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Rafael Soto | Sobre el fomento de la lectura

Nunca se ha leído tanto ni, aunque resulte paradójico, ha habido tanto desprecio a la cultura. Por suerte, las bibliotecas siguen constantes en su labor de fomento de la lectura. De acuerdo con los datos ofrecidos por la Federación de Gremios de Editores de España, el número de personas que lee por ocio ha aumentado un 5,7 por ciento en nuestro país en la última década. Solo un tercio de la población prescinde del placer de la lectura.


Por desgracia, Andalucía sigue estando entre las regiones con peores índices. La población lectora se encuentra un 5,1 por ciento por detrás de la media, si bien ha aumentado un 4,6 por ciento en la última década.

Hay razones para estar contentos, a pesar de todo: jamás se ha leído tanto. Aunque es cierto que ha habido tanta preocupación por que la gente leyera que nadie ha hecho mucha incidencia en el tipo de libros que lee o en la actitud que se mantiene hacia el mundo editorial.

Este sector es el único negocio bien visto en este país, y siempre y cuando no se gane mucho dinero. Quizá, porque hay para quien aunar las palabras ‘dinero’ y ‘cultura’ es un acto de mal gusto.

Lo que más me inquieta es el creciente desprecio, explícito o implícito, que genera la cultura. Un ejemplo: las redes sociales están llenas de jóvenes –y no tan jóvenes– que desprecian de manera abierta la lectura. Hay quien, incluso, ofrece consejos para salir del paso en trabajos académicos o escolares a través del uso de la inteligencia artificial. Vivimos sumergidos en la cultura del éxito a la española: todos quieren reconocimiento sin esfuerzo.

Por desgracia, hay quien considera que la cultura es una pérdida de tiempo. Esta semana se ha entregado el Premio Cervantes en Alcalá de Henares, máximo galardón de la lengua castellana. Y, sin embargo, otro año más, el presidente del Gobierno ha considerado que era buen día para descansar. De hecho, su agenda institucional estaba libre ese día. De Atocha a Alcalá de Henares se tardan cuarenta minutos en Cercanías. Imaginémonos en coche gubernamental…

Por suerte, existe el Día del Libro para fomentar la lectura –y, con ella, otras manifestaciones culturales–, sin dependencias políticas. Un día que, bien es cierto, corre el peligro de entrar en la categoría de los sanvalentines. Para evitarlo, y sin que esto reste un ápice de importancia a la gran labor de las librerías, quisiera poner en valor el trabajo de las bibliotecas públicas.

Da igual la fecha, los cuentacuentos y los clubes de lectura son, entre otras actividades de extensión bibliotecaria, instrumentos de fomento de la lectura imprescindibles para animar a leer a personas de todas las edades y al intercambio libre de ideas y conocimientos. Casi todas las zonas rurales cuentan con una biblioteca y, donde no llegan los mostradores, suelen llegar los bibliobuses.

Ahora que tanto gusta hablar de igualdad, quisiéramos destacar que las bibliotecas son las instituciones que más fomentan la justicia social y el trato igualitario. Da igual si eres rico o pobre, todo el mundo puede solicitar un carné y llevarse ejemplares en préstamo: un libro, una película, un cómic… Incluso suelen ofrecer la lectura gratuita de prensa dentro de sus instalaciones.

Las bibliotecas públicas garantizan el acceso de todos a la cultura. Quizá, puede ser buen momento para que algún político o ‘polítique’ las visite.

Haereticus dixit

RAFAEL SOTO
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