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Antonio López Hidalgo | Secuelas

Bueno, este sábado me vacunaron. Me fui en taxi a Sevilla, por miedo a sufrir mareos o cualquier otro percance. Me vacunaron nada más llegar al pabellón de Ciencias Económicas y Empresariales, y esperé, como me aconsejaron u ordenaron, sentado en una silla de plástico, por si sufría algún síntoma.


La enfermera, rubia con mechas, guapa, de ojos verdes aceituna, me vio un tanto abatido, perplejo o desorientado, y se ofreció a llevarme a casa. No sé qué vio en mí, porque no sentía ningún mal o incomodidad en lo más hondo de mí.

Vive en Mairena del Aljarafe. Al final, se quedó en casa. No preguntó si se podía quedar, solo se quedó. Es muy profesional. Sus masajes son increíbles: te evaporan de la realidad o de cualquier otra pandemia. Esta mañana hemos desayunado en la terraza. Ahora ha salido. Ha ido por unas mudas, cepillo para los dientes, pan y vino. Que volvería pronto, me ha recordado, con un beso apenas perceptible pero que se pega a la piel como cola de carpintero.

Dice que cocina muy bien. Que ha aprendido viendo la tele. Y que le gusta experimentar en lo que al paladar se refiere. Así creo haber entendido. Dice que está muy a gusto conmigo. Que se quedará unos días o para siempre, según. Ahora no recuerdo con claridad.

Está muy ilusionada. Debe ser verdad, porque le salen estrellitas de los ojos cuando me mira. Yo le digo que soy adicto a las soledades. Me dice que no me preocupe. Me cita a Neruda: estaré como ausente. Hace media que hora que ha salido. No sé si esperarla o vender el apartamento ya. Desde luego, las secuelas de esta vacuna contra la covid son complicadas y diferentes a otras inmunizaciones. A mí esta, desde luego, sí me va a cambiar la vida.

ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
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