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Moi Palmero | Avatar y la cautividad

Varias noticias me invitan de nuevo a ocuparme del mar. Y como no quiero entrar en polémicas por las fechas en las que estamos, incluiré esta opinión en la lista de buenos deseos para los Reyes Magos. La más reciente son las críticas que ha recibido Avatar: el sentido del agua por usar delfines en cautividad para su presentación en algunos países. Algo fuera de lugar cuando estás vendiendo que la saga es una oda al ecologismo, al amor y a la conservación de los mares. Buscando a Nemo también lo era y estuvo a punto de hacer desaparecer el pez payaso porque todos los niños lo querían en sus casas.


A la par, en Berlín estallaba el acuario de un hotel, derramando un millón de litros de agua y la friolera de 1.500 peces de 800 especies diferentes. Una estructura cilíndrica atravesada por un ascensor para que los visitantes tuviesen la sensación de estar en el fondo del mar. Lo único positivo es que sucedió de madrugada y no causó daños personales.

Ambas noticias unidas me llevan a plantear el gran reto a los Magos de Oriente, y es la desaparición de las instalaciones donde se mantienen en cautividad a muchos seres vivos, dícese acuarios, delfinarios, zoológicos, o cualquier otro eufemismo que utilicen para encubrir el beneficio económico, con el lustre de la educación ambiental y la ciencia para la conservación.

Cameron ha marcado el camino. Con el 3D ha conseguido mostrarnos el paraíso de la imaginada Pandora, el terrestre y el submarino, sin necesidad de capturar ni maltratar ningún ser vivo. Para muchos no será lo mismo ver los animales a través de una pantalla, aunque cuando los tienen delante los miran a través de su móvil para inmortalizarlos. Desde mi punto de vista puede ser una experiencia mejor, y el mensaje que lanzaremos a las generaciones futuras será diferente.

Mostrar un oso, un delfín o un simio en cautividad no es enseñar una naturaleza real. La tecnología nos puede hacer vivir la tensión de la caza de los leones que persiguen a las aterrorizadas gacelas, la felicidad de poder nadar entre tortugas marinas, la ternura de ver una loba cuidando de sus crías.

Emociones, sensaciones, vivencias, que se asemejarán más a la realidad que ver animales domesticados que, por muy bien cuidados que estén, solo sobreviven a la rutina, a la desidia y al aburrimiento como pueden. Algunos morirán sin haber vivido en libertad, y sin saber para qué sirven sus afiladas garras, o los poderosos músculos de su cola, o el temible rugido con los que los dotó la naturaleza.

Por eso, usar delfines cautivos, estresados ante la falta de estímulos, de compañía, contenidos a fuerza de pasar hambre, separados de su familia –a la que probablemente sacrificarían al atraparlos– para presentar la película, era innecesario cuando dispones de una tecnología con la que pretendes cambiar la historia del cine. Al final, el mensaje es el de siempre: mirad la belleza que debéis proteger, cuidar y conservar, mientras nosotros llenamos nuestros bolsillos haciendo lo contrario de lo que decimos.

Otra triste noticia, que me demuestra que este deseo va a ser difícil de conceder ha sido el anuncio del cierre definitivo del Aula de Mar de Málaga y el Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas. Un referente en la educación ambiental en los últimos 33 años en Andalucía.

Proyectos a los que la pandemia los metió en la UCI y la falta de apoyo de las instituciones terminaron por matarlos. Lástima que la rentabilidad, y no la educación, el servicio público y el bien común, sea el factor limitante en nuestra sociedad. Por si os sirve de consuelo, vuestro trabajo, esfuerzo y constancia fueron semilla, inspiración y senda.

Si vuestra magia, queridos Reyes, no puede contra el lobby de la cautividad, os pediría, al menos, que si alguien desea ver cetáceos, no les regaléis entradas para verlos nadar y saltar en estanques y piscinas: regaladle experiencias a bordo de embarcaciones que le lleven a navegar por el mar de Alborán, que le inviten a observar las poblaciones de delfines que saltan libres, o incluso, nadan entre las estrellas.

Por cierto, el otro día se vieron orcas en la costa de Granada, y aunque no viene a cuento, no sirva de nada, y algunos lo comparen con el “roban y salen corriendo” de Pablo Iglesias, no pagaré una entrada para ver Avatar porque, además de una oda al ecologismo, es una nueva oda americana al armamento, la fuerza militar, y justifica la violencia y la guerra como únicas maneras de salvar nuestra, su, civilización. Quizás quieren decir Ucrania y no Pandora, gas y no unobtainium, y no sean 4,37 años luz lo que nos separa, sino un puñado de banderas y de recibos de la luz.

MOI PALMERO
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