La proyección espacial y temporal de sus mensajes, la originalidad de sus propuestas literarias y la permanente vigencia de los asuntos que aborda en sus textos literarios y en sus comentarios periodísticos me inclinan a pensar que Adelaida es escritora precisamente por la sencillez –clásica y actual– de sus diferentes lenguajes. En ellos nos proporciona una personal concepción de la vida humana, una filosofía apoyada en principios, en valores y en pautas de comportamientos individuales, familiares y sociales.
Sus dibujos de los tiempos, de los espacios y de los amores, del trabajo, el ocio y de la fiesta nos proporcionan unas razones sólidas para evaluar sus obras como originales y, al mismo tiempo, como de ayer, de hoy y de mañana. La elegancia de los trazos, la profundidad humana y originalidad del estilo reflejan, a mi juicio, una concepción de la literatura y, por lo tanto, de la vida humana clásica y actual.
Sus historias, situadas en cualquier rincón de nuestras ciudades y pueblos, poseen una validez universal por sus contenidos vivenciales y humanos, porque explican cómo se nutren nuestras raíces y cómo se cultivan, florecen y dan frutos nuestras experiencias humanas. Sus propuestas son creativas a partir de los rasgos de nuestra cultura.
Fíjense, por ejemplo, cómo la casa, el patinillo, la cocina, la tienda de planchado, el despacho del zapatero, son lugares en los que los personajes y los lectores –usted y yo– respiramos una atmósfera que ensancha nuestros pulmones corporales y espirituales. A mi juicio este es un de los criterios que definen la calidad “humana” de la literatura.
No se trata de hacer fotografías con una buena cámara polaroid sino unos dibujos que, con dos o tres trazos, describan y sugieran los diferentes perfiles humanos de los seres con los que convivimos porque, a mi juicio, esos son los rasgos que nos definen nuestra humanidad y nuestra creatividad.
En esta ocasión he decidido referirme a la escritura de Adelaida porque, desde mi perspectiva es la actividad que mejor retrata su perfil humano, su manera de vivir y de convivir, de hablar y de comunicarse, de trabajar, de colaborar, de celebrar y de concelebrar.
Tras los análisis de sus textos he llegado la conclusión de que su perfil biográfico es una historia fantástica cargada de razones, de imaginaciones y de emociones. Su penetración psicológica en el interior de los personajes pone de manifiesto sus vivencias personales y, en cierta medida, se refieren también a cada uno de nosotros, sus lectores.
Sus dibujos de los tiempos, de los espacios y de los amores, del trabajo, el ocio y de la fiesta nos proporcionan unas razones sólidas para evaluar sus obras como originales y, al mismo tiempo, como de ayer, de hoy y de mañana. La elegancia de los trazos, la profundidad humana y originalidad del estilo reflejan, a mi juicio, una concepción de la literatura y, por lo tanto, de la vida humana clásica y actual.
Sus historias, situadas en cualquier rincón de nuestras ciudades y pueblos, poseen una validez universal por sus contenidos vivenciales y humanos, porque explican cómo se nutren nuestras raíces y cómo se cultivan, florecen y dan frutos nuestras experiencias humanas. Sus propuestas son creativas a partir de los rasgos de nuestra cultura.
Fíjense, por ejemplo, cómo la casa, el patinillo, la cocina, la tienda de planchado, el despacho del zapatero, son lugares en los que los personajes y los lectores –usted y yo– respiramos una atmósfera que ensancha nuestros pulmones corporales y espirituales. A mi juicio este es un de los criterios que definen la calidad “humana” de la literatura.
No se trata de hacer fotografías con una buena cámara polaroid sino unos dibujos que, con dos o tres trazos, describan y sugieran los diferentes perfiles humanos de los seres con los que convivimos porque, a mi juicio, esos son los rasgos que nos definen nuestra humanidad y nuestra creatividad.
En esta ocasión he decidido referirme a la escritura de Adelaida porque, desde mi perspectiva es la actividad que mejor retrata su perfil humano, su manera de vivir y de convivir, de hablar y de comunicarse, de trabajar, de colaborar, de celebrar y de concelebrar.
Tras los análisis de sus textos he llegado la conclusión de que su perfil biográfico es una historia fantástica cargada de razones, de imaginaciones y de emociones. Su penetración psicológica en el interior de los personajes pone de manifiesto sus vivencias personales y, en cierta medida, se refieren también a cada uno de nosotros, sus lectores.
JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO