Hace varios meses, en uno de esos breves de las páginas de sucesos del periódico, leí la noticia de la detención de un individuo que, con la intención de cobrar la indemnización del seguro que cubría el riesgo de incendio de su apartamento, prendió fuego a todo el edificio de viviendas dejando a sus vecinos sin un techo que los cobijase y, lo que es más grave aún, causando la muerte por asfixia a dos personas.
No me imagino cómo puede haber gente así, de esa calaña, insensible ante el daño que pueden causar a los demás con tal de satisfacer su interés particular. Pero la hay.
No sé por qué –o sí– , me ha venido a la memoria la referida noticia al ver en algunas redes sociales de Internet en las que participo una campaña “espontánea” en contra de mi ciudad, Montilla, invitando a abandonarla, a desentenderse de ella.
La campaña tiene un lema que recomienda el rechazo a Montilla y consiste en hacer circular comentarios de desprestigio general de todo lo que se considera montillano, sin el menor escrúpulo en difundir datos falsos y comentarios tendenciosos.
Imagino que habrá en ello algún interés oculto. No lo sé. Pero, de haberlo, ha de ser un interés tan espurio e ilegítimo que necesita ser camuflado de la misma manera que el pirómano de la mencionada noticia de sucesos necesitó ocultar su fraude al seguro incendiando todo el edificio en el que se ubicaba su apartamento.
No quiero pensar que tras esta campaña pudiera estar alguna iniciativa mercantil que, ante la imposibilidad de hacer negocio en Montilla, tenga la pretensión de que ninguna otra iniciativa de la competencia pueda tener opciones.
No quiero pensar que tras esta campaña estén algunos individuos que, no contentos con quienes gestionan actualmente el Ayuntamiento, no tengan reparo en dañar a Montilla, poner en riesgo la imagen exterior de la ciudad y minar su desarrollo económico si con ello se hace daño electoral a un equipo de gobierno que, muy a su pesar, es de un partido político distinto al que ellos quisieran.
No quiero pensar que tras esta campaña pudieran estar individuos a los que no les importa causar cualquier daño a los intereses generales de la comunidad en la que viven con tal de obtener el interés particular que buscan.
No quiero pensar nada de esto y, por eso, no lo pienso. Quizá esta sea la razón por la que sigo sin poderme imaginar cómo puede haber gente así. Pero la hay.
No me imagino cómo puede haber gente así, de esa calaña, insensible ante el daño que pueden causar a los demás con tal de satisfacer su interés particular. Pero la hay.
No sé por qué –o sí– , me ha venido a la memoria la referida noticia al ver en algunas redes sociales de Internet en las que participo una campaña “espontánea” en contra de mi ciudad, Montilla, invitando a abandonarla, a desentenderse de ella.
La campaña tiene un lema que recomienda el rechazo a Montilla y consiste en hacer circular comentarios de desprestigio general de todo lo que se considera montillano, sin el menor escrúpulo en difundir datos falsos y comentarios tendenciosos.
Imagino que habrá en ello algún interés oculto. No lo sé. Pero, de haberlo, ha de ser un interés tan espurio e ilegítimo que necesita ser camuflado de la misma manera que el pirómano de la mencionada noticia de sucesos necesitó ocultar su fraude al seguro incendiando todo el edificio en el que se ubicaba su apartamento.
No quiero pensar que tras esta campaña pudiera estar alguna iniciativa mercantil que, ante la imposibilidad de hacer negocio en Montilla, tenga la pretensión de que ninguna otra iniciativa de la competencia pueda tener opciones.
No quiero pensar que tras esta campaña estén algunos individuos que, no contentos con quienes gestionan actualmente el Ayuntamiento, no tengan reparo en dañar a Montilla, poner en riesgo la imagen exterior de la ciudad y minar su desarrollo económico si con ello se hace daño electoral a un equipo de gobierno que, muy a su pesar, es de un partido político distinto al que ellos quisieran.
No quiero pensar que tras esta campaña pudieran estar individuos a los que no les importa causar cualquier daño a los intereses generales de la comunidad en la que viven con tal de obtener el interés particular que buscan.
No quiero pensar nada de esto y, por eso, no lo pienso. Quizá esta sea la razón por la que sigo sin poderme imaginar cómo puede haber gente así. Pero la hay.
ANTONIO SALAS TEJADA