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Aureliano Sáinz | Esculturas ecuestres

Uno de los rasgos que proporcionan identidad a las ciudades son las esculturas que se esparcen por distintos rincones de ellas, teniendo en cuenta que las modalidades escultóricas son muy diversas: desde sencillos los bustos a las estatuas de personajes montados a caballo –que, habitualmente, llamamos "esculturas ecuestres"–.


En nuestra tierra, la más cercana que tenemos es la que muestra al montillano Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán, y que preside la Plaza de las Tendillas en pleno centro de la capital. Como bien sabemos, fue realizada por el escultor cordobés Mateo Inurria (1867-1924) en bronce, excepto la cabeza, que es de mármol blanco.

La forma del jinete y del caballo se muestran de manera un tanto clásica, puesto que el caballo se apoya en tres de sus patas, al tiempo que la derecha está levemente levantada insinuando una marcha. Esta imagen, tan popular para los cordobeses, está en la plaza desde 1927, tres años después de que su autor falleciera.


Si en esta ocasión he traído el tema de las esculturas ecuestres se debe a que en Alburquerque (Badajoz), mi lugar de origen, recientemente se ha llevado a cabo la inauguración de una escultura ecuestre, realizada por Pablo Lapeña, en la que se muestra a un caballero medieval montado a caballo, muy en consonancia con la historia de la villa. La acogida fue de un enorme entusiasmo, ya que, a pesar de que existen otras estatuas en la villa, lo cierto en que en este caso se ha ubicado en pleno centro, de modo que puede contemplarse conjuntamente con el castillo al fondo.

Quizás lo más singular de esta escultura ecuestre es que se ha realizado “en corveta”, es decir, con el protagonista montado sobre un caballo que eleva las patas delanteras, sosteniéndose con las traseras sobre el pedestal. Quisiera aclarar que el término “corveta” se utiliza en la doma de caballos, cuando se les enseña a caminar sobre las patas traseras al tiempo que elevan las delanteras.


Puesto que tenía la idea de realizar un artículo sobre este tema, aprovechando mi última estancia en Madrid me pareció oportuno realizar un breve recorrido por algunas de las esculturas ecuestres que hay en la ciudad, comenzando por la que se encuentra en la Puerta del Sol, lugar emblemático por excelencia.

Allí puede contemplarse la dedicada a la figura de Carlos III, quien fuera rey de España desde 1759 hasta su fallecimiento en 1788. Conocido popularmente como “El mejor alcalde de Madrid”, en reconocimiento a su empeño en la mejora de la ciudad, se le recuerda en una escultura en bronce, de tamaño natural, montado sobre un caballo que camina apoyado en tres patas, dado que alza la izquierda delantera como si caminara.

La obra es de los escultores Miguel Ángel Rodríguez, Eduardo Zancada y Tomás Bañuelos, quienes tomaron como referencia al modelo que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Como dato a tener en cuenta es el de su peso, que alcanza los 2.800 kilogramos.


Muy cerca de la Puerta del Sol se encuentra la Plaza Mayor, otro espacio relevante de la ciudad. Una vez que se accede, tras pasar por debajo de alguna de las arcadas que la rodean, en pleno centro de la plaza se alza sobre un enorme pedestal la monumental escultura ecuestre de Felipe III, hijo de Felipe II y de Ana de Austria. Y cuando digo "monumental" no exagero, puesto que su tamaño es enorme, tal y como puede comprobarse por la fotografía que muestro.

La obra fue comenzada por el escultor italiano Juan de Bolonia (Giambologna) y acabada por su discípulo Pietro Tacca, en 1616. Inicialmente, estuvo colocada en la Casa de Campo, hasta que, en 1848, fue trasladada a la Plaza Mayor por orden de Isabel II.

La escultura está realizada en bronce y, a pesar de que el cuerpo central del caballo y del jinete están huecos, su peso, con el pedestal, es de más de cinco toneladas. Como he apuntado, representa al rey Felipe III con la cabeza descubierta, vestido con media armadura, portando el collar de la Orden del Toisón de Oro y el bastón de mando. El caballo muestra la pata izquierda delantera levantada, dando algo de dinamismo al conjunto.


Si queremos encontrar algún referente del caballero medieval de Alburquerque, nos tenemos que desplazar a la Plaza de Oriente de Madrid, ya que allí se encuentra la primera escultura ecuestre que se realizó en nuestro país mostrando al caballo en corveta. Es la que representa al rey Felipe IV (1605-1665), hijo de Felipe III, cuyo reinado llegó a superar los 44 años, lo que lo convirtió en el más largo de la casa de Austria.

El rey quiso ser mostrado, al igual que su padre, en una escultura ecuestre, pero deseaba que el caballo no apareciera caminando, sino elevándose sobre las patas traseras. Encargó también a Pietro Tacca la realización de esta novedosa escultura. Para ello contó con Diego Velázquez, pintor de la Corte, en la realización de los dibujos que representaran lo más fidedignamente el rostro del monarca, ya que el escultor italiano, con su taller en Florencia, debería tener esos bocetos para poder plasmarlo.

El problema que se le planteaba a Pietro Tacca era que la escultura no se desplomase hacia adelante, ya que, como indico, era la primera vez que se iba a realizar una obra con esas características. Acudió, pues, al gran astrónomo, físico y matemático italiano Galileo Galilei para que le asesorara en la estabilidad de la obra.

Tras realizar los cálculos de peso, Galileo le indicó que era necesario que la parte trasera del caballo, en la que se incluía la enorme cola, fuera de bronce macizo, mientras que el resto del cuerpo y la figura del jinete fueran huecos. Una vez acabada la obra con estas directrices, pudo comprobarse que la estabilidad estaba asegurada, por lo que fue trasladada desde Florencia a Madrid, de forma que ahora podemos contemplar el antecedente de todas las esculturas ecuestres en corveta de nuestro país.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: AURELIANO SÁINZ
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