Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una nueva carta abierta del maestro Francisco Llopis Rubio sobre la importante labor que desarrollan los docentes. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.
Para que el proceso de aprendizaje, en la enseñanza y en tantos otros ámbitos de la vida, sea garantía de éxito es necesario hacer sentir a los alumnos que los quieres. Pero es insuficiente decir "te quiero" si no va acompañado de que, en efecto, sientan que los quieres. Ya lo decía una canción: "Un 'te quiero', acompañado de un gesto, es mejor que imaginarlo".
Para que este proceso sea garantía de éxito es necesario emocionar enseñando, a sabiendas de que se aprende lo que emociona. La pedagogía, la psicología y la didáctica al enseñar también son fundamentales y, para ello, es necesario ser competentes.
Queda claro que el nivel afectivo es la base para enseñar y que enseñar sin emocionar, al final, no enseña. La experiencia nos dice que incluso aquellos que no quieren tienen posibilidad de aprender si somos capaces de tocar esa fibra, esa nota, ese tema, eso que está dentro de cada uno y no se ve.
Cuando un alumno se siente escuchado y no juzgado es, posiblemente, el momento para poder llegar dentro. Es cuando se produce esa sensación de observar, de notar que esa persona quiere algo contigo, quiere que le digas, que le expreses lo que eras cuando vivías y hacías como ellos y, posiblemente, sea el momento adecuado para que acepten un consejo, una indicación, una propuesta... Es cuando comienzas a ponerte en su lugar, sin juzgarlos, cuando puedes comenzar ese proceso de enseñanza y de aprendizaje que necesitan.
Un simple gesto –chocar la mano con complicidad; un "¿cómo estás esta mañana?"; un "¿comiste bien"; un "¿qué hiciste ayer?"; una felicitación de cumpleaños; una nota de felicitación en su cuaderno; en definitiva, un "te quiero" acompañado de un gesto– posiblemente nos ayude –y, de hecho, así es– a que se quiera empezar a aprender. Nada de esto es fácil pero sí una de las bases para poder enseñar a tantos que posiblemente pueden, pero no quieren.
Siempre hemos recordado a aquellos maestros y maestras que fueron más allá de enseñarnos unas matemáticas o una lengua y, posiblemente, recordamos a aquellos que enseñaban con el corazón, que se ponían en nuestro lugar, que nos hablaban con sentimiento, incluso cuando explicaban sus asignaturas. Tú notabas que les gustaba y provocaba que nos acercásemos porque teníamos la certeza de que no se nos iba a reprochar, a ridiculizar o a juzgar.
Por eso, ser maestro es un arte en el que la materia a esculpir son personas que se inician en la vida y que siempre pueden tener referentes que les hagan enfocar su futuro con ciertas garantías de éxito. Después, la escuela paralela, la escuela de la vida, puede dar muchos vuelcos y hacer que las direcciones cambien. De todos modos, desde la escuela siempre lo tenemos que intentar. ¡Es nuestra tarea! ¡ Adelante!
Magnifiquemos todo lo que de bueno existe en cada uno de nosotros, en vez de juzgar. Muchas veces no disponemos de la información o de tener los elementos de juicio suficientes para hacer una valoración adecuada. Sigamos puliendo todo aquello que es mejorable e intentémoslo a diario.
Para que el proceso de aprendizaje, en la enseñanza y en tantos otros ámbitos de la vida, sea garantía de éxito es necesario hacer sentir a los alumnos que los quieres. Pero es insuficiente decir "te quiero" si no va acompañado de que, en efecto, sientan que los quieres. Ya lo decía una canción: "Un 'te quiero', acompañado de un gesto, es mejor que imaginarlo".
Para que este proceso sea garantía de éxito es necesario emocionar enseñando, a sabiendas de que se aprende lo que emociona. La pedagogía, la psicología y la didáctica al enseñar también son fundamentales y, para ello, es necesario ser competentes.
Queda claro que el nivel afectivo es la base para enseñar y que enseñar sin emocionar, al final, no enseña. La experiencia nos dice que incluso aquellos que no quieren tienen posibilidad de aprender si somos capaces de tocar esa fibra, esa nota, ese tema, eso que está dentro de cada uno y no se ve.
Cuando un alumno se siente escuchado y no juzgado es, posiblemente, el momento para poder llegar dentro. Es cuando se produce esa sensación de observar, de notar que esa persona quiere algo contigo, quiere que le digas, que le expreses lo que eras cuando vivías y hacías como ellos y, posiblemente, sea el momento adecuado para que acepten un consejo, una indicación, una propuesta... Es cuando comienzas a ponerte en su lugar, sin juzgarlos, cuando puedes comenzar ese proceso de enseñanza y de aprendizaje que necesitan.
Un simple gesto –chocar la mano con complicidad; un "¿cómo estás esta mañana?"; un "¿comiste bien"; un "¿qué hiciste ayer?"; una felicitación de cumpleaños; una nota de felicitación en su cuaderno; en definitiva, un "te quiero" acompañado de un gesto– posiblemente nos ayude –y, de hecho, así es– a que se quiera empezar a aprender. Nada de esto es fácil pero sí una de las bases para poder enseñar a tantos que posiblemente pueden, pero no quieren.
Siempre hemos recordado a aquellos maestros y maestras que fueron más allá de enseñarnos unas matemáticas o una lengua y, posiblemente, recordamos a aquellos que enseñaban con el corazón, que se ponían en nuestro lugar, que nos hablaban con sentimiento, incluso cuando explicaban sus asignaturas. Tú notabas que les gustaba y provocaba que nos acercásemos porque teníamos la certeza de que no se nos iba a reprochar, a ridiculizar o a juzgar.
Por eso, ser maestro es un arte en el que la materia a esculpir son personas que se inician en la vida y que siempre pueden tener referentes que les hagan enfocar su futuro con ciertas garantías de éxito. Después, la escuela paralela, la escuela de la vida, puede dar muchos vuelcos y hacer que las direcciones cambien. De todos modos, desde la escuela siempre lo tenemos que intentar. ¡Es nuestra tarea! ¡ Adelante!
Magnifiquemos todo lo que de bueno existe en cada uno de nosotros, en vez de juzgar. Muchas veces no disponemos de la información o de tener los elementos de juicio suficientes para hacer una valoración adecuada. Sigamos puliendo todo aquello que es mejorable e intentémoslo a diario.
FRANCISCO LLOPIS RUBIO
NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de Montilla Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.