Vienen a mi memoria recuerdos de otros tiempos cuando por el pueblo corría la noticia (¿bulo?) que aseguraba que en el casino alguien se había jugado la casa o una alta cantidad de dinero. Jugar era de ricos y estaba prohibido. Con estas líneas cierro el tema del juego que llevo abordado desde hace semanas.
Cuando hablamos de juego estamos haciendo referencia a un actividad en la que se participa apostando dinero y, por supuesto, con intención de ganar. Otro cantar será que la persona jugadora apueste, gane y “si te vi no me acuerdo”. Lo normal es que quien gana una vez repita suerte y será entonces cuando salten los plomos y se abra la puerta a la fase de dependencia.
La popularización de los juegos de azar entre nosotros parece ser que tiene su origen con la aparición de las máquinas tragaperras. Dichas máquinas de juego suelen estar en muchos de los bares repartidos por todo el territorio, aunque no ha sido siempre así.
Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) se prohíbe el juego y ello obliga a cerrar los casinos. Con la Segunda República (1931-1939) también se cierran casinos y, durante el franquismo, el juego estará totalmente prohibido. A partir de 1977 se legalizan tanto los casinos como los juegos de azar. Las máquinas tragaperras se permitirán en 1981, previa licencia oficial, y se instalan en cafeterías y bares. En poco tiempo se popularizan, despertando un gran interés entre el personal.
La ceremonia de iniciación es muy simple: consumo algo en el bar y, de paso, meto unas monedas en la maquinita. Bien es verdad que hubo un boom y, después de un tiempo, se calmó algo el tema. Nadie duda de su popularidad ni de su atractivo en nuestro día a día. El hecho es que se popularizan en un corto espacio de tiempo y siguen presentes en los locales públicos.
En sentido amplio, la adicción se define como “afición extrema a alguien o algo”; de una manera más concreta se define como “dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico” (sic). Como podemos apreciar, la segunda versión matiza la dependencia de algo nocivo para el sujeto.
La causa de dicha adicción la marca el poco tiempo que transcurre entre la apuesta y el posible premio conseguido o por conseguir. Ejemplo muy a la vista son las máquinas tragaperras, cuyo historial es de órdago. ¿Razón de todo lo anteriormente dicho? El dinero es apetitoso y la voluntad suele hacerse la loca. Ya nos asomamos al precipicio.
Estamos ante la ludopatía: “adicción patológica a los juegos electrónicos o de azar” (sic). Se suele definir como “alteración progresiva del comportamiento por la que el individuo experimenta una necesidad incontrolable de jugar, por encima de cualquier consecuencia negativa”. La seducción depende de lo rápido que llegue la gratificación.
El sujeto, de jugador ocasional pasa a convertirse en habitual y terminará siendo un jugador compulsivo, momento en que ya será dependiente total. Una vez atrapado, la adicción irá aumentando y la inversión también, con la esperanza y el fuerte deseo de recuperar lo perdido. Como no lo consigue, termina por perder el control y, si gana, lo invertirá de inmediato porque impera el deseo de jugar más y más, variable ésta que no suele fallar. El binomio “jugar para ganar” será el fuerte acicate que le mantiene esclavo.
La ludopatía es una adicción similar al alcoholismo o el tabaquismo, y sus efectos son catastróficos para el jugador. Sus consecuencias afectan a la salud hasta el punto de producir un serio desequilibrio mental y ser ruinosa para la economía familiar. Se caracteriza por el “deseo irresistible de experimentar emociones relacionadas con el juego y el dinero”.
La ludopatía altera a corto y medio plazo el comportamiento del individuo que sufre una necesidad incontrolable de intervenir en juegos de azar, cuyo premio es siempre dinero. Este tipo de juegos con capacidad adictiva se desarrollan en casinos y a través de Internet, y son aquellos en los que jugar y ganar o perder transcurre en muy corto espacio de tiempo.
En definitiva, la ludopatía es similar a la drogodependencia puesto que la necesidad de jugar domina al sujeto. El ludópata presenta los mismos rasgos que un drogadicto. El juego es patológico y deja de lado o en segundo escalón otros objetivos y necesidades. La ludopatía es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud.
El tipo de jugador suele ser un hombre de entre 18 y 43 años, por lo general con estudios básicos e ingresos económicos bajos. En la actualidad se observa un creciente aumento de mujeres en los bingos.
Otro problema grave aparece con la gente joven. “En los últimos años, el aumento de la ludopatía entre los más jóvenes, incluidos menores de edad, se ha disparado de forma considerable. En nuestro país uno de cada cinco jóvenes es ludópata”.
La adicción se agrava por el fácil acceso a los juegos online, donde la percepción del ludópata con el dinero físico desaparece, pero no por ello se bloquea el deseo de jugar. “En España, la situación todavía es más grave y se ha situado como el país de Europa con un mayor porcentaje de ludópatas menores de 20 años”.
Los tipos de ludopatía vienen determinados en función de la forma de juego a la que se enganche el individuo. Cada juego tiene su propia estructura y componente adictivo que suavemente y casi sin percatarse de ello va enganchando al jugador. Los más adictivos son las máquinas tragaperras, el bingo, los casinos y las timbas de cartas.
Desde no hace mucho, el posible enganche tiene un aliado importante en las tarjetas bancarias. Cierto es que ver y tocar el dinero del premio da placer, pero tirar de tarjeta bancaria da posibilidad de jugar sin llevar dinero. Como advertencia probable, el día que en las tragaperras aparezca una ranura para introducir una tarjeta bancaria, dichas máquinas serán “la monda”.
El jugador recibe una fuerte descarga de adrenalina cuando juega, sobre todo si sus deseos son premiados. Indudablemente él no se hace jugador de la noche a la mañana. La curiosidad sería la puerta de entrada.
La ludopatía, también llamada “juego patológico”, es un problema que afecta ante todo al sujeto que está enganchado al juego. En principio suele negar su dependencia, a la par que es incapaz de cortarla, es decir, está tan enganchado que le es imposible abandonar el juego.
De entrada, negará todas las señales que marcan su malestar aunque estén muy claras para los que le rodean. Si quiere dejarlo lo intentará tantas veces cuantas pueda pero el esfuerzo será baldío, amén de que la dependencia le viene bien para escapar de los problemas que pueda tener.
Dejar el juego es algo imposible, salvo que el propio sujeto, en un acto de lucidez, pida ayuda a los profesionales y aun así la salida no es fácil. Puede pedir estar en la lista de “vetados”, lo que le impedirá traspasar la puerta del salón de juego.
Estamos ante una dependencia que los expertos no acaban de catalogar. Enfermedad psicológica, trastorno del control de impulsos, problemas de falta de voluntad... Un buen número de investigaciones han concluido que la ludopatía constituye un trastorno adictivo y que, por tanto, puede clasificarse como enfermedad mental.
Estos son solo algunos ejemplos de los problemas que probablemente haya ocasionado el juego en un ludópata: cambios fundamentales en su comportamiento que van desde irritabilidad, malhumor, desmedida intolerancia, ansiedad o insomnio hasta aislamiento social, tristeza, absentismo laboral, disminución del rendimiento.
Derrochará el dinero, tendrá problemas económicos, cometerá hurtos entre la familia o compañeros de trabajo, conflictos de pareja, problemáticas familiares, abandono de amistades, pérdida de salud, hasta llegar al suicidio. El ludópata se hace violento.
Según Jugadores Anónimos de España, “no existe un tratamiento estandarizado para este tipo de dependencia, mucha gente participa en Jugadores Anónimos. Los programas de recuperación son personalizados y van de la mano de un equipo de psiquiatras, psicólogos y expertos varios”.
Interesa echarle un vistazo al artículo siguiente: “¿Por qué España está viviendo una pandemia de ludopatía? El juego 'online' ha experimentado durante los últimos años un crecimiento que parece no tener límites”. En el aire queda el tema de los juegos online.
Cuando hablamos de juego estamos haciendo referencia a un actividad en la que se participa apostando dinero y, por supuesto, con intención de ganar. Otro cantar será que la persona jugadora apueste, gane y “si te vi no me acuerdo”. Lo normal es que quien gana una vez repita suerte y será entonces cuando salten los plomos y se abra la puerta a la fase de dependencia.
La popularización de los juegos de azar entre nosotros parece ser que tiene su origen con la aparición de las máquinas tragaperras. Dichas máquinas de juego suelen estar en muchos de los bares repartidos por todo el territorio, aunque no ha sido siempre así.
Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) se prohíbe el juego y ello obliga a cerrar los casinos. Con la Segunda República (1931-1939) también se cierran casinos y, durante el franquismo, el juego estará totalmente prohibido. A partir de 1977 se legalizan tanto los casinos como los juegos de azar. Las máquinas tragaperras se permitirán en 1981, previa licencia oficial, y se instalan en cafeterías y bares. En poco tiempo se popularizan, despertando un gran interés entre el personal.
La ceremonia de iniciación es muy simple: consumo algo en el bar y, de paso, meto unas monedas en la maquinita. Bien es verdad que hubo un boom y, después de un tiempo, se calmó algo el tema. Nadie duda de su popularidad ni de su atractivo en nuestro día a día. El hecho es que se popularizan en un corto espacio de tiempo y siguen presentes en los locales públicos.
En sentido amplio, la adicción se define como “afición extrema a alguien o algo”; de una manera más concreta se define como “dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico” (sic). Como podemos apreciar, la segunda versión matiza la dependencia de algo nocivo para el sujeto.
La causa de dicha adicción la marca el poco tiempo que transcurre entre la apuesta y el posible premio conseguido o por conseguir. Ejemplo muy a la vista son las máquinas tragaperras, cuyo historial es de órdago. ¿Razón de todo lo anteriormente dicho? El dinero es apetitoso y la voluntad suele hacerse la loca. Ya nos asomamos al precipicio.
Estamos ante la ludopatía: “adicción patológica a los juegos electrónicos o de azar” (sic). Se suele definir como “alteración progresiva del comportamiento por la que el individuo experimenta una necesidad incontrolable de jugar, por encima de cualquier consecuencia negativa”. La seducción depende de lo rápido que llegue la gratificación.
El sujeto, de jugador ocasional pasa a convertirse en habitual y terminará siendo un jugador compulsivo, momento en que ya será dependiente total. Una vez atrapado, la adicción irá aumentando y la inversión también, con la esperanza y el fuerte deseo de recuperar lo perdido. Como no lo consigue, termina por perder el control y, si gana, lo invertirá de inmediato porque impera el deseo de jugar más y más, variable ésta que no suele fallar. El binomio “jugar para ganar” será el fuerte acicate que le mantiene esclavo.
La ludopatía es una adicción similar al alcoholismo o el tabaquismo, y sus efectos son catastróficos para el jugador. Sus consecuencias afectan a la salud hasta el punto de producir un serio desequilibrio mental y ser ruinosa para la economía familiar. Se caracteriza por el “deseo irresistible de experimentar emociones relacionadas con el juego y el dinero”.
La ludopatía altera a corto y medio plazo el comportamiento del individuo que sufre una necesidad incontrolable de intervenir en juegos de azar, cuyo premio es siempre dinero. Este tipo de juegos con capacidad adictiva se desarrollan en casinos y a través de Internet, y son aquellos en los que jugar y ganar o perder transcurre en muy corto espacio de tiempo.
En definitiva, la ludopatía es similar a la drogodependencia puesto que la necesidad de jugar domina al sujeto. El ludópata presenta los mismos rasgos que un drogadicto. El juego es patológico y deja de lado o en segundo escalón otros objetivos y necesidades. La ludopatía es un trastorno reconocido por la Organización Mundial de la Salud.
El tipo de jugador suele ser un hombre de entre 18 y 43 años, por lo general con estudios básicos e ingresos económicos bajos. En la actualidad se observa un creciente aumento de mujeres en los bingos.
Otro problema grave aparece con la gente joven. “En los últimos años, el aumento de la ludopatía entre los más jóvenes, incluidos menores de edad, se ha disparado de forma considerable. En nuestro país uno de cada cinco jóvenes es ludópata”.
La adicción se agrava por el fácil acceso a los juegos online, donde la percepción del ludópata con el dinero físico desaparece, pero no por ello se bloquea el deseo de jugar. “En España, la situación todavía es más grave y se ha situado como el país de Europa con un mayor porcentaje de ludópatas menores de 20 años”.
Los tipos de ludopatía vienen determinados en función de la forma de juego a la que se enganche el individuo. Cada juego tiene su propia estructura y componente adictivo que suavemente y casi sin percatarse de ello va enganchando al jugador. Los más adictivos son las máquinas tragaperras, el bingo, los casinos y las timbas de cartas.
Desde no hace mucho, el posible enganche tiene un aliado importante en las tarjetas bancarias. Cierto es que ver y tocar el dinero del premio da placer, pero tirar de tarjeta bancaria da posibilidad de jugar sin llevar dinero. Como advertencia probable, el día que en las tragaperras aparezca una ranura para introducir una tarjeta bancaria, dichas máquinas serán “la monda”.
El jugador recibe una fuerte descarga de adrenalina cuando juega, sobre todo si sus deseos son premiados. Indudablemente él no se hace jugador de la noche a la mañana. La curiosidad sería la puerta de entrada.
La ludopatía, también llamada “juego patológico”, es un problema que afecta ante todo al sujeto que está enganchado al juego. En principio suele negar su dependencia, a la par que es incapaz de cortarla, es decir, está tan enganchado que le es imposible abandonar el juego.
De entrada, negará todas las señales que marcan su malestar aunque estén muy claras para los que le rodean. Si quiere dejarlo lo intentará tantas veces cuantas pueda pero el esfuerzo será baldío, amén de que la dependencia le viene bien para escapar de los problemas que pueda tener.
Dejar el juego es algo imposible, salvo que el propio sujeto, en un acto de lucidez, pida ayuda a los profesionales y aun así la salida no es fácil. Puede pedir estar en la lista de “vetados”, lo que le impedirá traspasar la puerta del salón de juego.
Estamos ante una dependencia que los expertos no acaban de catalogar. Enfermedad psicológica, trastorno del control de impulsos, problemas de falta de voluntad... Un buen número de investigaciones han concluido que la ludopatía constituye un trastorno adictivo y que, por tanto, puede clasificarse como enfermedad mental.
Estos son solo algunos ejemplos de los problemas que probablemente haya ocasionado el juego en un ludópata: cambios fundamentales en su comportamiento que van desde irritabilidad, malhumor, desmedida intolerancia, ansiedad o insomnio hasta aislamiento social, tristeza, absentismo laboral, disminución del rendimiento.
Derrochará el dinero, tendrá problemas económicos, cometerá hurtos entre la familia o compañeros de trabajo, conflictos de pareja, problemáticas familiares, abandono de amistades, pérdida de salud, hasta llegar al suicidio. El ludópata se hace violento.
Según Jugadores Anónimos de España, “no existe un tratamiento estandarizado para este tipo de dependencia, mucha gente participa en Jugadores Anónimos. Los programas de recuperación son personalizados y van de la mano de un equipo de psiquiatras, psicólogos y expertos varios”.
Interesa echarle un vistazo al artículo siguiente: “¿Por qué España está viviendo una pandemia de ludopatía? El juego 'online' ha experimentado durante los últimos años un crecimiento que parece no tener límites”. En el aire queda el tema de los juegos online.
PEPE CANTILLO