“Es un conjunto de textos que se acercan a la hora postrimera del ser humano buscando tanto el sentido de la vida temporal como la posibilidad de concebir una esperanza de supervivencia en otra dimensión”. Con estas palabras nos presenta Juan Rafael Mena sus Prosas crepusculares, que integran un total de ochenta y seis textos (de extensión desigual, aunque todos ellos breves), en forma de prosa poética.
Desde el presente, el autor vislumbra ya la llegada del ocaso: es el momento de volver la vista atrás para examinar su vida a través de la evocación, Pero es, también, la ocasión propicia para plantearse ciertos enigmas: qué se oculta en ese más allá, tras la línea del horizonte; qué esconden esos otros mundos –otras vidas– desconocidos.
Advertimos que cada texto es autónomo aunque, en su conjunto, percibimos una doble mirada: desde el presente –“Estoy frente al ocaso”, avisa desde el primero de ellos–, alternativamente regresa al pasado –“Soy un bosque de neblinas y también anfitrión de recuerdos”– y progresa hacia un futuro incierto que llaman eternidad: “un valle de preguntas”.
La introspección –“Cara a cara con la propia conciencia”– es el hilo conductor de estos textos: le da ocasión para desplegar un amplio abanico de reflexiones, interrogantes, meditaciones, recuerdos y algunos breves relatos (“Invocación silenciosa”, “El santo”, “Héroe a regañadientes”, “¡Al cielo con ella!”…) que, como hemos indicado, basculan entre la revisión de su pasado y el planteamiento de las incógnitas que nos depara esa “otra dimensión”.
La evocación de su vida –la contemplación desde el recuerdo– se halla fuertemente ligada a la naturaleza, a escenas de la vida cotidiana… Pero más allá de la mera anécdota, cobra fuerza la meditación (que, a veces, se nutre de textos filosóficos y religiosos): de ahí las frecuentes consideraciones sobre el paso del tiempo (representado a menudo con la imagen del río, o de los trenes) y los cambios que opera (“Responso secular”), junto con reflexiones en torno a qué es vivir: “… no es otra cosa que esperar en el andén de la vida la llegada del tren definitivo”.
Porque “Esta vida en la que te sientes instalado como un mueble en la casa es una vida de paso a otra vida,” (condición de tránsito que representa a menudo con la imagen mitológica de Caronte y su barca). Vida como peregrinaje, que implica un esfuerzo personal para conseguir el autoconocimiento que, a su juicio, requiere como condiciones indispensables la soledad y el silencio (“Aprendiz de la vida”).
Pero “Al llegar a la última estación” invoca y ruega a la Musa “que seas tú la que me lleve al Cielo de la Poesía por el puente más firme: la palabra.” Una palabra poética sabiamente manejada a lo largo de estos textos en prosa, salpicados de imágenes tan sugerentes como certeras que invitan a los lectores a participar de sus consideraciones y a compartir sus atinadas reflexiones.
El texto que cierra esta colección –“Primavera vestida de luto”– acaba con un lacónico apunte: “Marzo de 2020: Empiezan los trágicos días del coronavirus…”. Y comprendemos, cuando se acaban de cumplir dos años de ese duro confinamiento, que este último dato es realmente el punto de partida que da sentido a este libro.
Por encima de lo que otros hubieran convertido en mero ejercicio de palabrería superflua, se alza la voz de Juan Rafael Mena, serena y grave, para alertarnos sobre la condición transitoria de la vida humana y, al mismo tiempo, para enseñarnos a aceptar –y agradecer– el regalo que supone: “…antes de poner el pie en el pescante, quiero dejarle a la vida en sus manos de cactus y rosas un adiós agradecido donde lloran y ríen los años tan zurcidos de tantas y vivas ilusiones, algunas denegadas y otras afirmadas con la boca del júbilo”.
Ficha técnica
Título: Prosas crepusculares.
Autor: Juan Rafael Mena.
Edita: Tertulia Río Arillo.
Ciudad: Cádiz.
Año: 2020.
ISBN: 978-84-122481-5-9.
Desde el presente, el autor vislumbra ya la llegada del ocaso: es el momento de volver la vista atrás para examinar su vida a través de la evocación, Pero es, también, la ocasión propicia para plantearse ciertos enigmas: qué se oculta en ese más allá, tras la línea del horizonte; qué esconden esos otros mundos –otras vidas– desconocidos.
Advertimos que cada texto es autónomo aunque, en su conjunto, percibimos una doble mirada: desde el presente –“Estoy frente al ocaso”, avisa desde el primero de ellos–, alternativamente regresa al pasado –“Soy un bosque de neblinas y también anfitrión de recuerdos”– y progresa hacia un futuro incierto que llaman eternidad: “un valle de preguntas”.
La introspección –“Cara a cara con la propia conciencia”– es el hilo conductor de estos textos: le da ocasión para desplegar un amplio abanico de reflexiones, interrogantes, meditaciones, recuerdos y algunos breves relatos (“Invocación silenciosa”, “El santo”, “Héroe a regañadientes”, “¡Al cielo con ella!”…) que, como hemos indicado, basculan entre la revisión de su pasado y el planteamiento de las incógnitas que nos depara esa “otra dimensión”.
La evocación de su vida –la contemplación desde el recuerdo– se halla fuertemente ligada a la naturaleza, a escenas de la vida cotidiana… Pero más allá de la mera anécdota, cobra fuerza la meditación (que, a veces, se nutre de textos filosóficos y religiosos): de ahí las frecuentes consideraciones sobre el paso del tiempo (representado a menudo con la imagen del río, o de los trenes) y los cambios que opera (“Responso secular”), junto con reflexiones en torno a qué es vivir: “… no es otra cosa que esperar en el andén de la vida la llegada del tren definitivo”.
Porque “Esta vida en la que te sientes instalado como un mueble en la casa es una vida de paso a otra vida,” (condición de tránsito que representa a menudo con la imagen mitológica de Caronte y su barca). Vida como peregrinaje, que implica un esfuerzo personal para conseguir el autoconocimiento que, a su juicio, requiere como condiciones indispensables la soledad y el silencio (“Aprendiz de la vida”).
Pero “Al llegar a la última estación” invoca y ruega a la Musa “que seas tú la que me lleve al Cielo de la Poesía por el puente más firme: la palabra.” Una palabra poética sabiamente manejada a lo largo de estos textos en prosa, salpicados de imágenes tan sugerentes como certeras que invitan a los lectores a participar de sus consideraciones y a compartir sus atinadas reflexiones.
El texto que cierra esta colección –“Primavera vestida de luto”– acaba con un lacónico apunte: “Marzo de 2020: Empiezan los trágicos días del coronavirus…”. Y comprendemos, cuando se acaban de cumplir dos años de ese duro confinamiento, que este último dato es realmente el punto de partida que da sentido a este libro.
Por encima de lo que otros hubieran convertido en mero ejercicio de palabrería superflua, se alza la voz de Juan Rafael Mena, serena y grave, para alertarnos sobre la condición transitoria de la vida humana y, al mismo tiempo, para enseñarnos a aceptar –y agradecer– el regalo que supone: “…antes de poner el pie en el pescante, quiero dejarle a la vida en sus manos de cactus y rosas un adiós agradecido donde lloran y ríen los años tan zurcidos de tantas y vivas ilusiones, algunas denegadas y otras afirmadas con la boca del júbilo”.
Ficha técnica
Título: Prosas crepusculares.
Autor: Juan Rafael Mena.
Edita: Tertulia Río Arillo.
Ciudad: Cádiz.
Año: 2020.
ISBN: 978-84-122481-5-9.
MARÍA DEL CARMEN GARCÍA TEJERA
FOTOGRAFÍA: REAL ACADEMIA DE SAN ROMUALDO