Periodista y editora, Laura Ferrero (Barcelona, 1984) publicó en 2016 su libro de relatos Piscinas vacías. Ahora presenta Qué vas a hacer con el resto de tu vida, su primera novela. Es autora del blog Los nombres de las cosas y compagina su trabajo para varias editoriales e instituciones culturales con la pasión con la escritura.
En 2016 apareció en Alfaguara Piscinas vacías, publicado por primera vez en los formatos digital y papel en la plataforma de autoedición megustaescribirlibros.com. De inmediato trepó al Top 100 de Amazon, con cinco estrellas en las calificaciones de todos los lectores.
—Escribes en tu libro: “Me enamoré de la literatura porque se parecía mucho a la realidad, tanto que se podía confundir con ella. Pero la literatura me proporcionaba más respuestas que la vida”.
—Porque la literatura tiene el sentido que le falta a la realidad. Y muchas veces nos gustaría vivir la realidad con todos sus porqués que tiene la literatura.
—‘Qué vas a hacer con el resto de tu vida’. La frase, aunque modificada, pertenece a un poema de Adriene Rich. ¿Qué adivinaste en esa frase que te subyugó?
—Es la pregunta que nos hacen todos los días. Como si fueran minipreguntas: ¿Qué vas a querer comer? ¿Qué vas a querer estudiar? Es la pregunta de todas las preguntas y que cada día nos la formulan de manera distinta.
—La novela está protagonizada por una mujer de 30 años que abandona la isla, Ibiza, para mudarse a otra isla, Nueva York.
—Porque son dos islas míticas. Nueva York es la imagen cinematográfica que tenemos de Nueva York. Ibiza es la imagen que transmiten los folletos turísticos de Ibiza.
—En toda huida hay tal vez una búsqueda. ¿Pero cómo se huye de uno mismo para encontrar al otro que somos?
—Yo creo que en realidad huimos del otro que somos para encontrarnos a uno mismo. Te lo razono. En toda huida hay una búsqueda, para mí, de lo que somos, que no es lo mismo que estamos siendo en el momento.
—Uno de los personajes más carismáticos de la novela es el padre, un geógrafo que cataloga y define las islas del mundo.
—Es un hombre que está obsesionado con lo que no existe, con lo que no tiene fin, con hacer el atlas mundial de las islas cuando ni siquiera sabemos lo que es una isla. Un hombre que está obsesionado con un imposible.
—La isla de tu novela es Ibiza. Viste un vídeo de hace 40 años, una isla de intelectuales y de hippies, y te dio una pena tremenda.
—Exactamente. Porque ahora mismo Ibiza es una isla esquizofrénica. Seis meses Pachá y seis meses la nada. Entonces reivindico esa otra Ibiza que no aparece en los folletos.
—Has realizado unos veinte viajes a Ibiza para documentar tu novela. ¿Qué te atrapó de ese rincón del mundo?
—Que es un lugar donde aún se percibe esa otra época que, bajo los moles de Pachá, del turismo, aún queda esa isla mítica adonde fue Albert Camus, Walter Benjamin, que tiene una historia, una historia que es visible.
—Si un día huyeras de verdad, ¿cómo sería la isla en la que te perderías?
—Lejos pero cerca. Llena de libros, de películas y de buenos amigos. Lo quiero todo. Me quiero ir con la casa a cuestas.
—En la novela muestras también tus referencias literarias. ‘Cien años de soledad’ o ‘Formas de volver a casa’, de Zambra, que no te gustó mucho. A mí me encantó.
—(Ríe). Es que a mí no me gustó nada. A ver. A mí me gustó el título. Creo que me gustó tanto el título que la novela no podía estar a la altura del título. Y sobre Cien años de soledad... ¿Sabes que nunca la terminé tampoco? La empecé muchas veces pero nunca he logrado pasar de la página 50.
—Tu libro de relatos ‘Piscinas vacías’, antes de que lo publicara Alfaguara, lo autoeditaste en Amazon. Y empezó a venderse. ¿Te preguntaste qué pasó?
—Yo creo que fue suerte. Y fue que yo tengo un blog que al final lo lee bastante gente y a medida que lo fui publicando allí, por la gente que lo leyó, fue un boca a oreja, yo creo.
—Esta frase es tuya: “Con la novela he sufrido y con los relatos solo había disfrutado”.
—Porque un relato es una cosa de un esfuerzo corto. Entonces la novela es un esfuerzo a largo plazo, que exige mucha paciencia y, sobre todo, mucha coherencia con lo que ya vienes escribiendo. Y eso a mí me resulta más difícil.
—Perteneces a una generación que pensaba que a los 25 años estaríais casados, con hijos, con trabajo y con hipoteca. ¿Cómo ves ahora el mundo?
—Pues lo veo sin esas certezas que yo me imaginaba que lo poblarían. Pero lo veo de una manera mucho más real. Uno crece pensando que el mundo adulto es el de las certezas y el de los anillos de compromiso. Ahora que no hay, creo que veo por la realidad.
—Para ti la mejor opción siempre es la de tirar la casa por la ventana. ¿No te dan vértigo las alturas?
—Me da mucho más miedo vivir siempre a ras de suelo y sin poder ver lo que hay en lo alto.
En 2016 apareció en Alfaguara Piscinas vacías, publicado por primera vez en los formatos digital y papel en la plataforma de autoedición megustaescribirlibros.com. De inmediato trepó al Top 100 de Amazon, con cinco estrellas en las calificaciones de todos los lectores.
—Escribes en tu libro: “Me enamoré de la literatura porque se parecía mucho a la realidad, tanto que se podía confundir con ella. Pero la literatura me proporcionaba más respuestas que la vida”.
—Porque la literatura tiene el sentido que le falta a la realidad. Y muchas veces nos gustaría vivir la realidad con todos sus porqués que tiene la literatura.
—‘Qué vas a hacer con el resto de tu vida’. La frase, aunque modificada, pertenece a un poema de Adriene Rich. ¿Qué adivinaste en esa frase que te subyugó?
—Es la pregunta que nos hacen todos los días. Como si fueran minipreguntas: ¿Qué vas a querer comer? ¿Qué vas a querer estudiar? Es la pregunta de todas las preguntas y que cada día nos la formulan de manera distinta.
—La novela está protagonizada por una mujer de 30 años que abandona la isla, Ibiza, para mudarse a otra isla, Nueva York.
—Porque son dos islas míticas. Nueva York es la imagen cinematográfica que tenemos de Nueva York. Ibiza es la imagen que transmiten los folletos turísticos de Ibiza.
—En toda huida hay tal vez una búsqueda. ¿Pero cómo se huye de uno mismo para encontrar al otro que somos?
—Yo creo que en realidad huimos del otro que somos para encontrarnos a uno mismo. Te lo razono. En toda huida hay una búsqueda, para mí, de lo que somos, que no es lo mismo que estamos siendo en el momento.
—Uno de los personajes más carismáticos de la novela es el padre, un geógrafo que cataloga y define las islas del mundo.
—Es un hombre que está obsesionado con lo que no existe, con lo que no tiene fin, con hacer el atlas mundial de las islas cuando ni siquiera sabemos lo que es una isla. Un hombre que está obsesionado con un imposible.
—La isla de tu novela es Ibiza. Viste un vídeo de hace 40 años, una isla de intelectuales y de hippies, y te dio una pena tremenda.
—Exactamente. Porque ahora mismo Ibiza es una isla esquizofrénica. Seis meses Pachá y seis meses la nada. Entonces reivindico esa otra Ibiza que no aparece en los folletos.
—Has realizado unos veinte viajes a Ibiza para documentar tu novela. ¿Qué te atrapó de ese rincón del mundo?
—Que es un lugar donde aún se percibe esa otra época que, bajo los moles de Pachá, del turismo, aún queda esa isla mítica adonde fue Albert Camus, Walter Benjamin, que tiene una historia, una historia que es visible.
—Si un día huyeras de verdad, ¿cómo sería la isla en la que te perderías?
—Lejos pero cerca. Llena de libros, de películas y de buenos amigos. Lo quiero todo. Me quiero ir con la casa a cuestas.
—En la novela muestras también tus referencias literarias. ‘Cien años de soledad’ o ‘Formas de volver a casa’, de Zambra, que no te gustó mucho. A mí me encantó.
—(Ríe). Es que a mí no me gustó nada. A ver. A mí me gustó el título. Creo que me gustó tanto el título que la novela no podía estar a la altura del título. Y sobre Cien años de soledad... ¿Sabes que nunca la terminé tampoco? La empecé muchas veces pero nunca he logrado pasar de la página 50.
—Tu libro de relatos ‘Piscinas vacías’, antes de que lo publicara Alfaguara, lo autoeditaste en Amazon. Y empezó a venderse. ¿Te preguntaste qué pasó?
—Yo creo que fue suerte. Y fue que yo tengo un blog que al final lo lee bastante gente y a medida que lo fui publicando allí, por la gente que lo leyó, fue un boca a oreja, yo creo.
—Esta frase es tuya: “Con la novela he sufrido y con los relatos solo había disfrutado”.
—Porque un relato es una cosa de un esfuerzo corto. Entonces la novela es un esfuerzo a largo plazo, que exige mucha paciencia y, sobre todo, mucha coherencia con lo que ya vienes escribiendo. Y eso a mí me resulta más difícil.
—Perteneces a una generación que pensaba que a los 25 años estaríais casados, con hijos, con trabajo y con hipoteca. ¿Cómo ves ahora el mundo?
—Pues lo veo sin esas certezas que yo me imaginaba que lo poblarían. Pero lo veo de una manera mucho más real. Uno crece pensando que el mundo adulto es el de las certezas y el de los anillos de compromiso. Ahora que no hay, creo que veo por la realidad.
—Para ti la mejor opción siempre es la de tirar la casa por la ventana. ¿No te dan vértigo las alturas?
—Me da mucho más miedo vivir siempre a ras de suelo y sin poder ver lo que hay en lo alto.
ANTONIO LÓPEZ HIDALGO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO
FOTOGRAFÍA: ELISA ARROYO