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Rafael Soto | Las ocasiones perdidas de siempre

Es inevitable que llegue un mal día y te dé por tomarte un par de whiskeys en el local de siempre, sin los de siempre. Remueves esos cubitos de hielo que casi siempre están de más en la copa y haces como si los observaras cuando, casi siempre, la mente se encuentra ocupada en lamentar las ocasiones perdidas de siempre.


Con la política ocurre algo parecido. Hay momentos históricos que permiten ciertos debates que, cuando no se tratan de manera adecuada, se convierten en ocasiones perdidas. Lo de siempre. Una de esas oportunidades llegó en 2018. Fuera por error o buena fe, la aprobación de un sindicato de trabajadoras sexuales pudo ser un reto para un gobierno que se autodenominó ‘feminista’ desde antes de gobernar.

El debate entre las posturas abolicionistas y regulacionistas no se produjo ni en el Congreso ni en la calle. Se buscó una cabeza de turco –en este caso, la directora general de Trabajo, Concepción Pascual– y ambas ‘almas’ del gobierno dictaminaron que el feminismo debía ser abolicionista, so pena de excomunión para los herejes. Lo de siempre.

Otra de esas difíciles oportunidades históricas llegó con la covid-19. Los fondos europeos y la extraordinaria inversión pública española podrían haber permitido un debate sobre el modelo económico español, demasiado ensimismado en sectores precarios como el turismo o el ladrillo. Sin embargo, en plena dicotomía progre-facha, ninguno de los dos partidos del Régimen del 78 mostró interés alguno en debatir la cuestión. Oportunidad perdida, otra vez y como siempre.

Sí reconozco que haya habido un debate. Debate que, por lo demás, no entendió la mayor parte de la población: la denominada ‘ley trans’. El conflicto dentro del feminismo fue atroz y deterioró a toda una ministra como fue Carmen Calvo. Y para un debate que hubo, lo cierto es que la mayor parte de la población quedó ajena al mismo. Entre otras cosas, porque no entendía sus implicaciones y se sorprendía con sus consecuencias más extremas. Obra y gracia de los partidos, pero también de una prensa que parecía titubear ante una cuestión tan delicada. Nadie quería ser ‘cancelado’. Al final, se aprobó por obra y gracia de la disciplina de partido. Lo de siempre.

La última oportunidad perdida ha sido la cuestión de la gestación subrogada. Admito en público y por escrito que es una cuestión en la que me es muy difícil posicionarme. Sobre todo, porque es una cuestión que no se puede reducir a una simple venta de niños y, menos todavía, al símil de la esclavitud (Puig dixit). Cuestión complejísima que ha sido reducida a un posicionamiento partidista y reaccionario, como suele ocurrir siempre con esta izquierda de bote.

No tengo whiskey en la mesa, ni tampoco agua. Estoy frente a un documento Word que tengo que rellenar con lo que reflexiono y, como suele ocurrir cuando pienso en la realidad político-social, me invade la melancolía. Me entristece pensar en las oportunidades perdidas y en los imbéciles de turno. Quizá, lo más triste es que la estupidez y la crueldad siempre ganen. Casi siempre. Haereticus dixit

RAFAEL SOTO
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