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José Antonio Hernández | La trascendencia de los valores morales

En el mundo actual nos resulta difícil llamar por su propio nombre esa “maldad” que a veces está inoculada en las intervenciones de los poderosos y que también se aloja en el fondo secreto de muchas de nuestras decisiones aparentemente bien intencionadas.


Todavía más extraña suele ser la valoración positiva y la denominación explícita de la “bondad” como la senda más segura y más humana para lograr la felicidad personal y como el surco más fértil en el que hemos de sembrar las semillas del bienestar colectivo.

Esa es, quizás, una de las razones de mi grata sorpresa al leer Bien y mal, de Martin Buber (Madrid, Hermida Editores, 2021) que, a pesar de su profundidad, es un libro claro, interesante y provechoso. Su autor, Martin Buber (1878 -1965), filósofo judío austríaco-israelí y defensor del diálogo entre judíos y árabes en Palestina, nos ofrece una interpretación sobre el bien y el mal, apoyada en un lúcido y agudo análisis de varios salmos de la Biblia.

Tengamos en cuenta que los salmos, además de poseer unos valores poéticos y musicales, contienen claves proverbiales para interpretar la vida humana e ideas luminosas para orientar los comportamientos individuales y colectivos. En resumen, podríamos afirmar que proporcionan unos fundamentos sólidos en los que asentar una antropología y una ética.

Como el mismo autor nos explica en el “prólogo”, las imágenes del bien y del mal, que proceden de mitos israelitas y persas, nos permiten señalar su correspondencia con la realidad biográfica del hombre actual y algunas de las pautas que orientan o desorientan nuestros comportamientos sociales.

Con su interpretación de unos salmos (el 12, el 82, el 83 y el 1) y tras relacionarlos entre sí, identifica cómo la mentira alcanza un nivel supremo de perfección –y, por lo tanto, de perversión– con el fin de ser usada como un instrumento de poder y de dominio ingeniosamente controlado.

Clarificadoras nos han parecido sus denuncias categóricas de las mentiras en la vida individual y en la colectiva, y estimulantes sus explicaciones de los efectos que acarrea la pérdida de los dos valores básicos sobre los que descansa la vida en común de los hombres: la voluntad de corresponder a las expectativas de los otros y la coherencia entre los pensamientos y los comportamientos que generan falsedad en el conocimiento del mundo y de la vida, y que “falsifican las relaciones del alma con el ser”.

En mi opinión, esta obra, además de explicarnos cómo la verdad es un elemento integrante de la justicia y de la bondad, nos orienta para que miremos cara a cara la vida, nos proporciona unas razones válidas para denunciar perversiones asumidas como normales y unos criterios seguros para reflexionar sobre la trascendencia de los valores morales y sobre las consecuencias de su menosprecio.

Esta obra –interesante para los creyentes de las diferentes comunidades judías, cristianas y musulmanas–, puede ser, una valiosa ayuda para lograr el bienestar personal, familiar, social y político, un estímulo para recorrer el empinado camino que conduce al crecimiento de la justicia, al logro de la paz y, sobre todo, al fomento del respeto a los principios, a los criterios y a las pautas de la convivencia humana.

JOSÉ ANTONIO HERNÁNDEZ GUERRERO
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