirige a toda vela desde La Española a tierra firme americana, ya que se han hundido los contornos de la isla en el azul horizonte. Es un viaje silencioso y al principio nada llama la atención, todo lo más que un imponente perro de presa de extraordinaria ferocidad. Nadie sabe a quién pertenece el imponente animal y cómo ha llegado a bordo. No hay forma de apartar al perro de un cajón de provisiones que subieron a bordo el último día. Pero he aquí que de pronto se abre ese cajón por sí solo y sale de él, armado de espada, casco y escudo, como el apóstol Santiago, un hombre de unos treinta y cinco años. Es Vasco Núñez de Balboa, que aporta de tal manera la primera prueba de su asombrosa audacia y sagacidad…”.

Estas líneas ya apuntan hacia un personaje arriesgado, polémico y cargado de aventurerismo, pero con un definitivo afán de gloria y, cómo no, de riquezas en la búsqueda de El Dorado, lugar mítico con el que todos los aventureros de entonces sueñan.

No hay mejor dicha para un hombre, a la mitad de su vida y en los años fecundos de la edad adulta, haber encontrado el objeto de su existencia. Núñez de Balboa sabe lo que para él está en juego: muerte infame en el patíbulo o la inmortalidad… Así pues, decide no esperar, para la conquista del desconocido océano, a los mil hombres que ha pedido a España y tampoco a la llegada de los funcionarios judiciales. ¡Más vale acometer la ingente empresa con un puñado de gente resuelta! Más vale morir con honra por una de las más osadas aventuras de todos los tiempos que verse arrastrado al cadalso con las manos atadas… Y el 1 de septiembre de 1513, para escapar del cadalso o de la mazmorra, Núñez de Balboa, héroe y bandido, aventurero y rebelde, inicia su marcha hacia la inmortalidad”.

Hemos de tener en cuenta que en la baja Edad Media era bastante frecuente que los grandes personajes también tuvieran grandes enemigos. Y entre los enemigos de Núñez de Balboa se encontraba otro extremeño, Francisco Pizarro, natural de Trujillo (Cáceres).

La gloria del jerezano, que alcanza el 25 de septiembre de 1513, estaría en descubrir que, tras las tierras del gran continente americano, había un inmenso océano que las separaban de otras asiáticas conocidas como eran China o la India… Pero la tragedia le esperaba al poco tiempo.

En ese momento, Balboa ordena a la tropa que se detenga. Que nadie le siga porque no quiere compartir con nadie esa primera mirada hacia el océano desconocido. Quiere, única y exclusivamente, ser el primer español, el primer europeo, el primer cristiano que, después de haber atravesado ese gigantesco océano de nuestro universo, el Atlántico, contemple también el otro, al aún ignoto, el Pacífico”.

El gran descubridor no imaginaba que, pocos años después de haber alcanzado la gloria, le esperaba el castigo de verse sentenciado a la pena de muerte. Se acerca, pues, a Darién donde le espera Francisco Pizarro, y no precisamente para felicitarle por la hazaña que había logrado.

Pero Francisco Pizarro le pone con fuerza la mano en el hombro y lo declara prisionero. También Pizarro está deseoso de inmortalidad y de conquistar El Dorado… El gobernador Pedrarias abre el proceso por presunta rebelión. Rápida e injustamente se imparte justicia. Pocos días después, Núñez de Balboa, con los más fieles de sus seguidores, avanza hacia el cadalso; centellea la espada del verdugo, y en un segundo se apagan en la cabeza que rueda al suelo los primeros ojos humanos que contemplaron al mismo tiempo los dos océanos que abarcan nuestra tierra”.

Con estas líneas, Zweig finaliza su relato, en el que acaban uniéndose, como en otras historias, la gloria y la tragedia en uno de los personajes de las tierras extremeñas cuyo nombre permanece en los libros de historia como el primer europeo que contempló el océano Pacífico.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AURELIANO SÁINZ
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