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Aureliano Sáinz | Saharauis, un pueblo abandonado a su suerte

El reciente conflicto que ha tenido la ciudad de Ceuta con la entrada masiva de diversa gente formada mayoritariamente por niños y jóvenes marroquíes, también por algunos jóvenes subsaharianos, ha dado lugar a que tangencialmente se hable del pueblo saharaui, aunque sea a través de Brahim Ghali, líder del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), que fue ingresado en un hospital de Logroño para ser tratado de covid-19 y de un cáncer.


De lo que no se ha hablado es de que Ghali, como todos los saharauis que nacieron cuando el Sahara Occidental recibía el estatus de provincia, tenía nacionalidad española, situación que no se vio alterada hasta que vergonzosamente el territorio fue abandonado a su suerte tras la denominada Marcha Verde de 1975, organizada por Hassan II, el entonces rey de Marruecos.

Al igual que le acontece al pueblo palestino, el pueblo saharaui se siente internacionalmente aislado y sin apoyos sólidos, dado que su legítimo derecho a tener un Estado propio queda fuera de la agenda de las grandes potencias, especialmente de Estados Unidos. A partir de Donald Trump no solo se respalda abiertamente la política de apartheid del Gobierno de Israel con los palestinos, sino que también dio el visto bueno a la política anexionista de Marruecos con el Sáhara Occidental.

De nada sirve que por parte de las Naciones Unidas fuera aprobada una resolución que determinaba que el pueblo saharaui tenía derecho a un referéndum de autodeterminación acerca de si deseaba ser independiente o de pertenecer a Marruecos. Este último país siempre se ha negado a cumplir esta resolución por distintos medios, boicoteándola y chantajeando para que no pueda llevarse a cabo, pues sabe que mayoritariamente los saharauis desean ser soberanos de su propio territorio.

Para que podamos entender esta situación, brevemente, quisiera apuntar algunas fechas claves en la evolución del territorio saharaui.

La presencia de los españoles en el territorio del África sahariana se remonta hacia 1884. Un año después de la fecha mencionada, se comienza la construcción de Villa Cisneros y el establecimiento de factorías en Río de Oro y Bahía Blanca como núcleos estables (respetamos las denominaciones que por entonces se acuñaron).

En 1959, en plena dictadura franquista, un decreto del Gobierno español dispuso la unión de Río de Oro y Saguía el Hamra para la constitución de lo que sería la provincia africana del Sahara español. Ocho años más tarde, en 1967, la ONU recomienda a España su descolonización.

A pesar de las reivindicaciones constantes de Marruecos, a las que se sumó Mauritania, España se comprometió en 1974 a la celebración de un referéndum de autodeterminación, que se debía realizar en el año siguiente, al tiempo que aprueba la libertad de creación de partidos políticos.

Se forman, pues, dos partidos nacionalistas saharauis: el Frente Polisario y el Partido de la Unión Nacional Saharaui (PUNS). Con el paso de los años, solamente el primero de ellos permanecerá como el referente político de los saharauis que reclaman la independencia a través de una consulta al pueblo.

Por aquellas fechas, las reivindicaciones anexionistas de Marruecos se acentuaban, dado que la situación terminal de Franco y la crisis del sistema político en el que se encontraba sumido el pueblo español favorecían sus pretensiones.

Con sus presiones, Marruecos logró que la ONU suspendiera el anunciado referéndum y accediera a someter la cuestión al Tribunal Internacional de La Haya. El dictamen de este alto tribunal, en septiembre de 1975, no aclaró del todo el problema, por lo que Hasan II aprovechó la crisis institucional española para invadir el territorio con la llamada Marcha Verde.

Ante la ocupación del territorio saharaui, el Gobierno español respondió con clara debilidad, llegando a un acuerdo tripartito con Marruecos y Mauritania para compartir la administración del Sahara Occidental. Este acuerdo suscitó el rechazo total de Argelia y del Frente Polisario, proclamando este último, el 27 de febrero de 1976, la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).


La lucha llevada a cabo por el Frente Polisario provocó la retirada de Mauritania del Sahara, ocasión aprovechada por Marruecos para anexionarse todo el territorio. A pesar de la ocupación, los derechos de los saharauis recibieron el respaldo internacional, puesto que la RASD fue admitida formalmente, en 1982, dentro de la Organización para la Unidad Africana (OUA) como miembro de pleno derecho, lo que provocó la salida de Marruecos de esta organización.

En 1985, una resolución de las Naciones Unidas instaba a una negociación, condicionando la celebración de un referéndum en el Sahara Occidental a la retirada previa de las tropas marroquíes del territorio. Más tarde, en octubre de 1988, la ONU reafirmó el derecho inalienable del pueblo saharaui a la autodeterminación y a la independencia si mayoritariamente era respaldada esta opción.

Recordemos que tras la ocupación por Marruecos, una gran parte de la población huyó de su territorio para instalarse en Tinduf, zona desértica del suroeste de Argelia, donde viven aproximadamente 200.000 saharauis que esperan pacientemente volver a su tierra, tras la convocatoria del referéndum eternamente aplazado por los intereses de Marruecos.

En la actualidad, el pueblo saharaui está literalmente abandonado a su suerte, pues, tal como he apuntado, potencias como Estados Unidos y Francia le han dado la espalda, al tiempo que el Gobierno español se fue alejando paulatinamente de la responsabilidad de defender claramente a una población que fue considerada una provincia, por lo que los saharauis también eran españoles.

A pesar de este abandono, los saharauis siempre han contado con las simpatías de la población española, especialmente la andaluza, dada que es la zona geográfica de la península más cercana al continente africano. Esto da lugar a que los proyectos de ayuda y colaboración centrados en la enseñanza hayan sido habituales hasta que los cooperantes fueron amenazados por el terrorismo de la versión de Al-Qaeda en el Magreb y hubo que detener esta línea de trabajo.

De todos modos, quiero mostrar algunos de los dibujos de niños y niñas saharauis que realizaron en una experiencia educativa que durante unos años coordiné y que llevó una alumna de doctorado. Se trataba de que representaran gráficamente los símbolos que para ellos les eran más próximos, así como sus tradiciones, la vida en la familia, su relación con España, los paisajes que a ellos les gustaría conocer, etc.


Hemos de considerar que eran escolares que aprendían español en sus modestas escuelas, por lo que en sus paredes aparecía, junto a otras láminas, un mapa de España que era la referencia que tenían de nuestro país, teniendo en cuenta que algunos de ellos habían pasado algunos veranos en proyectos de acogida con familias andaluzas.


Todos ellos tenían muy claro la historia de su pueblo y la bandera que los representaba, por lo que era frecuente que apareciera en sus dibujos. También dibujaban las jaimas, como habitual vivienda familiar, junto a las casitas de adobe, todo ello en un terreno desértico en el que únicamente se veían cabras, aunque, ocasionalmente, se mostraran camellos.


El sueño de volver al Sahara Occidental, la tierra de sus padres y abuelos, estaba muy presente en sus mentes, aunque eran conscientes de las grandes dificultades que tenían. Ver un río con peces, contemplar un bosque de palmeras o conocer el mar eran imágenes que se repetían en los dibujos en los que plasmaban sus sueños.


En oposición a esos sueños, la tierra árida y seca, el viento que levantaba la arena de un suelo desértico, el sol abrasador del verano, el intenso frío de las silenciosas noches de invierno, eran los escenarios en los que se movían cotidianamente.

Niños y niñas saharauis, educados con criterios de igualdad en las aulas, sabían que se encontraban viviendo en los espacios solitarios de un país, Argelia, que los había acogido; quizás el único gobierno extranjero que ha hecho frente al sátrapa del país vecino. Otros países que podían tomar algunas medidas contra la anexión marroquí se han olvidado de los saharauis, dejándolos, en la práctica, abandonados a su suerte.

AURELIANO SÁINZ
FOTOGRAFÍAS: BLAS SEGOVIA
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