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María Jesús Sánchez | Rotos

Ha cambiado mi visión sobre muchas cosas. Ahora soy más consciente de que tenemos un planeta finito, que ya no aguanta más ser un basurero. Recuerdo cuando se decía que no había que tener nada roto en casa porque traía mala suerte y nosotros, seres pequeños y asustados, hacemos mil rituales para sentir que somos dueños de nuestros destinos y que todo depende de nosotros. Pobres ilusos.



Yo era una más que tiraba objetos rotos, con la creencia de que si algo no era perfecto, no tenía valor. Y ahora me veo pegando las alas de esa bonita hadita que encontré en Inglaterra, sentada y con una flor coral en su cabello castaño. Ella para mí es un recuerdo de un inolvidable viaje con dos maravillosas personas por la campiña inglesa.

También estoy con mis viejos collares, esos que me regalaron o yo encontré en mercadillos o tiendas de todas partes, y los arreglo. Junto de nuevo sus cuentas y les doy nuevas formas. De uno me han sobrado bolas y me he hecho una pulsera preciosa. ¡Qué alegría cuando he podido resucitar ese collar largo de semillas rojas que me trajo una amiga de un viaje por América del Sur!

Utilizo envases de plástico de la fruta o cajas de cartón para organizar mis armarios de cocina. Ahora todo está en su sitio y existe un orden. Cuando veo que algo ya no necesito, o que guardo algo que ya no utilizo, practico el desapego y lo vendo en esas aplicaciones nuevas.

Me estoy deshaciendo de mi colección de discos de vinilo. Mi tocadiscos ya no funciona y la aguja es muy cara, así que los he puesto a la venta por un módico precio para que alguien disfrute esas joyas que yo he guardado con mimo durante años. Doy ropa y zapatos a los que más lo necesitan.

Me gustan esas cadenas que se forman entre mis amigas con hijos, que se pasan la ropita, los zapatos y los juguetes. No solo se ahorra, sino que además se da vida a cosas que han tenido muy poco uso porque los niños crecen.

Muchos objetos tienen varias vidas pero, a las primeras de cambio, nos deshacemos de ellos por moda o por aburrimiento. Ahora, en mi visión global del mundo, cuando veo tirar algo siempre pienso a qué lugar irá a parar, dónde estará la montaña de escombros y porquería...

Me encanta que me den ropa y estrenar su nueva vida. Y ahora me voy a recomponer un collar de bolas de cristal de colores que era de una amiga y que su hijita rompió con esa fuerza que tienen unas manitas pequeñas que empiezan a explorar la vida.

MARÍA JESÚS SÁNCHEZ
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