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Rafael Soto | ETA, el cine y otras tontunas

Las diferencias entre el sanchismo y la derecha política son tan reducidas que dificultan el argumentario de los populares. Resultaría obsceno que criticaran al Kennedy español por su autoritarismo cuando ellos mismos lo llevan en el ADN. Y, aun así, no deja de haber mononeuronales que lo hagan.


Resultaría extraño que los populares criticaran su absoluta falta de escrúpulos, tratándose de un partido que culpó a ETA de un atentado terrorista para que no le afectara en las elecciones. Y alguno hay… Gracioso, eso sí, es cómo los dos partidos mayoritarios se acusan de corrupción. Tanto, como hilarante que sus fieles discutan por quién ha robado menos. Mejor que llorar, ¿no? Los dos se acusan de mangonear a la Justicia, cuando tanto unos como otros han exclamado el tan nefasto “ahora nos toca a nosotros”.

Ha sido gracioso ver a Sánchez marcarse un ‘Anzar’, dándose golpes de pecho por su foto con Biden. ¿Alguien se imagina a Julio Anguita, último gran político de izquierdas, haciendo algo así? Fuimos muchos los que, durante el 15M, criticamos a los partidos mayoritarios al grito de “PSOE, PP, la misma mierda es”. Por desgracia, muchos progresistas de bote parecen haberlo olvidado. O peor, han necesitado creer que el sanchismo ha supuesto algún cambio real y para bien. Más bien lo contrario.

La manipulación obscena de los datos oficiales ya no nos escandaliza, y vemos con naturalidad que se usen las instituciones del Estado para hacer campaña o el abuso en el uso de la publicidad institucional para manipular a los medios de comunicación. Todo vale. Todo.

Quizá por eso, el único argumento válido que les queda son los socios de cada uno. La extrema derecha resulta rancia, paleta y peligrosa, pero es leal al Estado por definición —o debería de serlo—. Por el contrario, los pactos con los supremacistas vascos, con su tufo etarra, y catalanes, traidores al Estado desde el punto de vista en que se mire, y con orgullo, resultan de muy difícil justificación, tanto desde un punto de vista ideológico como práctico.

Casi tanto como los acuerdos con la sopa de letras de la extrema izquierda. Ya no hay auténtica argumentación ideológica que sostenga tanto chiringuito particular. Vemos a una integrante del Partido Comunista sumando en un proyecto al que, más allá de la palabrería, no se le encuentra una sola diferencia de calado con el proyecto de Podemos.

Un Podemos que cada día ofrece una excentricidad diferente. Todo esto, por no hablar de un Más País que es como Ayuso y la Mahou —solo gustan en Madrid, pero los tenemos en todas partes—, y al que tampoco se le encuentran diferencias ideológicas de calado con respecto a la vieja Izquierda Unida.

Solo los niños tienen las manos limpias, no cabe duda. Sin embargo, siento cierta aversión contra lo caricaturesco, en especial, por su carácter grotesco. Y no cabe duda de que ver al presidente del Gobierno de España prometiendo entradas de cine a dos euros es grotesco de narices.

No sé de dónde saldrá el dinero con que pagarán tanta promesa electoral —si es que no tiene trampa— y, sobre todo, lo que harán cuando se jueguen el pellejo en las generales. Quizá le impongan una tasa a la respiración o un impuesto verde a la cerveza. A saber la tontuna con las que nos salen ahora. Solo hay algo seguro: gobiernen unos u otros, el que va a pagar sus imbecilidades es usted.

Haereticus dixit

RAFAEL SOTO
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