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Aureliano Sáinz | Amor por los animales

Con relativa frecuencia, en los dibujos de los escolares que tratan el tema de la familia aparecen animales de compañía, a los que solemos llamar "mascotas". Lógicamente, la razón por la que los niños que realizan este tipo de escenas se debe a que tienen en casa uno o varias de ellas, de modo que, desde el punto de vista afectivo, las consideran como si formaran parte de la propia familia. Esto puede sorprender a quienes nunca han tenido animales en sus casas, dado que no han establecido este tipo de vínculo emocional.


En la actualidad, en vez de mascotas se tiende a utilizar la expresión "animales de compañía" cuando se hace referencia especialmente a perros o gatos, que son los más habituales en los hogares. No obstante, en esos dibujos también aparecen otros pequeños animales (pájaros, peces, tortugas o hámsteres) que sus padres les han proporcionado, con la intención de que tengan con quien jugar, al tiempo de que aprendan a alimentarlos y cuidarlos.

El primer paso para la integración del animal en el seno de la familia comienza por la asignación de un nombre propio como forma de llamarlo, lo que implica cierta humanización, dado que con ese nombre se le crea una identidad que lo diferenciará de otros de la misma especie.


Esto que acabo de indicar es lo que sucede en el dibujo anterior, de una niña de 8 años que a sus periquitos los llamaba ‘Menta’ y ‘Pikito’ y, al hámster, ‘Vigotitos’. De este modo, se completa el proceso de acercamiento de estos animales al ámbito familiar humano, que se inició siglos atrás cuando comenzaron a domesticarse. Fue un largo recorrido de 10.000 años para el gato salvaje africano hasta llegar a convertirse en el gato doméstico que hoy conocemos, y de 20.000 o 30.000 años para el lobo, antecedente del perro que ahora convive con nosotros.

En ese largo camino, se han dado cambios sustanciales en los comportamientos que tenemos hacia ellos, de forma que, en la actualidad, los animales domésticos y los que genéticamente están cercanos a nuestra especie son portadores de algunos derechos, de manera que maltratarlos está repudiado socialmente e, incluso, penalizado.

Pero, para llegar a la situación de respeto hacia los animales, convendría recordar que ya en el siglo XVIII, pensadores tan relevantes como el suizo Jean Jacques Rousseau y el francés Voltaire tuvieron una postura abiertamente favorable hacia ellos, de modo que el segundo, según sus propias palabras, declaraba no comer carne animal.

Posteriormente, en 1822, se aprueba en Inglaterra la primera norma legal que ve la luz sobre los animales. Doce años más tardes se crea la Sociedad para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales. Ya avanzados en el siglo XX, el 15 de octubre de 1978, fue aprobada por la UNESCO la Declaración Universal de los Derechos del Animal, refrendada, posteriormente, por la Organización de las Naciones Unidas.


En la actualidad, la conciencia de respeto y cariño hacia los animales se ha extendido en amplios sectores de la población, por lo que hay familias que tienen varios animales en sus hogares, tal como lo expresa el niño que realizó el dibujo que acabamos de ver.

Pero si hay un autor que los ha defendido de manera apasionada es el australiano Peter Singer, afincado en Estados Unidos, en su conocido trabajo Liberación animal. Del mismo extraigo la siguiente frase: “Si un ser sufre, no puede haber justificación moral alguna para negarse a tener en cuenta ese sufrimiento. Al margen de la naturaleza del ser, el principio de igualdad exige que -en la medida en que se puedan hacer comparaciones grosso modo- su sufrimiento cuente tanto como el mismo sufrimiento de cualquier otro ser”.

Por otro lado, Peter Singer no se olvida de los aspectos narrativos que se utilizaban en los cuentos infantiles, ya que en algunos de ellos los animales eran portadores de muchas de las maldades que atemorizaban a los más pequeños. Así, nos recuerda que “no hace tanto tiempo se formaba a los niños con cuentos de hadas donde los animales, especialmente los lobos, eran representados como enemigos del hombre. Un típico final consistía en que el lobo se ahogara en un estanque, arrastrado por las piedras que el ingenioso héroe había conseguido meter en la barriga del animal mientras dormía”.


De los relatos con los que se atemorizaba a los pequeños, se ha pasado a los cuentos ilustrados y películas protagonizados por animales que hablan y piensan como los humanos, circunstancia bastante fácil de entender, dado que el animismo es una parte básica del desarrollo emocional y cognitivo de los pequeños. No es de extrañar, pues, la enorme popularidad alcanzada entre los pequeños por la serie televisiva canadiense La patrulla canina, en la que un pequeño grupo de perros son los protagonistas de las aventuras.

A fin de cuentas, el placer de jugar acompañado por un animal de compañía es lo que manifiesta la autora del dibujo anterior, una chica de 11 años, que representó a su familia como si los miembros estuvieran dentro de una viñeta de humor. Así, ella aparece en el centro de la escena, sujetando a su perro que, sorprendida, comprueba que se le escapa; en el lado izquierdo, sus padres miran ‘fuera de campo’, mientras que su madre guiña un ojo, como signo de complicidad con alguien que no vemos; y en el lado derecho, aparece su hermana mayor y su novio, al que llama “cuñao”. Todo ello con un gran sentido humor, en el que participa su perro ‘Yaco’ al querer soltarse de la cadena con la que se le sujeta.

AURELIANO SÁINZ
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