Violinista y escritora hispanochilena, Isabel Mellado reside entre Granada y Berlín. Su libro de relatos El perro que comía silencio (2011) tuvo una excelente acogida entre los lectores y la crítica especializada, y ya lleva tres ediciones. Vibrato es su primera novela, un relato sensorial que acompaña al lector por el laberinto del oído. Pero también es una historia de hermandad, desarraigo y crecimiento.
Compuesta en tres movimientos, se adentra en los entresijos de la profesión y en las dificultades de amar a alguien en otro país y en otro idioma. Gracias a la beca Karajan se instaló hace 27 años en Berlín para completar sus estudios con el concertino de la Orquesta Filarmónica. Sus cuentos aparecen en antologías de Chile, España, México y Alemania.
—Apareces en la portada de tu libro. Quien iba a salir no te gustó. ¿Qué expresión debe tener una violinista que quienes la vemos desde fuera no vemos?
—Sí. Bueno, yo creo que hay tantas expresiones de violinistas como de cualquier otra expresión. La de la portada me interesaba especialmente que se notara que su mejor voz era el violín. El violín es una máscara que, en este caso, refleja como una máscara griega o una máscara de teatro. La tragedia y la comedia es simultánea. Ella está escondida detrás de esta máscara.
—Escribes en tu libro que vibrato es una hermosa inexactitud en la exactitud de la música, un camuflaje de la desinformación. ¿Eso es tu novela?
—Digamos que las circunstancias de la protagonista y de su hermano son bastante terribles. Comienza en una dictadura y en una familia disfuncional, donde hay mucho miedo. Y dentro de esto, el contrapunto de que vibrato sea un temblor voluntario, que produce belleza y que sea como la protección que te pueda proporcionar el arte, era muy importante dentro del libro.
—¿Cuánto de autobiografía hay en tu libro?
—La novela es totalmente autobiográfica. La música que aparece en la novela, el instrumento y los países son reales. Ahora hay mucha creación también porque para mí la literatura es creación. No es mi vida tan interesante como para que solamente me quedara con mi vida. Yo quiero vivir otras vidas. Hay mucho robo de experiencias ajenas.
—Escribes y haces música. No sé si un día será incompatible. Tú dices: “Dejar de hacer música es una herida de la que no se sana”.
—Eso es absolutamente así. Yo también, cuando escribo, intento un poco hacer música con el ritmo. En este caso, también la temática. Yo no me podría sanar de esa herida. Creo que sí puedo compatibilizar las dos cosas. Tienen tanto en común. Las dos cosas se hacen con el oído, ¿no?
—Los músicos no suelen buscar pareja con otros músicos. Salvo en las orquestas juveniles. Ahora entiendo el aforismo: “Con la música a otra parte”.
—Jaja. Sí. Bueno, hay de todo un poco. Yo creo que en este caso no es tampoco distinto a otras profesiones. Hay tanta gente que se relaciona con otros músicos porque solamente ellos pueden comprender esa obsesión y tienen que estar siempre en ese mundo, que también es muy grande. Y otra gente que sí necesita de otras materias. Yo me alegro de cara a mi hijo y de cara a cada persona que conozco que hace algo distinto a la música. Con todo lo que yo amo la música, necesito enterarme de otras cosas del mundo. Tengo demasiada curiosidad como para quedarme con solo amigos músicos.
—Llegaste a Alemania el 30 de diciembre de 1989, dos meses después de que cayera el Muro. El Año Nuevo lo pasaste en un puente con los policías de los dos lados. El Año Nuevo más feliz de tu vida.
—Sí. Eso fue increíble. Estaba tocando con una orquesta de gente que era como de treinta países, una orquesta juvenil, habíamos hecho una gira maravillosa por la Unión Soviética, que ya no era la Unión Soviética. Y fue absolutamente conmovedor eso. Gente que habían estado vigilando el intercambio de espías en el puente, de golpe estos mismos policías tocando, primero como haciendo una guerra de poder entre ellos, y después abrazándose. Yo siempre había pasado Año Nuevo estudiando para los exámenes de violín, que eran a comienzos de enero. Y esta vez, algo tan asombroso y tan importante. el Muro de Berlín y poder presenciarlo de esa manera musical.
—Ahora repartes tu tiempo entre Granada y Berlín. ¿Necesitas la luz como latina que eres?
—Absolutamente. Yo estuve más o menos 17 años solo en Alemania y yo soñaba con la luz. Yo tenía una necesidad profunda de luz y del idioma también. Realmente, yo soñaba ya en alemán. Y pensaba que eso no podía ser. Yo pienso que las obsesiones tienen que ser en el idioma materno en lo posible. Sí. La luz y el idioma.
—La novela se subtitula “La música y el resto en 99 compases”. Una novela estructurada como si fuera una obra musical.
—Yo quería hacer un contrapunto de muchas voces. No solamente la voz de la protagonista y, como te decía, siendo el sonido en el fondo el personaje principal, el sonido, el ruido, el silencio, distintos tipos de sonido, por lo que no es una novela solo para un músico. Y era importante mostrar que estos pequeños eslabones, que son los compases, que son cosas tan pequeñas. La protagonista estudia con su hermano para lograr la perfección en algo que termina siendo grande. Pero es un homenaje a lo pequeño. En lo pequeño hace este concierto.
—No hay muchas novelas sobre la música contadas desde dentro, desacralizándolas. Por eso muestras una visión distinta del mundo de la música, con sus sombras y sus luces.
—Sí. La disciplina de una orquesta es algo muy interesante porque se pueden usar metáforas de muchas cosas. O sea, yo no conozco otro trabajo donde se haga con 40 personas en un mismo espacio. Es realmente como estar comiendo con el colega el mismo plato de sopa o estuvieses compartiendo el computador. Y estamos en las buenas y en las malas. Y a veces podemos odiarnos pero, cuando salimos al escenario, estamos por una causa. Somos un pequeño país, sin lugar a dudas.
—Cuando escribes, lo haces en solitario. Puedes vivir una doble o triple vida. En música, sin embargo, eso no ocurre. Es colectivo.
—Es colectivo. Y es interesante que en el ejercicio de la música es urgente, yo voy atravesando muchos siglos. Estamos tocando algo de Bach. Y después estamos tocando algo contemporáneo. Eso es muy interesante. En la escritura, yo no estoy escribiendo en un estilo barroco y después en un estilo contemporáneo y dodecafónico, etcétera. Eso es muy interesante en el mundo del músico. A veces parece que los músicos fuésemos personas muy cerradas a la actualidad. No lo somos. Lo que pasa además es que abarcamos como un periodo que no solo es nuestro.
—Dices de tu novela que es existencial y sibarita, con instantes musicales. Pero, sobre todo, que es una oda al oído.
—Me preocupa a veces esa interpretación que se pueda dar a la novela, que llame mucho la atención el hecho de que yo sea músico, que en la novela se hable de música, porque no quisiera restringir el campo de lectores, que piensan que es una novela para quien le gusta la música clásica. Para cualquier persona que escuche, que tenga curiosidad por el oído, porque también hablo de otros tipos de música, incluso esa visión, no de la protagonista, sino del esposo, crítico musical, desacralizando este mundo de la música, porque los músicos son muy desclasados. Ellos van pasando por muchos estadios. Entonces, no solamente es el mundo de la música, es más bien el sonido. También los sentidos.
—Me gusta cuando afirmas que no escribes ni poesía ni prosa, sino que escribes con el oído, buscando que lo que dices suene bien.
—Para mí es muy importante el ritmo. Yo no sé de dónde viene. Siempre me preguntan por las influencias. Yo no sé si es familiar o me viene de las partituras, porque son muchos años, claro, rodeada de partituras. Entonces busco una cadencia, un ritmo o incluso un corte de ese ritmo. Yo, cuando leo, leo en mi cabeza y escucho las palabras. Entonces creo que es muy importante, es inmaterial. Si yo hiciera un traje, a mí me gustaría que tanto el corte del traje como el material del que he hecho el traje sean óptimos.
—Escribes con seis sentidos. Los habituales y el humor.
—Yo creo que es muy importante el sentido del humor porque para mí es un arte más y nos abre muchas cosas. No solamente de lo terrible, sino que también de la grandilocuencia. Para mí, el humor es poder ver a veces un poquito más lejos.
—Siempre llevas contigo un poema enmarcado de Jorge Teillier que te dedicó cuando eras niña. ¿Una especie de amuleto?
—No solo de amuleto, sino que también fue una especie de premonición, es un oráculo. Este poema escrito hace tanto tiempo habla de la caída de un muro, que puede ser perfectamente el Muro de Berlín. Habla de un barco de velas, haciendo ya una premonición de todos los viajes que iba a tener deseándome este buen final.
Hay algo en este poema que, aunque es muy simple, es el único poema escrito en rima de este hombre, y además es un poema muy alegre, tiene algo que es como un movimiento lento de mar, tiene algo de melancólico y tan bello, y con un final probablemente feliz. Probablemente.
—Lo que más te gusta de Berlín es su silencio y su carácter recio. El chileno, en cierto modo, es así también.
—Sí. El chileno es bastante introvertido. Bueno, si se puede generalizar, digo que sí. Pero también me gusta eso de que tiene algo introvertido y bastante mundo interior, por decirlo así. Eso me gusta. Que hay algo de escarbar. Hay un misterio ahí. Bueno, también una especie de tormento. Son más atormentados de temperamento que los españoles. O sea, yo nunca me imaginaría a mi madre bailando sevillanas feliz. No. Somos más melancólicos. También tenemos la puntualidad metida en los huesos. Yo no sé si será porque soy músico. Un músico no puede llegar tarde. Sí hay una conexión. Sobre todo cultural.
—No me interesa el estado civil de nadie. Pero sí me interesa tu respuesta. Porque dices que eres soltera en clave de sol.
—Jaja. No. Ya no soy soltera en clave de sol. Sigo en clave de sol pero ya no soy soltera. Casada tampoco. Estoy bien acompañada en todas las claves posibles.
—Tomas anotaciones para otra novela, que presumes será corta. ¿Sabes ya de qué irá?
—Sí. La novela que escribí es una novela de desarrollo. Estoy contando toda mi vida. Incluso llegando al extremo. Estoy contando el momento de nacer. Estoy contando desde el kilómetro cero de esta persona. Va a ser una novela que probablemente va a ocurrir en el lapso de una semana y eso es ya como una estructura el tiempo en que va a ocurrir.
Compuesta en tres movimientos, se adentra en los entresijos de la profesión y en las dificultades de amar a alguien en otro país y en otro idioma. Gracias a la beca Karajan se instaló hace 27 años en Berlín para completar sus estudios con el concertino de la Orquesta Filarmónica. Sus cuentos aparecen en antologías de Chile, España, México y Alemania.
—Apareces en la portada de tu libro. Quien iba a salir no te gustó. ¿Qué expresión debe tener una violinista que quienes la vemos desde fuera no vemos?
—Sí. Bueno, yo creo que hay tantas expresiones de violinistas como de cualquier otra expresión. La de la portada me interesaba especialmente que se notara que su mejor voz era el violín. El violín es una máscara que, en este caso, refleja como una máscara griega o una máscara de teatro. La tragedia y la comedia es simultánea. Ella está escondida detrás de esta máscara.
—Escribes en tu libro que vibrato es una hermosa inexactitud en la exactitud de la música, un camuflaje de la desinformación. ¿Eso es tu novela?
—Digamos que las circunstancias de la protagonista y de su hermano son bastante terribles. Comienza en una dictadura y en una familia disfuncional, donde hay mucho miedo. Y dentro de esto, el contrapunto de que vibrato sea un temblor voluntario, que produce belleza y que sea como la protección que te pueda proporcionar el arte, era muy importante dentro del libro.
—¿Cuánto de autobiografía hay en tu libro?
—La novela es totalmente autobiográfica. La música que aparece en la novela, el instrumento y los países son reales. Ahora hay mucha creación también porque para mí la literatura es creación. No es mi vida tan interesante como para que solamente me quedara con mi vida. Yo quiero vivir otras vidas. Hay mucho robo de experiencias ajenas.
—Escribes y haces música. No sé si un día será incompatible. Tú dices: “Dejar de hacer música es una herida de la que no se sana”.
—Eso es absolutamente así. Yo también, cuando escribo, intento un poco hacer música con el ritmo. En este caso, también la temática. Yo no me podría sanar de esa herida. Creo que sí puedo compatibilizar las dos cosas. Tienen tanto en común. Las dos cosas se hacen con el oído, ¿no?
—Los músicos no suelen buscar pareja con otros músicos. Salvo en las orquestas juveniles. Ahora entiendo el aforismo: “Con la música a otra parte”.
—Jaja. Sí. Bueno, hay de todo un poco. Yo creo que en este caso no es tampoco distinto a otras profesiones. Hay tanta gente que se relaciona con otros músicos porque solamente ellos pueden comprender esa obsesión y tienen que estar siempre en ese mundo, que también es muy grande. Y otra gente que sí necesita de otras materias. Yo me alegro de cara a mi hijo y de cara a cada persona que conozco que hace algo distinto a la música. Con todo lo que yo amo la música, necesito enterarme de otras cosas del mundo. Tengo demasiada curiosidad como para quedarme con solo amigos músicos.
—Llegaste a Alemania el 30 de diciembre de 1989, dos meses después de que cayera el Muro. El Año Nuevo lo pasaste en un puente con los policías de los dos lados. El Año Nuevo más feliz de tu vida.
—Sí. Eso fue increíble. Estaba tocando con una orquesta de gente que era como de treinta países, una orquesta juvenil, habíamos hecho una gira maravillosa por la Unión Soviética, que ya no era la Unión Soviética. Y fue absolutamente conmovedor eso. Gente que habían estado vigilando el intercambio de espías en el puente, de golpe estos mismos policías tocando, primero como haciendo una guerra de poder entre ellos, y después abrazándose. Yo siempre había pasado Año Nuevo estudiando para los exámenes de violín, que eran a comienzos de enero. Y esta vez, algo tan asombroso y tan importante. el Muro de Berlín y poder presenciarlo de esa manera musical.
—Ahora repartes tu tiempo entre Granada y Berlín. ¿Necesitas la luz como latina que eres?
—Absolutamente. Yo estuve más o menos 17 años solo en Alemania y yo soñaba con la luz. Yo tenía una necesidad profunda de luz y del idioma también. Realmente, yo soñaba ya en alemán. Y pensaba que eso no podía ser. Yo pienso que las obsesiones tienen que ser en el idioma materno en lo posible. Sí. La luz y el idioma.
—La novela se subtitula “La música y el resto en 99 compases”. Una novela estructurada como si fuera una obra musical.
—Yo quería hacer un contrapunto de muchas voces. No solamente la voz de la protagonista y, como te decía, siendo el sonido en el fondo el personaje principal, el sonido, el ruido, el silencio, distintos tipos de sonido, por lo que no es una novela solo para un músico. Y era importante mostrar que estos pequeños eslabones, que son los compases, que son cosas tan pequeñas. La protagonista estudia con su hermano para lograr la perfección en algo que termina siendo grande. Pero es un homenaje a lo pequeño. En lo pequeño hace este concierto.
—No hay muchas novelas sobre la música contadas desde dentro, desacralizándolas. Por eso muestras una visión distinta del mundo de la música, con sus sombras y sus luces.
—Sí. La disciplina de una orquesta es algo muy interesante porque se pueden usar metáforas de muchas cosas. O sea, yo no conozco otro trabajo donde se haga con 40 personas en un mismo espacio. Es realmente como estar comiendo con el colega el mismo plato de sopa o estuvieses compartiendo el computador. Y estamos en las buenas y en las malas. Y a veces podemos odiarnos pero, cuando salimos al escenario, estamos por una causa. Somos un pequeño país, sin lugar a dudas.
—Cuando escribes, lo haces en solitario. Puedes vivir una doble o triple vida. En música, sin embargo, eso no ocurre. Es colectivo.
—Es colectivo. Y es interesante que en el ejercicio de la música es urgente, yo voy atravesando muchos siglos. Estamos tocando algo de Bach. Y después estamos tocando algo contemporáneo. Eso es muy interesante. En la escritura, yo no estoy escribiendo en un estilo barroco y después en un estilo contemporáneo y dodecafónico, etcétera. Eso es muy interesante en el mundo del músico. A veces parece que los músicos fuésemos personas muy cerradas a la actualidad. No lo somos. Lo que pasa además es que abarcamos como un periodo que no solo es nuestro.
—Dices de tu novela que es existencial y sibarita, con instantes musicales. Pero, sobre todo, que es una oda al oído.
—Me preocupa a veces esa interpretación que se pueda dar a la novela, que llame mucho la atención el hecho de que yo sea músico, que en la novela se hable de música, porque no quisiera restringir el campo de lectores, que piensan que es una novela para quien le gusta la música clásica. Para cualquier persona que escuche, que tenga curiosidad por el oído, porque también hablo de otros tipos de música, incluso esa visión, no de la protagonista, sino del esposo, crítico musical, desacralizando este mundo de la música, porque los músicos son muy desclasados. Ellos van pasando por muchos estadios. Entonces, no solamente es el mundo de la música, es más bien el sonido. También los sentidos.
—Me gusta cuando afirmas que no escribes ni poesía ni prosa, sino que escribes con el oído, buscando que lo que dices suene bien.
—Para mí es muy importante el ritmo. Yo no sé de dónde viene. Siempre me preguntan por las influencias. Yo no sé si es familiar o me viene de las partituras, porque son muchos años, claro, rodeada de partituras. Entonces busco una cadencia, un ritmo o incluso un corte de ese ritmo. Yo, cuando leo, leo en mi cabeza y escucho las palabras. Entonces creo que es muy importante, es inmaterial. Si yo hiciera un traje, a mí me gustaría que tanto el corte del traje como el material del que he hecho el traje sean óptimos.
—Escribes con seis sentidos. Los habituales y el humor.
—Yo creo que es muy importante el sentido del humor porque para mí es un arte más y nos abre muchas cosas. No solamente de lo terrible, sino que también de la grandilocuencia. Para mí, el humor es poder ver a veces un poquito más lejos.
—Siempre llevas contigo un poema enmarcado de Jorge Teillier que te dedicó cuando eras niña. ¿Una especie de amuleto?
—No solo de amuleto, sino que también fue una especie de premonición, es un oráculo. Este poema escrito hace tanto tiempo habla de la caída de un muro, que puede ser perfectamente el Muro de Berlín. Habla de un barco de velas, haciendo ya una premonición de todos los viajes que iba a tener deseándome este buen final.
Hay algo en este poema que, aunque es muy simple, es el único poema escrito en rima de este hombre, y además es un poema muy alegre, tiene algo que es como un movimiento lento de mar, tiene algo de melancólico y tan bello, y con un final probablemente feliz. Probablemente.
—Lo que más te gusta de Berlín es su silencio y su carácter recio. El chileno, en cierto modo, es así también.
—Sí. El chileno es bastante introvertido. Bueno, si se puede generalizar, digo que sí. Pero también me gusta eso de que tiene algo introvertido y bastante mundo interior, por decirlo así. Eso me gusta. Que hay algo de escarbar. Hay un misterio ahí. Bueno, también una especie de tormento. Son más atormentados de temperamento que los españoles. O sea, yo nunca me imaginaría a mi madre bailando sevillanas feliz. No. Somos más melancólicos. También tenemos la puntualidad metida en los huesos. Yo no sé si será porque soy músico. Un músico no puede llegar tarde. Sí hay una conexión. Sobre todo cultural.
—No me interesa el estado civil de nadie. Pero sí me interesa tu respuesta. Porque dices que eres soltera en clave de sol.
—Jaja. No. Ya no soy soltera en clave de sol. Sigo en clave de sol pero ya no soy soltera. Casada tampoco. Estoy bien acompañada en todas las claves posibles.
—Tomas anotaciones para otra novela, que presumes será corta. ¿Sabes ya de qué irá?
—Sí. La novela que escribí es una novela de desarrollo. Estoy contando toda mi vida. Incluso llegando al extremo. Estoy contando el momento de nacer. Estoy contando desde el kilómetro cero de esta persona. Va a ser una novela que probablemente va a ocurrir en el lapso de una semana y eso es ya como una estructura el tiempo en que va a ocurrir.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: GONZALO RECIO
FOTOGRAFÍA: GONZALO RECIO