El Ayuntamiento de Montilla y el coleccionista Antonio Alférez, miembro de la Real Liga Naval Española, prestarán su colaboración con una exposición que la Subdelegación de Defensa está organizando en Córdoba en torno a la figura de Ana María de Soto y Alhama, la primera mujer que se enroló como infante de Marina tras hacerse pasar por hombre a finales del siglo XVIII.
El subdelegado de Defensa, Íñigo Laquidain Hergueta, coronel del Cuerpo General del Ejército de Tierra, ha visitado esta mañana el Ayuntamiento de Montilla para conocer la Sala de Marinos Ilustres y la exposición permanente de Modelismo Naval que abrió sus puertas a finales del año 2020 en la planta alta del Museo Histórico Local y que cuenta con cerca de treinta maquetas.
El alcalde de Montilla, Rafael Llamas, ha destacado la "estrecha vinculación" de la localidad con el Ejército, "no solo por la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, ahora que el Ayuntamiento está inmerso en la licitación del mobiliario del Museo de El Gran Capitán, que estará listo para finales de año, sino también por el proyecto de la Base Logística que el Ejército de Tierra tiene previsto levantar en Córdoba y que estará funcionando en 2027".
Por su parte, Íñigo Laquidain ha confirmado que "la Subdelegación de Defensa trabajará para que el Museo de El Gran Capitán sea un referente" y ha explicado el interés por la exposición permanente de maquetas navales que alberga la planta alta del Museo Histórico Local, así como por otras piezas de Antonio Alférez que no están expuestas al público.
Y es que, como ha indicado el coronel del Ejército de Tierra, la Subdelegación de Defensa está ultimando una exposición para "poner en valor la figura de esta militar muy desconocida fuera del ámbito cordobés, a pesar de ser una heroína de nuestra historia”.
No en vano, la Subdelegación de Defensa instituyó hace varios años los premios “Ana María de Soto”, en memoria de esta valerosa mujer, hija del montillano Tomás de Soto Salas y de la aguilareña Mencía Gertrudis de Alhama García, que acabó sus días como estanquera en Montilla, gracias a la concesión de una licencia concedida por Carlos IV.
Nacida en Aguilar de la Frontera hacia 1775, Ana María de Soto decidió travestirse de varón para cumplir su sueño: alistarse en la Infantería de Marina. De hecho, la valerosa joven consiguió ocultar su verdadera identidad desde 1793 a 1798, conviviendo en un sollado de apenas 600 metros cuadrados junto a unos 300 hombres.
Bajo la identidad falsa de Antonio María de Soto, la militar cordobesa se alistó en la sexta compañía del undécimo batallón de Infantería de Marina y se embarcó en la fragata Nuestra Señora de las Mercedes que, en el momento de su hundimiento, el 5 de octubre de 1804, dirigía el insigne marino montillano Diego de Alvear y Ponce de León.
Además de formar parte de las tripulaciones de otras embarcaciones, Ana María de Soto participó en los ataques a la comuna francesa de Banyuls-sur-Mer, en la defensa de Rosas, en el Alto Ampurdán catalán, y en la batalla del Cabo de San Vicente, que se desarrolló el 14 de febrero de 1797 frente a la costa portuguesa del Algarve y que supuso la derrota española contra los ingleses.
Tras descubrirse que, en realidad, se trataba de una mujer, se le expidió licencia de retiro en 1798 con el grado y sueldo de sargento primero, concedido por el rey Carlos IV, así como dos reales diarios de pensión. En 1799 se le otorgó licencia de estanco en Montilla, establecimiento que los historiadores ubican en la Plaza del Peso –actual Plazuela de la Inmaculada– o unos metros más abajo, en la antigua Plaza del Sotollón –que hoy corresponde a la confluencia de las calles Santa Ana, Enfermería, San Francisco Solano y Ballén–. De este negocio disfrutó interrumpidamente hasta su muerte, acaecida el 4 de diciembre de 1833, a la edad de 58 años.
El subdelegado de Defensa, Íñigo Laquidain Hergueta, coronel del Cuerpo General del Ejército de Tierra, ha visitado esta mañana el Ayuntamiento de Montilla para conocer la Sala de Marinos Ilustres y la exposición permanente de Modelismo Naval que abrió sus puertas a finales del año 2020 en la planta alta del Museo Histórico Local y que cuenta con cerca de treinta maquetas.
El alcalde de Montilla, Rafael Llamas, ha destacado la "estrecha vinculación" de la localidad con el Ejército, "no solo por la figura de Gonzalo Fernández de Córdoba, ahora que el Ayuntamiento está inmerso en la licitación del mobiliario del Museo de El Gran Capitán, que estará listo para finales de año, sino también por el proyecto de la Base Logística que el Ejército de Tierra tiene previsto levantar en Córdoba y que estará funcionando en 2027".
Por su parte, Íñigo Laquidain ha confirmado que "la Subdelegación de Defensa trabajará para que el Museo de El Gran Capitán sea un referente" y ha explicado el interés por la exposición permanente de maquetas navales que alberga la planta alta del Museo Histórico Local, así como por otras piezas de Antonio Alférez que no están expuestas al público.
Y es que, como ha indicado el coronel del Ejército de Tierra, la Subdelegación de Defensa está ultimando una exposición para "poner en valor la figura de esta militar muy desconocida fuera del ámbito cordobés, a pesar de ser una heroína de nuestra historia”.
No en vano, la Subdelegación de Defensa instituyó hace varios años los premios “Ana María de Soto”, en memoria de esta valerosa mujer, hija del montillano Tomás de Soto Salas y de la aguilareña Mencía Gertrudis de Alhama García, que acabó sus días como estanquera en Montilla, gracias a la concesión de una licencia concedida por Carlos IV.
Nacida en Aguilar de la Frontera hacia 1775, Ana María de Soto decidió travestirse de varón para cumplir su sueño: alistarse en la Infantería de Marina. De hecho, la valerosa joven consiguió ocultar su verdadera identidad desde 1793 a 1798, conviviendo en un sollado de apenas 600 metros cuadrados junto a unos 300 hombres.
Bajo la identidad falsa de Antonio María de Soto, la militar cordobesa se alistó en la sexta compañía del undécimo batallón de Infantería de Marina y se embarcó en la fragata Nuestra Señora de las Mercedes que, en el momento de su hundimiento, el 5 de octubre de 1804, dirigía el insigne marino montillano Diego de Alvear y Ponce de León.
Además de formar parte de las tripulaciones de otras embarcaciones, Ana María de Soto participó en los ataques a la comuna francesa de Banyuls-sur-Mer, en la defensa de Rosas, en el Alto Ampurdán catalán, y en la batalla del Cabo de San Vicente, que se desarrolló el 14 de febrero de 1797 frente a la costa portuguesa del Algarve y que supuso la derrota española contra los ingleses.
Tras descubrirse que, en realidad, se trataba de una mujer, se le expidió licencia de retiro en 1798 con el grado y sueldo de sargento primero, concedido por el rey Carlos IV, así como dos reales diarios de pensión. En 1799 se le otorgó licencia de estanco en Montilla, establecimiento que los historiadores ubican en la Plaza del Peso –actual Plazuela de la Inmaculada– o unos metros más abajo, en la antigua Plaza del Sotollón –que hoy corresponde a la confluencia de las calles Santa Ana, Enfermería, San Francisco Solano y Ballén–. De este negocio disfrutó interrumpidamente hasta su muerte, acaecida el 4 de diciembre de 1833, a la edad de 58 años.
J.P. BELLIDO / REDACCIÓN
FOTOGRAFÍAS: JOSÉ ANTONIO AGUILAR
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