La fotografía de esta semana me sirve como excusa para felicitar a la Reina Sofía por su ejemplo en lo que a respeto y lucha por la protección de los animales se refiere. La imagen, sin duda simpática, la tomé en una visita que la Reina Emérita hizo en el año 2009 a La Casa del Burro en Rute, durante la cual, Doña Sofía apadrinó y bautizó con anís a un burro al que le puso el nombre de Lluvia. Curiosamente, el pollino es hijo de Camila, una burra bautizada por el desaparecido Camilo José Cela quien, en su momento, fue el enlace que permitió el inicio de la relación de la Casa Real con Adebo.
Durante la visita, la madre del Rey Felipe VI dijo estar dispuesta a llevar a sus nietos a conocer los burros de Rute, y se fotografió con su propia cámara para enseñar y presumir de los animales que Adebo regaló a la Casa Real: en concreto, un par de burritos a cada una de las infantas y, también, a los entonces príncipes Felipe y Letizia, con motivo de su boda.
La Reina mostró una sensibilidad con los animales que me sorprendió, aunque el mayor acercamiento lo tuvo con Mandela, un burro que fue rescatado tras años de encierro en una cueva de las Alpujarras granadinas. La Reina llegó a dejarse "rascar" la espalda por Mandela, mediante movimientos rítmicos de la cabeza del animal, al que llegó a dejar que la besase en una mejilla, animada y entre risas, por Pascual Rovira, responsable de la asociación, quien le confesó que el secreto de la obediencia y amabilidad de Mandela radicaba en los muchos bombones con los que lo premiaba.
Esto no deja de ser un comentario de una fotografía o una reflexión acerca de una grata experiencia vivida mientras trabajaba. Pero la realidad es que, a diario, leemos y vemos noticias sobre maltrato animal o sobre las miles de mascotas que son abandonadas cuando llegan las vacaciones.
Animales domésticos comprados en pajarerías como si fueran objetos de usar y tirar; vídeos en Internet a cada cual más bestia y violento. Barbaridades que, con solo mirar a los ojos de cualquier animal, te das cuenta del sufrimiento innecesario que provocan.
Vivimos en una sociedad en continuo avance, en la que los animales gozan de innumerables comodidades que han aumentado su calidad de vida. Existen multitud de asociaciones que defienden los derechos de los animales y que velan por ello pero, sin duda, sus esfuerzos son insuficientes.
El peso de la historia del hombre y de su superioridad frente al animal ha calado hondo en la sociedad y se ha malinterpretado en abuso y maltrato. Las únicas armas para cambiar poco a poco estas malas prácticas son la educación y la justicia.
Es preciso que inculquemos a nuestros hijos el amor por los animales y que nos concienciemos de la necesidad de denunciar el maltrato animal y de poner en marcha leyes como las que recientemente se han aprobado, que castiguen y prevengan estos actos brutales contra seres vivos.
Otro problema es el folclore y la tradición en España. En la península existen multitud de fiestas en las que el maltrato animal está presente. ¿Qué hacer en estos casos? ¿A qué le damos prioridad? ¿Por qué en algunos casos estamos totalmente en contra del maltrato y, en otros, lo toleramos o, incluso, lo fomentamos?
Son preguntas de difícil respuesta. Yo mismo no soporto ver sufrir a un perro y me dan mucha pena los animales abandonados a su suerte y, sin embargo, me gusta la fiesta de los toros. ¿Una contradicción? ¿Una cuestión de índole cultural? Cualquiera sabe. De todos modos, se trata de un asunto en el que se enfrentan el pensamiento lógico y racional de repudiar el maltrato animal y el valor de la tradición, del arte y de la cultura.
Durante la visita, la madre del Rey Felipe VI dijo estar dispuesta a llevar a sus nietos a conocer los burros de Rute, y se fotografió con su propia cámara para enseñar y presumir de los animales que Adebo regaló a la Casa Real: en concreto, un par de burritos a cada una de las infantas y, también, a los entonces príncipes Felipe y Letizia, con motivo de su boda.
La Reina mostró una sensibilidad con los animales que me sorprendió, aunque el mayor acercamiento lo tuvo con Mandela, un burro que fue rescatado tras años de encierro en una cueva de las Alpujarras granadinas. La Reina llegó a dejarse "rascar" la espalda por Mandela, mediante movimientos rítmicos de la cabeza del animal, al que llegó a dejar que la besase en una mejilla, animada y entre risas, por Pascual Rovira, responsable de la asociación, quien le confesó que el secreto de la obediencia y amabilidad de Mandela radicaba en los muchos bombones con los que lo premiaba.
Esto no deja de ser un comentario de una fotografía o una reflexión acerca de una grata experiencia vivida mientras trabajaba. Pero la realidad es que, a diario, leemos y vemos noticias sobre maltrato animal o sobre las miles de mascotas que son abandonadas cuando llegan las vacaciones.
Animales domésticos comprados en pajarerías como si fueran objetos de usar y tirar; vídeos en Internet a cada cual más bestia y violento. Barbaridades que, con solo mirar a los ojos de cualquier animal, te das cuenta del sufrimiento innecesario que provocan.
Vivimos en una sociedad en continuo avance, en la que los animales gozan de innumerables comodidades que han aumentado su calidad de vida. Existen multitud de asociaciones que defienden los derechos de los animales y que velan por ello pero, sin duda, sus esfuerzos son insuficientes.
El peso de la historia del hombre y de su superioridad frente al animal ha calado hondo en la sociedad y se ha malinterpretado en abuso y maltrato. Las únicas armas para cambiar poco a poco estas malas prácticas son la educación y la justicia.
Es preciso que inculquemos a nuestros hijos el amor por los animales y que nos concienciemos de la necesidad de denunciar el maltrato animal y de poner en marcha leyes como las que recientemente se han aprobado, que castiguen y prevengan estos actos brutales contra seres vivos.
Otro problema es el folclore y la tradición en España. En la península existen multitud de fiestas en las que el maltrato animal está presente. ¿Qué hacer en estos casos? ¿A qué le damos prioridad? ¿Por qué en algunos casos estamos totalmente en contra del maltrato y, en otros, lo toleramos o, incluso, lo fomentamos?
Son preguntas de difícil respuesta. Yo mismo no soporto ver sufrir a un perro y me dan mucha pena los animales abandonados a su suerte y, sin embargo, me gusta la fiesta de los toros. ¿Una contradicción? ¿Una cuestión de índole cultural? Cualquiera sabe. De todos modos, se trata de un asunto en el que se enfrentan el pensamiento lógico y racional de repudiar el maltrato animal y el valor de la tradición, del arte y de la cultura.
FRANCIS SALAS
FOTOGRAFÍA: FRANCIS SALAS
FOTOGRAFÍA: FRANCIS SALAS