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Pepe Cantillo | Curiosidades navideñas

Escarbando en Internet he encontrado algunas curiosas maneras de celebrar la Navidad. Ofrezco un breve resumen de algunas de ellas para satisfacer la curiosidad y comprobar que son unas fiestas tanto del ámbito familiar como público y que están presentes tanto en Europa como en otras partes del mundo.



El festival de los farolillos gigantes se celebra en Filipinas la noche del sábado anterior al día de Navidad. Es todo un reto por ver quién construye el mejor farolillo. En un principio, apenas medían medio metro de diámetro y estaban hechos con papel usado en papiroflexia y con la luz de una vela. En la actualidad, la variedad de material usado es múltiple, se iluminan con bombillas y pueden llegar a medir hasta seis metros, formando un luminoso caleidoscopio.

La cabra de Gävle (Suecia). Desde 1966 se planta el uno de diciembre, en la plaza del castillo de Gävle, una cabra de 13 metros de alto llamada Yule. La costumbre actual es intentar quemarla, objetivo que no siempre se consigue.

En Austria existe la aterradora tradición de que un demonio, Krumpus se llama, asuste a los niños que se han portado mal. Santa Claus premiará a los que se portaron bien. En la primera semana de diciembre, jóvenes disfrazados de malvados demonios asustan a los niños haciendo sonar cadenas y campanillas.

En Islandia jóvenes vestidos con trajes tradicionales visitan a los niños durante las 13 noches anteriores a Navidad. Los niños ponen los zapatos en la ventana y Yule dejará regalos para quienes se portaron bien y patatas podridas para los que se portaron mal.

Los nombres de los trece traviesos Yule son: El Acosador de ovejas, El Vigilante de las zanjas, El Chaparro, El Chupacucharas, El Rascaollas, El Chupaplatos, El Devorayogures, El Portazos, El Robasalchichas, El Vigilante desde la ventana, El Husmeador de puertas, El Gancho Robacarnes y El Robavelas. Curiosas actividades.

En Alemania, el bueno de San Nicolás (no es Papá Noel) viaja en burro dejando regalitos en los zapatos de los niños que se portaron bien. También pasa por colegios o por las casas y, si recitan una poesía, cantan una canción o dibujan algo, son premiados. A veces le acompaña el demonio Ruprecht vestido de negro y cubierto de campanillas y con una vara castiga a los que se portaron mal.

En Noruega, por Navidad, esconden las escobas para evitar que las roben las brujas o los malos espíritus. Esta tradición es de hace muchos siglos y aun se mantiene. Además, para ahuyentar a estos malos espíritus los mayores disparan al aire con escopetas o pistolas.

Cada Nochebuena los habitantes de Caracas (Venezuela) acuden a la iglesia patinando. Esta tradición es tan popular que cortan el tráfico de determinadas calles y solo se puede llegar patinando. Después vuelven a casa para cenar una masa de maíz rellena de carne con hojas de mazorca y cocinada al vapor.

El Día de las Velitas marca en Colombia el inicio de las fiestas navideñas. Existe la costumbre de poner velas y farolillos en ventanas, balcones y jardines. Dicha tradición se ha hecho tan popular que los vecinos compiten entre sí por ver quién hace el adorno más artístico y bonito.

En Toronto (Canadá) iluminan la plaza del Ayuntamiento y el árbol de Navidad con más de 300.000 luces led que se mantienen encendidas hasta las 23.00 de la noche del día de Año Nuevo. La costumbre de iluminar las plazas está muy extendida por otros tantos lugares de la geografía navideña.

En muchos rincones donde se celebra la Navidad existe la costumbre de que los más pequeños dejen dulces típicos para Papá Noel o para los Reyes Magos. En Irlanda son más originales y dejan a Santa Claus un trozo de pudding que contiene cerveza negra (Guinness) o whisky irlandés, claro está.

En la República Checa, por Nochebuena, las solteras colocadas de espaldas a la puerta de la casa tiran un zapato por encima del hombro y, si cae con la punta mirando hacia la puerta, significa que encontrarán pareja; en caso contrario, seguirán solteras otro año más. Jugar con la suerte es otra manera de divertirse.

En Ucrania decoran el árbol con tela de araña como señal de buena suerte. Cuenta la leyenda que una familia pobre cubrió el árbol con tela de arañas porque no podían comprar adornos. Una noche, un grupo de arañas se lo redecoró con cintas doradas y plateadas y, desde entonces, dicha familia jamás pasó penurias.

En Serbia los regalos no se entregan el día de Navidad sino los dos domingos anteriores. Ahora viene lo gordo. El primer domingo los niños amarran a la madre a una silla y como rescate piden los regalos para liberarla; al siguiente domingo será el padre el prisionero. Quedan en libertad si pagan.

En Letonia, para poder abrir el regalo después de la cena navideña, hay que recitar un poema por cada regalo. Quien no lo haga se queda sin él. Curiosa, interesante y bonita tradición que obliga a ser ingenioso y enriquece culturalmente.

En Brasil creen que por Navidad los animales pueden hablar y los niños se pasan todo el día intentando entenderse con ellos. Los regalos se dejan en los zapatos, no bajo el árbol de Navidad.

En Australia celebran la Navidad con una barbacoa en la playa. Los renos y la nieve son sustituidos por canguros y arena.

Japón no es un país de tradición navideña. Pero en fechas recientes ha surgido la extraña costumbre de hacer una cena de pollo frito procedente del restaurante Kentucky Fried Chicken. Dicho menú se personaliza con fotografías familiares y adornos navideños. Claro, quien hace el agosto es la cadena KFC que vende el pollo frito.

Termino con unas breves reflexiones. Las Navidades son fiestas familiares arraigadas en la tradición cultural de una buena parte de Occidente y, sobre todo, de nuestro entorno. Para muchos son una manifestación religiosa; para otros, la excusa para verse toda la familia y divertirse tanto mayores como pequeños. Para la mayoría, una ocasión para disfrutar de regalos, sobre todo para los pequeños.

Por su parte el refranero añade que “por Navidad, dichoso el que en su casa está”. Tal sentencia pone de manifiesto la felicidad que se siente estando entre los seres queridos celebrando unas fiestas tenidas por muy familiares. Indudablemente, la reunión hogareña conlleva trajín más que suficiente para afirmar que “el horno por Navidad no tiene descanso”. Dichos encuentros suponen salir de la rutina culinaria y celebrar el evento alrededor de sabrosos manjares.

En conjunto, son un evento festivo arraigado en la cultura y costumbres desde tiempo ha. ¿Tan obsoletas están que hay un descarado acoso y derribo de ellas? Dicho acoso se ensaña con belenes y cabalgatas de Reyes.

Las costumbres evolucionan y si antes eran celebradas básicamente desde lo religioso, ahora tienen también un claro tinte laico. ¡Estupendo! Todo el respeto para cualquier tipo de celebración, ya sea desde la religiosidad o la laicidad, que no olvidemos, están encadenadas al comercio como modernas catedrales de nuestro tiempo.

Hasta no hace mucho, era una fiesta familiar. Y digo "era" porque, entre otras razones, los distintos miembros de una familia no vivían muy lejos unos de otros. Pero eso cambió con la modernidad. Por diversos avatares nos hicimos o nos obligaron a ser ciudadanos del mundo. Ahora es más engorroso celebrar la Navidad en familia, dado que muchos de sus miembros viven en otros lugares a veces lejanos.

El refrán dice que “se es de donde paces y no de donde naces”. Es decir, que cada cual encontró el pesebre donde le llevaron las circunstancias. El clásico anuncio de turrón invitando a volver a casa por Navidad ofrece ciertas dificultades para poder llevarse a término. "¡Hola, soy Edu, feliz Navidad!" era el llamativo anuncio navideño en 1997 que ahora hago extensivo a todos los lectores de este periódico.

PEPE CANTILLO
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