Escritor y guionista, Benito Olmo (Cádiz, 1980) publica La tragedia del girasol, mientras pone punto final al guion cinematográfico de su anterior novela: La maniobra de la tortuga, que está previsto empiece a rodarse a finales de este año. Esta obra resultó finalista del III Premio Santa Cruz a la mejor novela publicada en 2016. Es autor, además, de las novelas Caraballo (2007) y Mil cosas que no te dije antes de perderte (2011).
—En 'La tragedia del girasol' recuperas al inspector Manuel Bianquetti, que esta vez se ve obligado a malvender sus servicios.
—Recupero a un Bianquetti en horas bajas, suspendido de empleo y sueldo y obligado a subsistir como investigador privado. La trama está marcada por dos encargos aparentemente sencillos: encontrar a una chica desaparecida y hacer de guardaespaldas de un hombre de negocios durante su visita a la ciudad.
—Un trabajo rutinario, en principio, pero que desencadena un reguero de muertes.
—Las cosas se complican, pero es que Bianquetti es un experto en complicarse la vida. Nunca acepta la respuesta más obvia. Por eso su vida no es tan apacible como debería y por eso es tan divertido ponerle al frente de una novela.
—En el primer párrafo de la novela ya aparece una mujer que el lector detectará como un personaje imprescindible en el relato.
—Los personajes femeninos tienen un peso muy importante en la trama. El propio Bianquetti tiene cierta dependencia de dos mujeres que, de alguna manera, lo humanizan: Cristina, con la que tiene una relación, y Sol, su hija.
—Vuelves a la novela negra y a Bianquetti. De él has dicho: “Cuando lo creé sabía que iba a tener una vida en más de un libro”. Y es de suponer que este no será el último.
—Cuando concebí a Bianquetti mi intención era crear un personaje de saga, que diera para varias novelas, aunque sabía que estaba supeditado al beneplácito de los lectores. Ellos son los que mandan, los que deciden lo que quieren leer. Si Bianquetti no les hubiera convencido o les hubiera aburrido, no tendría sentido seguir utilizándolo. Por fortuna, son muchos los que me están reclamando más aventuras de Bianquetti, así que de momento va a tener muchas más vidas.
—El guion de tus novelas siempre lo escribes a mano. Para ti ese hecho tiene algo de terapéutico.
—Cuando escribo a mano me sucede algo extraño: la escritura fluye, no se detiene, las aristas desaparecen y se me ocurren muchas más ideas que cuando escribo en el teclado. Puede que sea porque aquel proceso ya lo tengo tan mecanizado que se ha vuelto algo rutinario. Por eso sigo escribiendo el primer borrador de mis novelas a mano.
—De todos los inspectores y policías que han protagonizado novela negra, Pepe Carvalho es quien más te cautiva. ¿Qué tiene él que les falta a otros?
—Humanidad. A Pepe me lo creo, me parece un personaje tan literario y al mismo tiempo tan cercano que, cada vez que lo leo, tengo la sensación de reencontrarme con un viejo amigo.
—Esta frase es tuya: “Tengo tantas historias en la cabeza que no terminaría de escribirlas todas ni aunque viviera tres vida seguidas”.
—Tengo que decir que no todas las historias que se me ocurren merecen ser contadas. Los lectores bien merecen el esfuerzo de seleccionar aquellas a las que vale la pena darles vida en forma de novelas.
—Cádiz es ciudad luminosa y alegre, pero tú querías convertirla en el escenario de una trama oscura. ¿Qué te dicen ahora los vecinos?
—Están encantados, porque hablo de un lugar real que ellos conocen bien. Cádiz no es todo luz, playa y guitarras al sol. Cádiz también es el desempleo, la droga, la humedad y el viento de levante. Me gusta romper con esa imagen idílica y mostrar una ciudad más veraz y que, por cierto, tiene muchas posibilidades literarias.
—Se han vendido los derechos para la adaptación cinematográfica de 'La maniobra de la tortuga'. Parece que empieza a rodarse a finales de año. ¿Qué más sabemos?
—Ya hemos terminado el guión y estamos en fase de financiación. El proyecto está muy avanzado, porque está despertando mucha expectación. Está siendo una experiencia muy emocionante y didáctica, ya que el mundo cinematográfico es apasionante.
—Tú, como tantos escritores, antes de publicar en una gran editorial como Suma de Letras, te autoeditaste. ¿Se puede vivir de la novela en este país?
—Es muy complicado, porque cada vez se venden menos libros y desde las instituciones apenas se incentiva la lectura. Como escritor, lo único que puedo hacer para luchar contra esto es trabajar mis novelas hasta la extenuación, pulirlas al máximo para que los lectores que se decidan a darles una oportunidad se diviertan, disfruten la lectura y las recomienden. ¿Se puede vivir de los libros? Es casi imposible. Y ojo, porque yo lo voy a conseguir.
—De momento, te has volcado en la novela negra, pero no descartas cambiar de registro.
—Me considero escritor en el sentido más amplio de la palabra. Escribo novela negra porque es un género en el que me encuentro muy a gusto y con el que me divierto mucho, pero también he escrito cuentos, artículos, canciones y aforismos. No me gusta ponerme límites, así que no descarto cambiar de tercio en el futuro.
—En un país como este, donde la corrupción, la malversación de fondos, los suicidios o los títulos universitarios falsificados son el pan de cada día, ¿basta con ver el telediario para inspirarse?
—Basta con echar una ojeada a los telediarios o la prensa escrita para constatar algo tan terrible como evidente: existe una especie de clasismo entre los delincuentes. Hay corruptos, ladrones y especuladores disfrutando de vacaciones en Baqueira Beret y el Caribe, mientras las cárceles están llenas a rebosar de pringaos y desheredados. También entre los muertos hay clases sociales, y ya sabemos la consideración que se les tiene a unos y a otros. Mal que nos pese, la sociedad actual es un caldo de cultivo excelente para hacer novela negra.
—En 'La tragedia del girasol' recuperas al inspector Manuel Bianquetti, que esta vez se ve obligado a malvender sus servicios.
—Recupero a un Bianquetti en horas bajas, suspendido de empleo y sueldo y obligado a subsistir como investigador privado. La trama está marcada por dos encargos aparentemente sencillos: encontrar a una chica desaparecida y hacer de guardaespaldas de un hombre de negocios durante su visita a la ciudad.
—Un trabajo rutinario, en principio, pero que desencadena un reguero de muertes.
—Las cosas se complican, pero es que Bianquetti es un experto en complicarse la vida. Nunca acepta la respuesta más obvia. Por eso su vida no es tan apacible como debería y por eso es tan divertido ponerle al frente de una novela.
—En el primer párrafo de la novela ya aparece una mujer que el lector detectará como un personaje imprescindible en el relato.
—Los personajes femeninos tienen un peso muy importante en la trama. El propio Bianquetti tiene cierta dependencia de dos mujeres que, de alguna manera, lo humanizan: Cristina, con la que tiene una relación, y Sol, su hija.
—Vuelves a la novela negra y a Bianquetti. De él has dicho: “Cuando lo creé sabía que iba a tener una vida en más de un libro”. Y es de suponer que este no será el último.
—Cuando concebí a Bianquetti mi intención era crear un personaje de saga, que diera para varias novelas, aunque sabía que estaba supeditado al beneplácito de los lectores. Ellos son los que mandan, los que deciden lo que quieren leer. Si Bianquetti no les hubiera convencido o les hubiera aburrido, no tendría sentido seguir utilizándolo. Por fortuna, son muchos los que me están reclamando más aventuras de Bianquetti, así que de momento va a tener muchas más vidas.
—El guion de tus novelas siempre lo escribes a mano. Para ti ese hecho tiene algo de terapéutico.
—Cuando escribo a mano me sucede algo extraño: la escritura fluye, no se detiene, las aristas desaparecen y se me ocurren muchas más ideas que cuando escribo en el teclado. Puede que sea porque aquel proceso ya lo tengo tan mecanizado que se ha vuelto algo rutinario. Por eso sigo escribiendo el primer borrador de mis novelas a mano.
—De todos los inspectores y policías que han protagonizado novela negra, Pepe Carvalho es quien más te cautiva. ¿Qué tiene él que les falta a otros?
—Humanidad. A Pepe me lo creo, me parece un personaje tan literario y al mismo tiempo tan cercano que, cada vez que lo leo, tengo la sensación de reencontrarme con un viejo amigo.
—Esta frase es tuya: “Tengo tantas historias en la cabeza que no terminaría de escribirlas todas ni aunque viviera tres vida seguidas”.
—Tengo que decir que no todas las historias que se me ocurren merecen ser contadas. Los lectores bien merecen el esfuerzo de seleccionar aquellas a las que vale la pena darles vida en forma de novelas.
—Cádiz es ciudad luminosa y alegre, pero tú querías convertirla en el escenario de una trama oscura. ¿Qué te dicen ahora los vecinos?
—Están encantados, porque hablo de un lugar real que ellos conocen bien. Cádiz no es todo luz, playa y guitarras al sol. Cádiz también es el desempleo, la droga, la humedad y el viento de levante. Me gusta romper con esa imagen idílica y mostrar una ciudad más veraz y que, por cierto, tiene muchas posibilidades literarias.
—Se han vendido los derechos para la adaptación cinematográfica de 'La maniobra de la tortuga'. Parece que empieza a rodarse a finales de año. ¿Qué más sabemos?
—Ya hemos terminado el guión y estamos en fase de financiación. El proyecto está muy avanzado, porque está despertando mucha expectación. Está siendo una experiencia muy emocionante y didáctica, ya que el mundo cinematográfico es apasionante.
—Tú, como tantos escritores, antes de publicar en una gran editorial como Suma de Letras, te autoeditaste. ¿Se puede vivir de la novela en este país?
—Es muy complicado, porque cada vez se venden menos libros y desde las instituciones apenas se incentiva la lectura. Como escritor, lo único que puedo hacer para luchar contra esto es trabajar mis novelas hasta la extenuación, pulirlas al máximo para que los lectores que se decidan a darles una oportunidad se diviertan, disfruten la lectura y las recomienden. ¿Se puede vivir de los libros? Es casi imposible. Y ojo, porque yo lo voy a conseguir.
—De momento, te has volcado en la novela negra, pero no descartas cambiar de registro.
—Me considero escritor en el sentido más amplio de la palabra. Escribo novela negra porque es un género en el que me encuentro muy a gusto y con el que me divierto mucho, pero también he escrito cuentos, artículos, canciones y aforismos. No me gusta ponerme límites, así que no descarto cambiar de tercio en el futuro.
—En un país como este, donde la corrupción, la malversación de fondos, los suicidios o los títulos universitarios falsificados son el pan de cada día, ¿basta con ver el telediario para inspirarse?
—Basta con echar una ojeada a los telediarios o la prensa escrita para constatar algo tan terrible como evidente: existe una especie de clasismo entre los delincuentes. Hay corruptos, ladrones y especuladores disfrutando de vacaciones en Baqueira Beret y el Caribe, mientras las cárceles están llenas a rebosar de pringaos y desheredados. También entre los muertos hay clases sociales, y ya sabemos la consideración que se les tiene a unos y a otros. Mal que nos pese, la sociedad actual es un caldo de cultivo excelente para hacer novela negra.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO