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Aureliano Sáinz | Niños y niñas en familias reconstituidas

Si hubiera que hablar de los grupos sociales que en nuestro país han tenido importantes transformaciones, sin lugar a dudas, habría que citar de modo significativo el de la familia. Ya no es solo la familia que solemos llamar "tradicional" la única presente, sino que hay otras formas que pueden ser minoritarias que conviene considerarlas, especialmente cuando se trabaja en el campo educativo, pues niños y niñas pueden vivir en otros modelos como son las familias reconstituidas.


A lo largo del tiempo, han sido diversos los artículos en los que he abordado los cambios familiares, no solo aludiendo a los que tratan de la separación de los padres y que buscan la construcción de nuevas familias, fenómeno, por cierto, muy presente en nuestra sociedad. También a aquellos en los que se aborda el fallecimiento de uno de los cónyuges y se desea crear una nueva relación de pareja, conllevando a lo que actualmente denominamos como "familias reconstituidas".

Así pues, entendemos como familia reconstituida a aquella forma familiar compuesta por dos adultos, en el que uno de los miembros, o los dos, aporta hijos de su relación anterior, y que surge por el fallecimiento de un cónyuge o por la ruptura de una pareja anterior

Sobre el número de este tipo de familias existentes en nuestro país es un tanto difícil de precisar, puesto que, por un lado, los datos que se tienen de ellas aportados por el Instituto Nacional de Estadística vienen referido al año 2004, en el se daba la cifra de 232.863 familias, con 465.588 hijos. Por otro, hay quienes optan por llevar la convivencia en pareja sin crear los vínculos matrimoniales, lo que conllevaría a que las cifras serían muy superiores a las mostradas por el INE.

De todos modos, quisiera apuntar que las investigaciones que he llevado a cabo se centran en conocer, través de los dibujos, cómo los niños o las niñas autores de los mismos interpretan emocionalmente sus nuevas situaciones.

Es, por ejemplo, lo que acontece con el dibujo de la portada de una niña de 9 años, la cual, al pedir en su clase que representaran a la familia, se trazó en medio de sus padres biológicos, junto a su hermana pequeña. En el lado izquierdo de la escena, aparecen su padrastro y su pequeño hermanastro. Y todo ello dentro de un dibujo alegre, tranquilo, con el título en letras grandes, expresando que todos ellos conforman su nueva familia.


En el estudio de las familias reconstituidas, debemos considerar que en el inicio de la separación de los padres hay una fase en la que no necesariamente aparecen dibujadas las parejas de algunos de ellos (caso de que las hubiera). Son los difíciles y complicados períodos de transición que no se sabe muy bien hacia dónde conducen. En ellos, no obstante, los hijos entienden que su padre y su madre ya no viven en el mismo espacio, que cada uno tiene su propia casa, por lo que suelen expresarlo, tal como aparece en el dibujo precedente, mediante una línea vertical de separación, de modo que se representan con uno o con otro, dependiendo del grado de afinidad emocional que mantengan con cada uno de sus progenitores.


Habitualmente, y desde fuera, se tiene tendencia a ver con excesiva dramatización la creación de una nueva familia, pensando que los hijos o hijas vivirán traumatizados y sin ser capaces de establecer vínculos emocionales sanos con los nuevos miembros. Las investigaciones que he llevado a cabo desmienten esa creencia, pues todo el complejo y doloroso proceso de separación va a depender en gran medida de cómo los progenitores afronten este cambio.

Como ejemplo de que las escenas trazadas por los escolares pueden no coincidir con esta visión tan dramática, indico que, en el dibujo que acabamos de ver de una chica de 11 años, comienza trazándose a sí misma portando una camiseta con un corazón. Posteriormente, representa a su padre y a su madre a los que coge de las manos, antes de pasar a su pequeño hermano en la izquierda. Ya en la derecha, muestra a la nueva pareja de su madre, cogida también de la mano y al niño de este último.

Cierto que no todos los casos van por buen camino, ya que los hijos tendrán que enfrentarse a nuevas situaciones que ellos no imaginaban, por lo que, tal como he indicado, será responsabilidad de los padres de ser capaces de ir construyendo, en medio de la adversidad, las condiciones que faciliten el tránsito a las nuevas formas de familia en las que van a vivir. Aunque también serán los propios hijos los que faciliten u obstaculicen la formación de las nuevas familias.

Según la psicóloga clínica Cayetana García Hurtado, los retos y conflictos a los que se tienen que enfrentar los adultos serían los siguientes:

1. Se tiende a negar las dificultades propias de la nueva situación y hacer como si no pasase nada y se tratara de una familia convencional.

2. La intromisión de cónyuges anteriores es un factor que dificulta bastante, sobre todo cuando hay cuentas pendientes y la disolución anterior no ha sido amistosa.

3. El hecho de haber pasado anteriormente por una ruptura, puede generar en la nueva pareja una expectativa sesgada ante cualquier dificultad que acontezca, y ver otra separación como algo más probable.

4. Cuando la custodia es compartida y existen dos hogares, puede ocurrir que los hijos se conviertan en informadores de lo que ocurre en uno u otro lugar, siendo víctimas de la manipulación de uno de los dos padres, o ser el propio chico o chica el que chantajee con irse al otro hogar si no se cumplen sus objetivos o no se le deja hacer lo que quiere.

5. Si se tienen hijos anteriores al nuevo matrimonio, cada uno tenderá a aplicar la autoridad a su manera con ellos, dándose diferencias que dificultarán la integración de los hermanastros.

6. Boicot de los hijos a la nueva pareja, si no se ha conseguido establecerse una buena relación. Los hijos pueden ponerse en contra del nuevo cónyuge provocando que el progenitor acabe poniéndose del lado de sus hijos generando problemas en la pareja.

7. Celos del progenitor ausente hacia la relación de sus hijos con el nuevo cónyuge, dado que puede ver la amistad del niño o la niña con el otro padre o madre como una deslealtad hacia él/ella y reaccionar en consecuencia.

8. La familia externa (abuelos, tíos, primos) puede establecer diferentes relaciones con los niños, haciendo distinciones entre ellos y acentuando la situación de desigualdad.

9. Suelen darse distintos ritmo de adaptación. Por regla general, los hijos marchan a una velocidad más lenta que los padres a la hora de generar relaciones estrechas con el nuevo cónyuge. Los padres, con frecuencia, han generado su vínculo sin que los hijos tuvieran conciencia de esta nueva relación, por lo que se tiene que tener paciencia y darles tiempo suficiente sin intentar forzar la situación.

10. Se dan cambios estructurales en las relaciones de las dos familias: los hijos sufren la pérdida de la relación privilegiada que previamente tenían con sus padres biológicos y ahora tienen que compartirlo no solo con otro adulto, sino también con otros “hermanos”, en el caso que los haya.

11. En el caso de que existan varios hermanos biológicos, puede darse el caso de que cada uno se posicione en polos diferentes, siendo uno de ellos facilitador de la nueva relación y otro mantenga una actitud oposicionista.

Tras la exposición de los problemas a afrontar, tendría que plantear los cambios favorables que con el tiempo pueden darse y que por falta de espacio no lo veo ahora conveniente exponerlos. Sin embargo, no me resisto a presentar un par de dibujos más para que comprobemos que hay que analizar cada caso particular para comprender cómo responden emocionalmente los hijos o hijas.


En el dibujo anterior, de un niño de 9 años, aparecen no solo la familia de partida sino también los nuevos miembros, junto a abuelos o primos, llegando a un total de doce.

Comienza a dibujarse a sí mismo; pasa a su hermana; después a su madre y a su padre; en quinto lugar, volviendo al comienzo, traza a la mascota familiar. Al lado de su padre aparece la “pareja de papá”. En medio de ambos, dibuja una pequeña figura a la que denomina “su hijo”, al tiempo que apunta con una flecha hacia ella. Finaliza con su abuela en la parte inferior, y, en la superior, muestra a otros miembros de la familia.

Comprobamos, pues, que el autor de este dibujo no tiene problemas para describir a todos los miembros que para él forman su nueva familia.


Cierro este recorrido por las familias reconstituidas con este curioso dibujo de una chica de sexto curso de Primaria. Comienza trazando a su hermano y su abuela, para pasar a ella en el centro y, en la derecha, a su padre y a su madre. Sucede, no obstante, que sus padres no hacía mucho que se habían divorciado, de modo que su madre se casa de nuevo con un divorciado que tiene tres hijas.

La chica parece que asume que su familia se ha ampliado, por lo que decide dibujar a sus tres nuevas hermanas en tamaño pequeño en los espacios que dejan los primeros miembros. Comprobamos, pues, que las acepta sin grandes problemas, aunque la nueva pareja de su madre no le cabe, ya que ha trazado ocho personajes, que son muchos.

AURELIANO SÁINZ
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