Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una nueva carta abierta del maestro Francisco Llopis Rubio sobre la importante labor que desarrollan los docentes. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.
Para que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea una garantía de éxito es necesario, según mi experiencia, educar también las emociones, en una escuela donde la agitación no es el factor más adecuado para crear espacios en los que se pueda enseñar desde la estabilidad y el equilibrio, siempre unidos a la educación del nivel cognitivo, valores y habilidades sociales, pilares esenciales del proceso educativo.
Es imposible que este proceso sea garantía de éxito cuando una gran parte del tiempo se dedica a resolver conflictos permanentes. Sin duda, aprendemos de esos conflictos y de su resolución, pero nos sobrepasan, no dejando el tiempo suficiente para poder poner en práctica los objetivos que se deben conseguir, reciban el nombre que reciban.
La agitación de la calle se traslada a la escuela y es difícil hacer silencios, controlar los impulsos, controlar incluso los espacios, si no se requieren de esas estrategias e instrumentos que hagan que todos los miembros y sus personalidades, en un espacio concreto, bailen al mismo compás y con la misma sintonía, respetando las diferencias y adaptándonos a la situación personal de cada uno. Ese es el arte del ser maestro y que tantas veces refiero.
El cambio permanente de actividad, la frustración ante la inactividad, la nula capacidad de hacer silencios, de saber aburrirnos sin crear traumas, la exigencia de derechos y el incumplimiento de deberes son notas evidentes dentro y fuera de las aulas.
Existe la necesidad de educar las emociones para poder conseguir que se pueda lograr esta armonía que es necesaria en la escuela, al igual que en la calle, en las familias y en las instituciones, ya que todo ello contribuye a amortiguar lo que, de la escuela paralela de la calle, nos llega y que, indudablemente, influye en nuestras escuelas.
Cuando, poco a poco, vamos siendo capaces de educarnos a nivel cognitivo y haber aprendido a saber identificar las causas de un problema, las alternativas de solución, las consecuencias de las decisiones, la utilización de los medios más adecuados, en definitiva, educar el pensamiento, es necesario el trabajo sobre las emociones con el fin de adquirir ese equilibrio necesario para estar en las escuelas y en la vida.
Siempre la precipitación hace tomar decisiones equivocadas y, posiblemente, los estados de ánimo son los que determinan las decisiones. Los estados de ánimo son las emociones que sentimos y que nos hacen manifestarnos en cada momento, dependiendo de cómo me esté afectando cada situación. Por ello es bueno hacer silencios, practicarlos y sentir quién soy, qué quiero y a dónde voy. Es necesario unas pautas para aprender estas habilidades.
Cuando no sé muy bien qué puede estar ocurriendo, no es nada descabellado dialogarlo, contrastarlo con otro, verbalizarlo e, incluso, solicitar ayuda externa, si lo necesitara. A veces nos creemos superhéroes y actuamos desde conceptos equivocados por una percepción equivocada y por considerar que nuestra mente lo sabe todo.
Está demostrado que el 90 por ciento de los problemas que tenemos están solo en el pensamiento y eso nos afecta a nuestras emociones y estados de ánimo. Si me levanto en positivo, posiblemente mis actitudes sean positivas. Si me levanto negativo y mi grano de la cara lo percibo como un pedrusco, posiblemente el día sea más pesado y distinto. Si alguien me dice “qué mala cara tienes” , lo mismo me miro al espejo y así lo veo aunque no sea real… Por ello el trabajo cognitivo es tan importante para el control emocional.
Conocerse un poco más nos ayuda a tener un mayor control sobre uno mismo y sobre todo lo que de externo pueda afectarnos. Relativizar lo no importante, graduar las actuaciones en importantes, urgentes, necesarias, secundarias… nos ayuda también al control emocional. Evitar que lo que piensen de mí me puede afectar hasta el punto de desestabilizarme es otro aspecto que se debe tener en cuenta.
Por ello es muy importante, siempre, conocerse más, saber qué cosas positivas y menos positivas hay en mí y qué es lo que quiero, para avanzar siempre en positivo y relativizar muchas de las cosas que me pueden afectar y así debemos de hacer ver al alumnado.
Alegría, tristeza, enfado, asombro, miedo, vergüenza, interés y aburrimiento son las emociones que tenemos que saber identificar para que las decisiones no sean precipitadas y, de este modo, evitemos errores que a veces pueden suponer una situación, al menos, incómoda.
En la escuela, y para que el proceso de enseñanza y aprendizaje sea garantía de éxito es necesario, no solo trabajar la inteligencia artificial, la robótica, redes informáticas y tantos otros aspectos, de moda (que también) sino formar personas equilibradas que les hagan dar respuesta a las necesidades personales de cada día, con equilibrio y sin precipitaciones.
Si no formamos en este equilibrio, es posible que el movimiento y la agitación que existe nos haga mudos y no nos permita hablar cuando queramos. Nuestro alumnado se mueve en unas realidades donde los límites brillan, en muchos casos por su ausencia.
Es necesario que vean en nosotros modelos que les hagan, al menos, reflexionar, pararse, hacer silencios queridos. Combinar la exigencia de límites y el abrazo son elementos que, bien combinados, dan resultados realmente admirables.
Si no formamos personas equilibradas, es posible que sepan mucho de redes, de inteligencia artificial, de informática… y prescindan de los sentimientos y del elemento emocional como base de su estabilidad. ¡¡Hay elementos que nunca se pueden sustituir, entre otras cosas, porque son la base del equilibrio!! Y como dice el refrán, "el que la lleva, la entiende".
Para que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea una garantía de éxito es necesario, según mi experiencia, educar también las emociones, en una escuela donde la agitación no es el factor más adecuado para crear espacios en los que se pueda enseñar desde la estabilidad y el equilibrio, siempre unidos a la educación del nivel cognitivo, valores y habilidades sociales, pilares esenciales del proceso educativo.
Es imposible que este proceso sea garantía de éxito cuando una gran parte del tiempo se dedica a resolver conflictos permanentes. Sin duda, aprendemos de esos conflictos y de su resolución, pero nos sobrepasan, no dejando el tiempo suficiente para poder poner en práctica los objetivos que se deben conseguir, reciban el nombre que reciban.
La agitación de la calle se traslada a la escuela y es difícil hacer silencios, controlar los impulsos, controlar incluso los espacios, si no se requieren de esas estrategias e instrumentos que hagan que todos los miembros y sus personalidades, en un espacio concreto, bailen al mismo compás y con la misma sintonía, respetando las diferencias y adaptándonos a la situación personal de cada uno. Ese es el arte del ser maestro y que tantas veces refiero.
El cambio permanente de actividad, la frustración ante la inactividad, la nula capacidad de hacer silencios, de saber aburrirnos sin crear traumas, la exigencia de derechos y el incumplimiento de deberes son notas evidentes dentro y fuera de las aulas.
Existe la necesidad de educar las emociones para poder conseguir que se pueda lograr esta armonía que es necesaria en la escuela, al igual que en la calle, en las familias y en las instituciones, ya que todo ello contribuye a amortiguar lo que, de la escuela paralela de la calle, nos llega y que, indudablemente, influye en nuestras escuelas.
Cuando, poco a poco, vamos siendo capaces de educarnos a nivel cognitivo y haber aprendido a saber identificar las causas de un problema, las alternativas de solución, las consecuencias de las decisiones, la utilización de los medios más adecuados, en definitiva, educar el pensamiento, es necesario el trabajo sobre las emociones con el fin de adquirir ese equilibrio necesario para estar en las escuelas y en la vida.
Siempre la precipitación hace tomar decisiones equivocadas y, posiblemente, los estados de ánimo son los que determinan las decisiones. Los estados de ánimo son las emociones que sentimos y que nos hacen manifestarnos en cada momento, dependiendo de cómo me esté afectando cada situación. Por ello es bueno hacer silencios, practicarlos y sentir quién soy, qué quiero y a dónde voy. Es necesario unas pautas para aprender estas habilidades.
Cuando no sé muy bien qué puede estar ocurriendo, no es nada descabellado dialogarlo, contrastarlo con otro, verbalizarlo e, incluso, solicitar ayuda externa, si lo necesitara. A veces nos creemos superhéroes y actuamos desde conceptos equivocados por una percepción equivocada y por considerar que nuestra mente lo sabe todo.
Está demostrado que el 90 por ciento de los problemas que tenemos están solo en el pensamiento y eso nos afecta a nuestras emociones y estados de ánimo. Si me levanto en positivo, posiblemente mis actitudes sean positivas. Si me levanto negativo y mi grano de la cara lo percibo como un pedrusco, posiblemente el día sea más pesado y distinto. Si alguien me dice “qué mala cara tienes” , lo mismo me miro al espejo y así lo veo aunque no sea real… Por ello el trabajo cognitivo es tan importante para el control emocional.
Conocerse un poco más nos ayuda a tener un mayor control sobre uno mismo y sobre todo lo que de externo pueda afectarnos. Relativizar lo no importante, graduar las actuaciones en importantes, urgentes, necesarias, secundarias… nos ayuda también al control emocional. Evitar que lo que piensen de mí me puede afectar hasta el punto de desestabilizarme es otro aspecto que se debe tener en cuenta.
Por ello es muy importante, siempre, conocerse más, saber qué cosas positivas y menos positivas hay en mí y qué es lo que quiero, para avanzar siempre en positivo y relativizar muchas de las cosas que me pueden afectar y así debemos de hacer ver al alumnado.
Alegría, tristeza, enfado, asombro, miedo, vergüenza, interés y aburrimiento son las emociones que tenemos que saber identificar para que las decisiones no sean precipitadas y, de este modo, evitemos errores que a veces pueden suponer una situación, al menos, incómoda.
En la escuela, y para que el proceso de enseñanza y aprendizaje sea garantía de éxito es necesario, no solo trabajar la inteligencia artificial, la robótica, redes informáticas y tantos otros aspectos, de moda (que también) sino formar personas equilibradas que les hagan dar respuesta a las necesidades personales de cada día, con equilibrio y sin precipitaciones.
Si no formamos en este equilibrio, es posible que el movimiento y la agitación que existe nos haga mudos y no nos permita hablar cuando queramos. Nuestro alumnado se mueve en unas realidades donde los límites brillan, en muchos casos por su ausencia.
Es necesario que vean en nosotros modelos que les hagan, al menos, reflexionar, pararse, hacer silencios queridos. Combinar la exigencia de límites y el abrazo son elementos que, bien combinados, dan resultados realmente admirables.
Si no formamos personas equilibradas, es posible que sepan mucho de redes, de inteligencia artificial, de informática… y prescindan de los sentimientos y del elemento emocional como base de su estabilidad. ¡¡Hay elementos que nunca se pueden sustituir, entre otras cosas, porque son la base del equilibrio!! Y como dice el refrán, "el que la lleva, la entiende".
FRANCISCO LLOPIS RUBIO
NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de Montilla Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.