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Rafael Soto | La hora del desayuno

Manuel cuenta con tres despertadores. El primero es la radio, que suena a las 05:30 para sugerir que, quizá, podría irle bien despertarse. A las 05:35 suena la alarma de verdad en el móvil para indicarle que no tiene derecho a dormir más. Por último, existe una tercera advertencia que resulta, casi, una amenaza: una aplicación que suena a las 05:40 y que obliga a escanear un código de barras determinado para dejar de sonar.


Por suerte, la amenaza casi nunca llega a cumplirse porque el interesado se levanta a su hora y la desconecta antes de tiempo. Tras un breve remoloneo con su mujer entre las sábanas, Manuel comienza su ritual matutino. Los preliminares consisten en dirigirse al baño, asearse y enfundarse la ropa de calle. Ana, su mujer, hace lo mismo y a otro ritmo, lo que facilita la convivencia matrimonial.

Como todos los días, Manuel consulta si tiene mensajes en el móvil, abre la aplicación de marras y escucha las noticias de la mañana. Antes de desayunar, mientras que su mujer está cerrando sus propios asuntos, aprovecha para poner el lavavajillas con el sonido de la información de fondo.

Entre noticia y noticia, Manuel aprovecha para pensar en sus complicaciones cotidianas. En especial, en un gilipollas del trabajo que lo saca de quicio. Y lo que es peor: parece que es mutuo. El tipo es uno de esos que van por la vida como si no hubieran roto un plato. Manuel recordaba las palabras de su madre: “Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava me libraré yo”. No sabe cómo actuar.

Mientras que Manuel se ocupaba en estos pensamientos, el lavavajillas iba llenándose de platos y la cocina de malas noticias. Ahora no sé qué de unos bancos estadounidenses en bancarrota. El hombre deja de darle vueltas a la cabeza y se para a pensar en lo de los bancos. Decide hacer como si nada y sigue a lo suyo. Hacía días que hablaban del asunto.

¿Qué debía de hacer con el capullo? Quizá, lo mejor sería dejar que se caiga él solo con todo el equipo. ¿Para qué meterse en problemas? Las palabras mínimas y ya está. Los tontos acaban cayendo por sí mismos. La locución continúa: nuevas leyes progresistas que nos devuelven al Medievo, nuevos impuestos y los criminales de siempre en la calle, con corbata o sin ella…

Manuel ha terminado de poner el lavavajillas y, tras lavarse las manos, concluye que ha llegado la hora del momento más feliz de la mañana: el desayuno. Dos cafés manchados y dos tostadas con aceite y aguacate. Y el vasito de agua para cada uno, por supuesto.

El olor del café siempre le produce un inmenso placer, así como la textura de una tostada calentita bien hecha. Ana llega justo a tiempo para escuchar cómo el podcast insiste en el problema de los bancos estadounidenses. “¿Y si es cosa seria?”, consulta con su marido mientras que se sienta en la mesita de la cocina.

Lo cierto es que Manuel había leído sobre el tema el día anterior y los expertos de sus medios de comunicación de referencia lo habían tranquilizado. Así se lo reconoce a su mujer, aunque sigue poco convencida: “Hablamos de los mismos que dijeron que lo de la Crisis era mentira, que la covid-19 era cosa de fachas, que la reforma eléctrica nos beneficiaría a todos y que la Tercera Guerra Mundial era inminente”.

La tostada no evita el mal cuerpo. Muy temprano para esas profundidades. Manuel toma un sorbo de café y centra todos sus esfuerzos en salvar la cuestión lo mejor posible. “Lo más probable es que no sea nada. Sin embargo, ¿y si de verdad pasara algo? ¿Podría cambiarlo? ¿Podemos prever algo, más allá de sacar el dinero del banco?”, insiste Manuel sin demasiado convencimiento.

Están hartos de la situación, cada año algo nuevo: se sienten impotentes. Lo peor es la sensación de que no tienen control alguno sobre sus vidas. Todo lo contrario: son esclavos de un sistema que los explota y que los hace cómplices. Lo saben, y no pueden hacer nada para evitarlo.

Ana agacha la cabeza y retoma el café: “Que sea lo que tenga que ser”. Ambos se terminan el desayuno mientras que piensan en sus cosas. Cada uno en silencio, como parte del ritual diario que precede al trabajo. Tienen por delante un día que se les hará muy largo.

Haereticus dixit

RAFAEL SOTO
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