Montilla Digital se hace eco en su Buzón del Lector de un nuevo artículo del escritor y académico José Antonio Ponferrada Cerezo, en este caso en colaboración con varios amigos, sobre el paso por Montilla del cantautor Luis Eduardo Aute, recientemente fallecido a los 76 años de edad. Si desea participar en esta sección, puede enviar un correo electrónico a la Redacción del periódico exponiendo su queja, comentario, sugerencia o relato. Si quiere, puede acompañar su mensaje de alguna fotografía.
Pido perdón
por confundir el cine con la realidad
no es fácil olvidar...
Luis Eduardo Aute
Estimados lectores: las reacciones que me van llegando sobre Aute también pasó por Montilla me hacen pensar que, por lo general, le ha gustado al personal. Lo que seguramente se debe a que tiene la música un poder de evocación, que ríase usted de la famosa magdalena de Proust, el de A la busca del tiempo perdido. Que nos transporta a un momento, a una vida, "de su dueño tal vez olvidada", como el arpa de Bécquer. Sonidos, imágenes y hasta olores nos acuden en tropel devolviéndonos, como los hoteles de una noche de Jaime Gil de Biedma, "un olvidado sabor a uno mismo".
Así que otra vez he sentido la llamada de la tierra y me pongo a escribir. Sí, sí, como lo oyen: doña Tierra Gea de Dios, sacando un ratito de las mil pejigueras con que le zurran los trastos de sus niños, me ha llamado para preguntarme, en primer lugar, por la salud (como fina dama, aunque algo arisca, que es).
Y para enterarme, en respuesta a mi correspondiente pregunta, de que sus infantes parecen más tranquilitos últimamente, la casa más limpia y respirable y que hasta se oyen los pájaros. Eso sí (asunto que debe tratarse en conversaciones que no se tienen muy a menudo), me informa de que en su calle se murió Fulano y se murió Zutano... algunos de los vecinos mayores y alguien entre los jóvenes, que tanto echaremos de menos. Descansen en paz, séales la tierra leve.
"En el plano más personal", como se dice ahora, me comenta que según dura el castigo algunos niños hasta se pelean entre ellos. A un primo del Topamí, que le dicen el Chistorras, le ha dado por meterse con el Pedrín (¡que ya le vale al Pedrín... !). Pues anda que tú, Chistorras o como te llames.
Y el Donaldo, que es de la piel del diablo, también dale con el Pedrín, que mira qué dos... ¡Ay, señor! Si el Donaldo es un insensato mala sombra, que se pelea hasta con las moscas que pasan; este acabará mal... ¿Pues y el niño Boris, que ha habido que mandarlo una semana a la cama sin cenar? Luego se le podrá levantar el castigo, pero es lo que dice su madre: que es un rajón.
¡Resulta que doña Tierra también estuvo en el concierto del viejo Cine Ideal! Y no hagan chistes fáciles: claro que el suelo de aquel entrañable palacio de los sueños estaba terrizo; y bien fresquita que se ponía la santa tierra cuando los porteros, al caer la tarde, antes de empezar la primera sesión, le echaban una regadita. El aroma como de huerta que se levantaba hacía más deseables los altramuces, las chufas y hasta el improbable tomate de "nuestro selecto ambigú". Luego, todo se ponía perdido de pipas (pero cuánta "pe", señores...).
Tierri, llamésmola así porque entonces era más joven, estaba en Montilla dando una vuelta a sus tíos y tías de la Campiña. Me dice que se lo pasó genial en nuestra tierra, que su gente hacía vino, y que, como señora cultivada que es, se alegró mucho de ver y escuchar a aquel doncel de barba incipiente y elegantemente descuidada (según moda capilar que ya en el Renacimiento puso en boga el caballero Garcilaso el toledano, pariente del nuestro de la calle Capitán).
Todos sentados en sus sillas y mirando al escenario, que estaba en el lado opuesto a la pared en que se proyectaba el cine. ¡Qué recuerdos! (Doña Tierra se despide, vuelve a su incesante trajín). Quienes no la conozcan podrían hacerlo en este enlace.
Otro que estuvo, y en primera línea, fue mi querido amigo y pariente Manuel Bellido Mora. Me escribe Manolo en su bella prosa que guarda “luminosos recuerdos, pues era principios de verano, de aquella primera visita de Luis Eduardo a Montilla. Tengo un recuerdo vívido de todas sus andanzas por nuestro pueblo. Y de todo lo que lo rodeó. Su llegada en un Seat 124 ranchera de color blanco. La actuación propiamente dicha en el cine Ideal, con un equipo de sonido de Sonisur.
El ambiente especial, la expectación por verlo. La reseña que tú preparaste y que se entregó al público a la entrada, siguiendo una práctica muy habitual en los cineclub de la época con la ficha y comentarios de la película. Dentro de que la organización era ciertamente amateur, se cuidaron muchos aspectos, como este del texto introductorio, y el propio Aute, sintiéndose además rodeado de admiración y cariño, lo agradeció.
Aunque yo particularmente estaba entusiasmado con la presencia de un artista al que he admirado siempre, también, a la vez, temía que la gente no respondiera o que su respuesta fuera insuficiente. Pero qué va. El patio se llenó de un público muy heterogéneo que conocía bien muchas de sus canciones, especialmente aquellas que habían popularizado Massiel y Rosa León. Pero que además, se sabía las que él se había reservado para sus propias grabaciones.
Y así, una tras otras, fueron sonando aquella tarde noche: “Las cuatro y diez”, “Anda” y, por supuesto, las que venían contenidas en 'Alma' (1980), el álbum que lo trajo hasta Montilla. Con este elepé, el primero publicado por Movieplay, su nueva casa discográfica, Aute volvía a los escenarios tras una larga desaparición, que no inactividad, que él achacaba a su timidez y a un insuperable miedo a cantar en directo.
Solo unas semanas antes de su viaje a Montilla, lo había presentado en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid en un acto de reencuentro largamente esperado. Su recital fue un gran éxito y al acabar la actuación, él se entretuvo un rato hablando con quienes se le acercaron. Se le veía feliz, aunque desbordado. Yo, que había acudido esa noche para disfrutar también de las viejas y nuevas canciones, aproveché para hacerle una propuesta muy directa: que se viniera a Montilla para participar en la Primera Semana Cultural. Me dio el teléfono de su casa y quedé en llamarlo pasados unos días, como así hice.
Luego, la Concejalía de Cultura se hizo cargo del resto de trámites y permisos. Lo más sorprendente de todo es que, en ese momento, Aute no tenía representante ni ningún tipo de agente o intermediario que le organizase la agenda profesional. Se llegó a un acuerdo para el contrato y se convino una fecha, todo hablándolo personalmente con él desde el Ayuntamiento.
Siempre he pensado que fue una suerte que aceptara venir, y que lo hiciera invitado por una asamblea cultural abierta y participativa en la que se diseñó el programa entero de la Primera Semana Cultural, con las aportaciones e ideas de la gente, como tú bien recuerdas en el artículo, especificando muy oportunamente la importancia que en todo aquello tuvo Antonio Carpio [que era el concejal de Cultura].
No lo sé con exactitud, pero creo que el concierto de Montilla fue uno de los primeros, si no el primero, de Aute en la provincia de Córdoba. Tenía un porte realmente atractivo. Media melena, camisa blanca, dedos longilíneos. Y su edad estaría entonces en torno a los 35 años. Lo que ofreció fue una soberbia colección de canciones y, al acabar, aplausos y más aplausos.
De paso, aquella maravillosa actuación me obligó a desmontar algunos prejuicios tontos de aquel tiempo. Allí, entre el público entregado, había personas que yo no esperaba. Y estaban disfrutando a tope de lo que estaban viendo y escuchando.
Al acabar, recuerdo que se formó un grupo en torno al cantante. No había un plan fijo, así que no sé muy bien cómo, pero la cosa es que tomamos rumbo a la casilla de campo de mis padres, en El Cuadrado. Aute se desplazó conduciendo su propio coche. Y allí nos metimos en la bodega, con algunas patatas fritas y frutos secos. Había algún concejal y otros cuantos allegados.
Nuestro invitado aguantó el tirón como pudo, pero estaba cansado y lo que quería es irse a dormir, ya que había venido el mismo día del concierto desde Madrid, sin tregua prácticamente. Y es lo que finalmente sucedió. Pero antes hubo un par de visitantes más. De pronto, mi padre y creo que mi tío Gregorio Pedraza, intrigados por lo que estaba pasando, se dieron una vuelta y se plantaron allí. Entraron, lo saludaron y se marcharon por donde habían venido.
Tanto tiempo después, este verano hará cuarenta años, mi padre me sigue mencionando aquella noche cada vez que Aute, después ya en apoteósico triunfo, salía en televisión. Y lo ha vuelto a hacer –o yo así lo imagino, porque ahora estamos distanciados por la pandemia– cuando el pasado fin de semana se conoció la amarga noticia de su fallecimiento.
Todo esto, llevado por la emoción, es lo que se ha agolpado en mi memoria al leer tu interesante evocación”. Gracias, Bellido.
Mis hermanos Chiqui y Curro también estuvieron, muy jovencitos, en el Cine Ideal. Curro Ponferrada lo recuerda "de día, cantando "Grano de pus" [1975] a ritmo de tango." Et, voilà:
Continuará...
Pido perdón
por confundir el cine con la realidad
no es fácil olvidar...
Luis Eduardo Aute
Estimados lectores: las reacciones que me van llegando sobre Aute también pasó por Montilla me hacen pensar que, por lo general, le ha gustado al personal. Lo que seguramente se debe a que tiene la música un poder de evocación, que ríase usted de la famosa magdalena de Proust, el de A la busca del tiempo perdido. Que nos transporta a un momento, a una vida, "de su dueño tal vez olvidada", como el arpa de Bécquer. Sonidos, imágenes y hasta olores nos acuden en tropel devolviéndonos, como los hoteles de una noche de Jaime Gil de Biedma, "un olvidado sabor a uno mismo".
Así que otra vez he sentido la llamada de la tierra y me pongo a escribir. Sí, sí, como lo oyen: doña Tierra Gea de Dios, sacando un ratito de las mil pejigueras con que le zurran los trastos de sus niños, me ha llamado para preguntarme, en primer lugar, por la salud (como fina dama, aunque algo arisca, que es).
Y para enterarme, en respuesta a mi correspondiente pregunta, de que sus infantes parecen más tranquilitos últimamente, la casa más limpia y respirable y que hasta se oyen los pájaros. Eso sí (asunto que debe tratarse en conversaciones que no se tienen muy a menudo), me informa de que en su calle se murió Fulano y se murió Zutano... algunos de los vecinos mayores y alguien entre los jóvenes, que tanto echaremos de menos. Descansen en paz, séales la tierra leve.
"En el plano más personal", como se dice ahora, me comenta que según dura el castigo algunos niños hasta se pelean entre ellos. A un primo del Topamí, que le dicen el Chistorras, le ha dado por meterse con el Pedrín (¡que ya le vale al Pedrín... !). Pues anda que tú, Chistorras o como te llames.
Y el Donaldo, que es de la piel del diablo, también dale con el Pedrín, que mira qué dos... ¡Ay, señor! Si el Donaldo es un insensato mala sombra, que se pelea hasta con las moscas que pasan; este acabará mal... ¿Pues y el niño Boris, que ha habido que mandarlo una semana a la cama sin cenar? Luego se le podrá levantar el castigo, pero es lo que dice su madre: que es un rajón.
¡Resulta que doña Tierra también estuvo en el concierto del viejo Cine Ideal! Y no hagan chistes fáciles: claro que el suelo de aquel entrañable palacio de los sueños estaba terrizo; y bien fresquita que se ponía la santa tierra cuando los porteros, al caer la tarde, antes de empezar la primera sesión, le echaban una regadita. El aroma como de huerta que se levantaba hacía más deseables los altramuces, las chufas y hasta el improbable tomate de "nuestro selecto ambigú". Luego, todo se ponía perdido de pipas (pero cuánta "pe", señores...).
Tierri, llamésmola así porque entonces era más joven, estaba en Montilla dando una vuelta a sus tíos y tías de la Campiña. Me dice que se lo pasó genial en nuestra tierra, que su gente hacía vino, y que, como señora cultivada que es, se alegró mucho de ver y escuchar a aquel doncel de barba incipiente y elegantemente descuidada (según moda capilar que ya en el Renacimiento puso en boga el caballero Garcilaso el toledano, pariente del nuestro de la calle Capitán).
Todos sentados en sus sillas y mirando al escenario, que estaba en el lado opuesto a la pared en que se proyectaba el cine. ¡Qué recuerdos! (Doña Tierra se despide, vuelve a su incesante trajín). Quienes no la conozcan podrían hacerlo en este enlace.
Otro que estuvo, y en primera línea, fue mi querido amigo y pariente Manuel Bellido Mora. Me escribe Manolo en su bella prosa que guarda “luminosos recuerdos, pues era principios de verano, de aquella primera visita de Luis Eduardo a Montilla. Tengo un recuerdo vívido de todas sus andanzas por nuestro pueblo. Y de todo lo que lo rodeó. Su llegada en un Seat 124 ranchera de color blanco. La actuación propiamente dicha en el cine Ideal, con un equipo de sonido de Sonisur.
El ambiente especial, la expectación por verlo. La reseña que tú preparaste y que se entregó al público a la entrada, siguiendo una práctica muy habitual en los cineclub de la época con la ficha y comentarios de la película. Dentro de que la organización era ciertamente amateur, se cuidaron muchos aspectos, como este del texto introductorio, y el propio Aute, sintiéndose además rodeado de admiración y cariño, lo agradeció.
Aunque yo particularmente estaba entusiasmado con la presencia de un artista al que he admirado siempre, también, a la vez, temía que la gente no respondiera o que su respuesta fuera insuficiente. Pero qué va. El patio se llenó de un público muy heterogéneo que conocía bien muchas de sus canciones, especialmente aquellas que habían popularizado Massiel y Rosa León. Pero que además, se sabía las que él se había reservado para sus propias grabaciones.
Y así, una tras otras, fueron sonando aquella tarde noche: “Las cuatro y diez”, “Anda” y, por supuesto, las que venían contenidas en 'Alma' (1980), el álbum que lo trajo hasta Montilla. Con este elepé, el primero publicado por Movieplay, su nueva casa discográfica, Aute volvía a los escenarios tras una larga desaparición, que no inactividad, que él achacaba a su timidez y a un insuperable miedo a cantar en directo.
Solo unas semanas antes de su viaje a Montilla, lo había presentado en el Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid en un acto de reencuentro largamente esperado. Su recital fue un gran éxito y al acabar la actuación, él se entretuvo un rato hablando con quienes se le acercaron. Se le veía feliz, aunque desbordado. Yo, que había acudido esa noche para disfrutar también de las viejas y nuevas canciones, aproveché para hacerle una propuesta muy directa: que se viniera a Montilla para participar en la Primera Semana Cultural. Me dio el teléfono de su casa y quedé en llamarlo pasados unos días, como así hice.
Luego, la Concejalía de Cultura se hizo cargo del resto de trámites y permisos. Lo más sorprendente de todo es que, en ese momento, Aute no tenía representante ni ningún tipo de agente o intermediario que le organizase la agenda profesional. Se llegó a un acuerdo para el contrato y se convino una fecha, todo hablándolo personalmente con él desde el Ayuntamiento.
Siempre he pensado que fue una suerte que aceptara venir, y que lo hiciera invitado por una asamblea cultural abierta y participativa en la que se diseñó el programa entero de la Primera Semana Cultural, con las aportaciones e ideas de la gente, como tú bien recuerdas en el artículo, especificando muy oportunamente la importancia que en todo aquello tuvo Antonio Carpio [que era el concejal de Cultura].
No lo sé con exactitud, pero creo que el concierto de Montilla fue uno de los primeros, si no el primero, de Aute en la provincia de Córdoba. Tenía un porte realmente atractivo. Media melena, camisa blanca, dedos longilíneos. Y su edad estaría entonces en torno a los 35 años. Lo que ofreció fue una soberbia colección de canciones y, al acabar, aplausos y más aplausos.
De paso, aquella maravillosa actuación me obligó a desmontar algunos prejuicios tontos de aquel tiempo. Allí, entre el público entregado, había personas que yo no esperaba. Y estaban disfrutando a tope de lo que estaban viendo y escuchando.
Al acabar, recuerdo que se formó un grupo en torno al cantante. No había un plan fijo, así que no sé muy bien cómo, pero la cosa es que tomamos rumbo a la casilla de campo de mis padres, en El Cuadrado. Aute se desplazó conduciendo su propio coche. Y allí nos metimos en la bodega, con algunas patatas fritas y frutos secos. Había algún concejal y otros cuantos allegados.
Nuestro invitado aguantó el tirón como pudo, pero estaba cansado y lo que quería es irse a dormir, ya que había venido el mismo día del concierto desde Madrid, sin tregua prácticamente. Y es lo que finalmente sucedió. Pero antes hubo un par de visitantes más. De pronto, mi padre y creo que mi tío Gregorio Pedraza, intrigados por lo que estaba pasando, se dieron una vuelta y se plantaron allí. Entraron, lo saludaron y se marcharon por donde habían venido.
Tanto tiempo después, este verano hará cuarenta años, mi padre me sigue mencionando aquella noche cada vez que Aute, después ya en apoteósico triunfo, salía en televisión. Y lo ha vuelto a hacer –o yo así lo imagino, porque ahora estamos distanciados por la pandemia– cuando el pasado fin de semana se conoció la amarga noticia de su fallecimiento.
Todo esto, llevado por la emoción, es lo que se ha agolpado en mi memoria al leer tu interesante evocación”. Gracias, Bellido.
Mis hermanos Chiqui y Curro también estuvieron, muy jovencitos, en el Cine Ideal. Curro Ponferrada lo recuerda "de día, cantando "Grano de pus" [1975] a ritmo de tango." Et, voilà:
Continuará...
JOSÉ ANTONIO PONFERRADA & FRIENDS
NOTA: Los comentarios publicados en el Buzón del Lector no representan la opinión de Montilla Digital. En ese sentido, este periódico no hace necesariamente suyas las denuncias, quejas o sugerencias recogidas en este espacio y que han sido enviadas por sus lectores.