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María Jesús Sánchez | Alegrías ajenas

Hoy he hablado con una amiga con la que no tenía contacto desde hacía mucho tiempo. Una de esas buenas personas con las que conectas desde el principio y que está ahí aunque pasen los meses sin hablar. Ella, que ha atravesado varios desiertos en estos años –desiertos durísimos y sin pizca de agua, sostenida solo por su pequeño cuerpo y su gran determinación–, parece que ha encontrado por fin un oasis en el que respirar y poder descansar, donde las batallas no son a muerte.


¡Qué alegría que a la gente buena le vaya bien! Porque la vida se suele cebar con ellas y con su fragilidad. Los psicópatas no sufren. Ya ella se desembarazó de uno y ahora vuela libre acompañada solo por quien la quiere y le desea el bien.

¡Clases de autoestima para todos nosotros ya! Y, sobre todo, para los niños y niñas, para que el futuro sea un sitio mejor. Pobrecillos, nos pasamos todo el día hablándoles de lo mal y lo difícil que está todo. Recuerdo la pregunta de una niña a su madre: "Mamá, ¿yo siempre he vivido en crisis?".

Hablémosles de quererse a sí mismos, de no consentir que nadie los dañe, de defender su dignidad. Vale ya de sufrir por sufrir y de permitir que otros nos pisoteen por el miedo; un miedo que nace de valorarse poco. Para que haya un verdugo, tiene que haber una víctima. Dejemos de ser víctimas en las relaciones personales, en el trabajo y en todos sitios. Que los verdugos no tengan cabida en una vida que es muy corta.

Desde mi 50 añitos vuelvo a ver algunas películas que de niña me gustaban y que ahora me chirrían. En My fair lady me parece horrible que ella decida quedarse con él o enamorarse de él después de tratarla como un objeto todo el tiempo y de no haber mostrado ni un ápice de ternura hacia ella o hacia sus circunstancias en ningún momento.

El amor no es ciego, solo lo es cuando no te quieres, porque si te quieres, te preguntas: "¿De verdad que yo me merezco esto? ¿Este trato?". Otro ejemplo es Lo que el viento se llevó: ese hombre que nos parecía tan seguro de sí mismo y que se quería tan poco. Toda la película va detrás de una mujer fría, calculadora, que antepone sus intereses a cualquier sentimiento ajeno, ya sea de su hermana o de algún hombre. Y, por si fuera poco, se casa con ella. ¿Qué esperabas? ¿Que fuera buena madre? Si ya era una arpía y te ninguneaba... ¿la vas a elegir de madre de tus hijos? Unos niños que no nacieron del amor y que no contaron con una madre que los quisiera.

En fin, son cosas que se me pasan ahora por la cabeza, años después de liberarme de estereotipos creados para sufrir. Mi más grande enhorabuena, amiga, te lo mereces. Y disfruta de tu nuevo presente y saborea el amor de verdad, ese que te quiere, te mima y te cuida.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
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