Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de una carta abierta de Francisco Alcaide, colaborador de este periódico, con motivo de la celebración del Día Internacional de la Paz en la jornada de hoy, 21 de septiembre. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.
Quiero escribir sobre la Paz y todavía no he resuelto el dilema si hacerlo en verso, prosa poética, cuento o simplemente dedicar un aforismo a esa palabra tan necesitada. Paz, creo, entre tú y yo, que seré honesto conmigo mismo y dejaré fluir mis estados de ánimo y ya, si eso, que se coloquen las palabras por sí mismas a lo largo y ancho del papel.
El planeta Tierra, desde la época de nuestros vecinos de Atapuerca y sus congéneres de Altamira, siempre ha estado en guerra, peleas, disputas, enfrentamientos y sobre todo, pérdidas de vidas en razas y especies porque el mismo ecosistema así lo requería. Guerra para alimentarse, guerra por los territorios, guerra por sucesiones dinásticas, guerra por fanáticos ideales, etc., etc... El oficio de la guerra ha sido, desde el inicio de la humanidad, el empleo más cotizado aunque no sabemos si mejor pagado del mundo.
Cicerón, escritor, orador y político romano ya citó en el año 70 a.C. esta frase: "El hombre no tiene enemigo peor que el mismo" y, ciertamente, razón no le faltó al jurista y filósofo romano cuando defendió que prefería "La más injusta de la paz a la más justa de todas las guerras".
Ni el devenir de los acontecimientos ni el paso de los siglos por el abrupto calendario romano ha impedido que sigamos adoptando costumbres tan ancestrales como innatas, y es que, el espíritu de supervivencia construye todos los puentes que pasan por los ríos de la cordura.
El bueno de Bob Marley ya dijo en su momento que "Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos", pregunten sino por los 50 millones de muertos que propició la Segunda Guerra Mundial por la lucha e imposición de la raza aria y perfecta o los también millones de torturados por la Inquisición y sus dogmas de fe. Un hecho histórico y real es que la fe y la religión han sido la fuente más prolífica de violencia en toda la historia. Tan real como inhumano.
Perdón, yo quería escribir y redactar algo sobre la paz y solo encuentro beligerancias y hostilidades con tintas afiladas que bostezan en sueños incómodos a la espera de un nuevo conflicto. Llamo a la puerta estéril de la paz esperando que salga mi paloma blanca –ave que simboliza la Paz y la reconciliación tras el diluvio universal–, y es difícil encontrar en el cielo de las verdades algún resquicio de lo que hemos dejado la raza humana. Montañas de metralla, ríos de odios, aires cargados de venganzas me reciben y con un tono algo chulesco y desafiante me vociferan.
—¿Qué quieres?
Análogo a un corderito asustado, sin aliento para pronunciar vocal ninguna, me limito a susurrar en voz baja una tímida frase en medio de una multitud de mesnadas.
—Hola, ¿está aquí la Paz?
Discordantes y desafiantes me engullen millones de ojos que escalan por encima de mi cuello, como cuchillos afilados que gimen y aúlla un terror inmediato.
—¿Quién? ¿La Paz? ¿De quién estás hablando, de esa palabra que simboliza amor y luego requiere retoques de personalidad? Lo siento, si queda algo de ella, mira debajo de la estantería del perdón, que lo mismo la escoba de las injusticias no ha podido barrer el último rescoldo de su ternura.
Cerré de nuevo la puerta, antes blanca y ahora degradada y rasgada, no sin antes girar de nuevo mi cabeza sobre mi maltrecho cuerpo para poder creer, nunca una verdad dolió tanto, todo lo que mis llorosos ojos habían percibido. Una dura y cruel realidad que se convirtió en tortura justo en el momento que las bisagras de ese portón chirriaron para cerrarse definitivamente.
Pero....¿Qué fue de la Paz? ¿Qué violenta guerra libró que sus armas cayeron inertes ante tanta violencia? ¿Dónde escondió la solidaridad, dónde soterró el amor por el prójimo, dónde ocultó la sencillez, la dulzura y las caricias hacia los demás? ¿Qué hicimos? ¿Qué nos hicimos durante el transcurso de los siglos para dejar de alimentar la paz y derramar el agua que la sustentó?
Preguntas, preguntas, preguntas que arrastran, con la cuerda del miedo, las leyes más elementales del corazón. La inocencia de un niño acaba en el momento que el tiempo se adueña de su espíritu. Es más elemental una sonrisa que una mirada de odio. Estudiar el significado que la violencia descifra en la conducta humana es mucho más complicado que caminar descalzo y sangrar por las espinas de los acebos.
Mahatma Gandhi, símbolo del pacifismo durante el siglo XX pronunció en su lucha contra la descolonización de la India del Reino Unido una frase que por sí sola alimenta todos los egos y poderes de soberbia del ser humano, citando que "No hay ningún camino hacia la paz porque la paz es el camino a seguir".
Celebrar el Día Internacional de la Paz no sirve de nada si luego, cuando cierras este manifiesto llegas a tu casa y violencia desatas, no sirve de nada si sales a la calle y temor irradias, no sirve de nada si contigo mismo una guerra entablas.
Termino estas letras citando al gran Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz, orador y líder de la causa por los derechos civiles de los afroamericanos cuando dijo: "A través de la violencia puedes matar al que odias pero nunca matarás el odio que llevas en tu interior".
Por favor... busquen en sus conciencias la paz que lleva cada uno dentro y luego, que la paz sea con ustedes.
Un fuerte abrazo.
Quiero escribir sobre la Paz y todavía no he resuelto el dilema si hacerlo en verso, prosa poética, cuento o simplemente dedicar un aforismo a esa palabra tan necesitada. Paz, creo, entre tú y yo, que seré honesto conmigo mismo y dejaré fluir mis estados de ánimo y ya, si eso, que se coloquen las palabras por sí mismas a lo largo y ancho del papel.
El planeta Tierra, desde la época de nuestros vecinos de Atapuerca y sus congéneres de Altamira, siempre ha estado en guerra, peleas, disputas, enfrentamientos y sobre todo, pérdidas de vidas en razas y especies porque el mismo ecosistema así lo requería. Guerra para alimentarse, guerra por los territorios, guerra por sucesiones dinásticas, guerra por fanáticos ideales, etc., etc... El oficio de la guerra ha sido, desde el inicio de la humanidad, el empleo más cotizado aunque no sabemos si mejor pagado del mundo.
Cicerón, escritor, orador y político romano ya citó en el año 70 a.C. esta frase: "El hombre no tiene enemigo peor que el mismo" y, ciertamente, razón no le faltó al jurista y filósofo romano cuando defendió que prefería "La más injusta de la paz a la más justa de todas las guerras".
Ni el devenir de los acontecimientos ni el paso de los siglos por el abrupto calendario romano ha impedido que sigamos adoptando costumbres tan ancestrales como innatas, y es que, el espíritu de supervivencia construye todos los puentes que pasan por los ríos de la cordura.
El bueno de Bob Marley ya dijo en su momento que "Las guerras seguirán mientras el color de la piel siga siendo más importante que el de los ojos", pregunten sino por los 50 millones de muertos que propició la Segunda Guerra Mundial por la lucha e imposición de la raza aria y perfecta o los también millones de torturados por la Inquisición y sus dogmas de fe. Un hecho histórico y real es que la fe y la religión han sido la fuente más prolífica de violencia en toda la historia. Tan real como inhumano.
Perdón, yo quería escribir y redactar algo sobre la paz y solo encuentro beligerancias y hostilidades con tintas afiladas que bostezan en sueños incómodos a la espera de un nuevo conflicto. Llamo a la puerta estéril de la paz esperando que salga mi paloma blanca –ave que simboliza la Paz y la reconciliación tras el diluvio universal–, y es difícil encontrar en el cielo de las verdades algún resquicio de lo que hemos dejado la raza humana. Montañas de metralla, ríos de odios, aires cargados de venganzas me reciben y con un tono algo chulesco y desafiante me vociferan.
Análogo a un corderito asustado, sin aliento para pronunciar vocal ninguna, me limito a susurrar en voz baja una tímida frase en medio de una multitud de mesnadas.
—Hola, ¿está aquí la Paz?
Discordantes y desafiantes me engullen millones de ojos que escalan por encima de mi cuello, como cuchillos afilados que gimen y aúlla un terror inmediato.
—¿Quién? ¿La Paz? ¿De quién estás hablando, de esa palabra que simboliza amor y luego requiere retoques de personalidad? Lo siento, si queda algo de ella, mira debajo de la estantería del perdón, que lo mismo la escoba de las injusticias no ha podido barrer el último rescoldo de su ternura.
Cerré de nuevo la puerta, antes blanca y ahora degradada y rasgada, no sin antes girar de nuevo mi cabeza sobre mi maltrecho cuerpo para poder creer, nunca una verdad dolió tanto, todo lo que mis llorosos ojos habían percibido. Una dura y cruel realidad que se convirtió en tortura justo en el momento que las bisagras de ese portón chirriaron para cerrarse definitivamente.
Pero....¿Qué fue de la Paz? ¿Qué violenta guerra libró que sus armas cayeron inertes ante tanta violencia? ¿Dónde escondió la solidaridad, dónde soterró el amor por el prójimo, dónde ocultó la sencillez, la dulzura y las caricias hacia los demás? ¿Qué hicimos? ¿Qué nos hicimos durante el transcurso de los siglos para dejar de alimentar la paz y derramar el agua que la sustentó?
Preguntas, preguntas, preguntas que arrastran, con la cuerda del miedo, las leyes más elementales del corazón. La inocencia de un niño acaba en el momento que el tiempo se adueña de su espíritu. Es más elemental una sonrisa que una mirada de odio. Estudiar el significado que la violencia descifra en la conducta humana es mucho más complicado que caminar descalzo y sangrar por las espinas de los acebos.
Mahatma Gandhi, símbolo del pacifismo durante el siglo XX pronunció en su lucha contra la descolonización de la India del Reino Unido una frase que por sí sola alimenta todos los egos y poderes de soberbia del ser humano, citando que "No hay ningún camino hacia la paz porque la paz es el camino a seguir".
Celebrar el Día Internacional de la Paz no sirve de nada si luego, cuando cierras este manifiesto llegas a tu casa y violencia desatas, no sirve de nada si sales a la calle y temor irradias, no sirve de nada si contigo mismo una guerra entablas.
Termino estas letras citando al gran Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz, orador y líder de la causa por los derechos civiles de los afroamericanos cuando dijo: "A través de la violencia puedes matar al que odias pero nunca matarás el odio que llevas en tu interior".
Por favor... busquen en sus conciencias la paz que lleva cada uno dentro y luego, que la paz sea con ustedes.
Un fuerte abrazo.
FRANCISCO ALCAIDE
NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de Montilla Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.