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Juan Eladio Palmis | El desmantelamiento andaluz

Aquel afamado andaluz chiclanero culpable de más de un suspenso en Bachillerato cuando preguntaban por su verdadero nombre, Juan Álvarez Méndez –en vez del apellido vasco Mendizábal, que se puso para dar más respeto social a su aparente desmantelamiento de bienes clericales–, fue el artífice de lo que en esta España de palabrejas raras para distorsionar los contenidos se llamó Desamortización de Mendizábal, como si realmente todos los bienes en poder de las manos muertas clericales se hubiesen quedado legalmente dispuestos para la venta y controlados por el Estado.



La citada desamortización que llevó encubierto el nombre del chiclanero Juan solo fue un amago social; apenas fue el vuelo de una pelufa de caña en el huerto patrio, porque se puso en marcha la siempre bien engrasada maquinaria eclesial, y lo que se quitó el clero de encima fue aquello que le interesó quitarse, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid.

Los bienes que se “quitó” el clero de encima fueron del mismo corte y estilo de los que se están “quitando” ahora los bancos, que se están poniendo a “régimen de adelgazamiento de personal”, del poco que les queda, guardando la línea de sus panzas a reventar de dinero público hasta que les salgan las perras por las orejas, subvencionadas del modo más cómodo que nunca.

Como el que no se consuela es porque no quiere, uno lo hace pensando que Andalucía nos hizo imperio y país, nos lo dio o nos lo ganamos entre todos, y después vinieron los poderosos sociatas andaluces encabezados por González barriendo con escoba propiedad del sistema especulador español y, dejando en mantillas aquel amago del chiclanero Álvarez Méndez –Mendizábal para el cuento–, desmantelaron España entera, sin desamortizar aquellos bienes públicos que era necesario desamortizarlos, de las propiedades que se habían forjado con el sudor del pueblo, a un nivel de robo tan sumamente colosal que, en su inmenso volumen, parece mentira que nunca se hable de ello, y estén circulando por la calle libremente sus causantes y ladrones siendo, además, aplaudidos.

Mendizábal, en unos años donde no existían las cámaras de los móviles ni las de televisión, por si un caso, se cambió el apellido no fuera a darle ajo perete algún exaltado de entonces porque vendiera, y estuvo todo consensuado, algunas piedras sagradas a algún noble de los que entonces tenían en monopolio de exclusividad el dinero español.

Pero aquí, acá en España, los González y los Aznares, tanto monta monta tanto con sus respectivos equipos salvadores patrios por detrás, pelearon y se lo ¿regalaron a sus amichis? Astilleros, bancos, cajas de ahorros, Telefónica, navieras, acerías, compañía aéreas, universidades, ejidos, hospitales, latifundios, y un larguísimo etcétera, y falta por ver que alguien los haya llevado a la puerta de un juzgado o hayan tenido que cambiarse el apellido.

Los estudiantes del Bachillerato futuro probablemente no profundicen en nada del pasado, y tal como va el asunto de cargado y de interés por la ciencia, se vuelva a lo que realmente nos puede interesar que es ver si de una vez podemos fijar con el brillo y el esplendor que se merece si a los siete días, una vez que se terminó de hacer el mundo, realmente el Creador descansó, o todo es una farsa de Venezuela para que la gente descanse los domingos y se vaya de compra a los mercadillos.

Algo tan monstruoso, un desvalijamiento, aparte de brutalmente inmoral y de robo en gran escala, incluso ilegal porque no hubo desamortización jurídica de la gran mayoría del patrimonio público colectivo español, hasta ahora que tímidamente va aflorando en algunos teclados, es algo que por su volumen de robo produce incredulidad y horror, porque entra en un campo de difícil comprensión que todo un entramado de los dos partidos mayoritarios, Pepé, Pesoe, con algunos miembros de Izquierda Unida, y de los sindicatos al completo, junto a la organización llamada patronal, se quedaran desinformando al pueblo que aquellos patrimonios que pasaban a las bolsas particulares de las personas que designaba el sistema eran por imperativo legal y porque eran una ruina al completo tenerlos en la propiedad el pueblo. Como si de pronto a nuestros mandos les hubiera dado una tremenda preocupación por el estado de los bolsillos del pueblo.

La curia vaticana, en su día, cuando la posesión extremada de propiedades del clero mientras el pueblo se moría de hambre, ejerció en muchas fincas el efecto llamado de las manos muertas y todavía protegió con la excomunión la posible presencia de algún marqués, conde, duque o terrateniente estraperlista en la puja por un bien de los que habían “heredado” los clérigos de sus abuelos.

Y nadie osó comprar nada que la Iglesia no quiso que se vendiera. Y aquí, para el desvalijamiento del patrimonio español sin desamortizarlo, todo el llamado sistema a una tocó a rebato del silencio y de la desinformación más monstruosa que en asunto de dinero haya registrado la historia.

Vivos y presumiendo de señores los unos, de padres y madres patrios los otros, pasean por la cornisa hispana siendo la flor y nata de los impositores de los paraísos fiscales, y siguen llenando de mentiras un país que perdió su clase media y que se ha quedado en una medianía en todo, menos en babosear. Salud y Felicidad.

JUAN ELADIO PALMIS
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