En la era de las pantallas, están las normas HD, la alta definición, imprecisa y pixelada, a conveniencia de las telecos, los oligopolios del capitalismo de plataformas y los Hijos de Puta, que son los que gobiernan la red. En esta modernidad líquida, nuestra vida más que digital está gobernada por la curia de los HDP, una especie proliferante, que se multiplica como conejos, campando a sus anchas hasta descarrilarnos por el AVE de la velocidad controlada, que es tanto como el momento autómata programado y sin sentido.
Pero casos como GameStop anticipan la guerra que tenemos, y que no es la de Ucrania precisamente. La guerra de guerrillas ha llegado para quedarse. Y los fondos buitre tiemblan porque el miedo ha cambiado de bando en plataformas de intermediadores como Robinhood.
Primero empezó el espectáculo, luego la política y el periodismo y ahora toca las finanzas. O puede que haya sucedido al revés, no hagan mucho caso a este analista. El caso es que es notorio el descontento de los nadie. En foros como WallStreetBots lograron articular una respuesta coordinada contra los especuladores que da que pensar. Más aún cuando se da la paradoja DE que el caso fue sobre un negocio del juego y no vemos aun el videojuego en el que nos han metido los hijos de Wall Street, o de Reagan, que para el caso es lo mismo.
No en vano, este hiperrealismo hijo de perra es una suerte de neobarroquismo ya anticipado por Calabrese. Una cultura del exceso que prolifera por encima de nuestras posibilidades. En 2030, la Agenda ODS no sabemos si cumpllirá siquiera la mitad de sus objetivos pero, mientras, Amazon consumirá, previsiblemente, el 10 por ciento de la electricidad mundial como mínimo, mientras nos felicita las fiestas en Navidad con un mensaje sobre la empatía y la amistad, cuando quieren jodernos la vida.
Ya saben, los vendepatrias y traidores a la causa del pueblo siempre pueden prometer y prometen, para luego ejecutar lo contrario. Pero no me hagan mucho caso. Vivir entre pantallas es lo que tiene: que uno confunde los planos y termina hablando del franquismo sociológico, debe ser por exceso de información.
La neurosis de una iconofagia que no cesa como derroche de imágenes y bits o píldoras de información deriva por sistema en el colapso. Hay datos alarmantes ya. Los tratamientos por adicción al móvil han crecido un 300 por ciento, un trastorno ya diagnosticado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), otra pandemia de la que nunca hablamos.
Perdemos ciencia, conciencia y paciencia. Signos de un mundo a la deriva que puede y debe ser enrumbado. Quizás por ello debamos hablar de economía política del tiempo. La pérdida de la periodicidad, no sé si es la muerte del periodismo por la aniquilación del intervalo como imposición del ritmo frenético del capital.
En palabras de Martín Caparrós, “los medios quieren mandarte un flujo constante interminable porque su negocio consiste en mantenerte pinchado non stop”. Así que, parafraseando al gran Charly García, nos siguen pinchando abajo. Es hora de guillotinar tal mangoneo, aunque sea por puro cansancio o por mera salud pública.
Pero casos como GameStop anticipan la guerra que tenemos, y que no es la de Ucrania precisamente. La guerra de guerrillas ha llegado para quedarse. Y los fondos buitre tiemblan porque el miedo ha cambiado de bando en plataformas de intermediadores como Robinhood.
Primero empezó el espectáculo, luego la política y el periodismo y ahora toca las finanzas. O puede que haya sucedido al revés, no hagan mucho caso a este analista. El caso es que es notorio el descontento de los nadie. En foros como WallStreetBots lograron articular una respuesta coordinada contra los especuladores que da que pensar. Más aún cuando se da la paradoja DE que el caso fue sobre un negocio del juego y no vemos aun el videojuego en el que nos han metido los hijos de Wall Street, o de Reagan, que para el caso es lo mismo.
No en vano, este hiperrealismo hijo de perra es una suerte de neobarroquismo ya anticipado por Calabrese. Una cultura del exceso que prolifera por encima de nuestras posibilidades. En 2030, la Agenda ODS no sabemos si cumpllirá siquiera la mitad de sus objetivos pero, mientras, Amazon consumirá, previsiblemente, el 10 por ciento de la electricidad mundial como mínimo, mientras nos felicita las fiestas en Navidad con un mensaje sobre la empatía y la amistad, cuando quieren jodernos la vida.
Ya saben, los vendepatrias y traidores a la causa del pueblo siempre pueden prometer y prometen, para luego ejecutar lo contrario. Pero no me hagan mucho caso. Vivir entre pantallas es lo que tiene: que uno confunde los planos y termina hablando del franquismo sociológico, debe ser por exceso de información.
La neurosis de una iconofagia que no cesa como derroche de imágenes y bits o píldoras de información deriva por sistema en el colapso. Hay datos alarmantes ya. Los tratamientos por adicción al móvil han crecido un 300 por ciento, un trastorno ya diagnosticado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), otra pandemia de la que nunca hablamos.
Perdemos ciencia, conciencia y paciencia. Signos de un mundo a la deriva que puede y debe ser enrumbado. Quizás por ello debamos hablar de economía política del tiempo. La pérdida de la periodicidad, no sé si es la muerte del periodismo por la aniquilación del intervalo como imposición del ritmo frenético del capital.
En palabras de Martín Caparrós, “los medios quieren mandarte un flujo constante interminable porque su negocio consiste en mantenerte pinchado non stop”. Así que, parafraseando al gran Charly García, nos siguen pinchando abajo. Es hora de guillotinar tal mangoneo, aunque sea por puro cansancio o por mera salud pública.
FRANCISCO SIERRA CABALLERO