Sí, señores. Así llamaban a los montillanos que, por los años sesenta y setenta volvían a Montilla por vacaciones: apuraorzas. Porque, supuestamente, venían a apurar las orzas de la matanza. Por aquellos años, yo era muy joven y no iba a Montilla, ya que la familia que tenía era algo lejana, de modo que si nos acercábamos al pueblo en alguna ocasión, íbamos a un hostal o a una pensión.
El año pasado pasamos mi esposa y yo en Montilla dos meses, septiembre y octubre. Alquilamos un piso y estuvimos en la gloria. Hacía dos años que no iba y comprobé la gran actividad cultural que tiene la ciudad.
Encontré Montilla muy bonita, moderna, y con mucha vida y actividad comercial; también observé que hay montillanos que no aprecian las grandezas de nuestra ciudad y espero que, con mi modesta opinión, no se moleste nadie. Asimismo, pude comprobar que tenemos un gran paro, pero esto, por desgracia, pasa en gran parte de España.
Y no me resisto a comentarles lo que nos ocurrió. Un día que paseaba junto a mis hermanos, ellos se pararon a conversar con un señor que me presentaron y que, por educación, me reservo su nombre. Nos dijo que había sido representante de vinos de Márquez Panadero, que había estado en Barcelona, y que él la encontraba muy sucia y muy negra, que no tenía nada que ver con la blancura de nuestra Andalucía.
Nos comentaba que allí se ponía una camisa blanca y, con el humo, en una mañana la tenía sucia. Un poco exagerado, la verdad. Si se metía en un horno de fundición, tal vez sí. Comenzó a decir una serie de improperios sobre Barcelona que mi esposa, que es catalana, se molestó y le dijo que sólo decía barbaridades. Yo no hice comentario alguno pues no me quise calentar y contestarle de mala manera por respeto hacia mis hermanos.
Yo les digo a los montillanos que no hayan estado en Barcelona que es preciosa, con otra cultura diferente a la nuestra, con sus encantos y con sus defectos. Tiene unas ramblas incomparables, lo más bonito que se pueda ver, llenas de flores y de toda clase de aves exóticas.
La Sagrada Familia, imponente e incomparable; un parque Güell impresionante; un puerto precioso; y estaría escribiendo horas y horas para explicar todo lo fantástico de Barcelona. Tal vez este señor se movió por los extrarradios de la ciudad, que hay en todas las capitales. Le dejamos y, la verdad, yo llegué a la conclusión de que este señor es un ignorante y un cateto sin ninguna cultura. Menos mal que de estos individuos debe haber pocos en Montilla.
A mí, personalmente, no me gusta que hablen mal de la tierra donde nací, la cual defiendo a capa y espada. Pero tampoco me gusta que lo hagan sin razón de la tierra donde me he criado y que tanto me ha dado. Entiendo que haya personas incultas que no dan para más. Así es la vida.
El año pasado pasamos mi esposa y yo en Montilla dos meses, septiembre y octubre. Alquilamos un piso y estuvimos en la gloria. Hacía dos años que no iba y comprobé la gran actividad cultural que tiene la ciudad.
Encontré Montilla muy bonita, moderna, y con mucha vida y actividad comercial; también observé que hay montillanos que no aprecian las grandezas de nuestra ciudad y espero que, con mi modesta opinión, no se moleste nadie. Asimismo, pude comprobar que tenemos un gran paro, pero esto, por desgracia, pasa en gran parte de España.
Y no me resisto a comentarles lo que nos ocurrió. Un día que paseaba junto a mis hermanos, ellos se pararon a conversar con un señor que me presentaron y que, por educación, me reservo su nombre. Nos dijo que había sido representante de vinos de Márquez Panadero, que había estado en Barcelona, y que él la encontraba muy sucia y muy negra, que no tenía nada que ver con la blancura de nuestra Andalucía.
Nos comentaba que allí se ponía una camisa blanca y, con el humo, en una mañana la tenía sucia. Un poco exagerado, la verdad. Si se metía en un horno de fundición, tal vez sí. Comenzó a decir una serie de improperios sobre Barcelona que mi esposa, que es catalana, se molestó y le dijo que sólo decía barbaridades. Yo no hice comentario alguno pues no me quise calentar y contestarle de mala manera por respeto hacia mis hermanos.
Yo les digo a los montillanos que no hayan estado en Barcelona que es preciosa, con otra cultura diferente a la nuestra, con sus encantos y con sus defectos. Tiene unas ramblas incomparables, lo más bonito que se pueda ver, llenas de flores y de toda clase de aves exóticas.
La Sagrada Familia, imponente e incomparable; un parque Güell impresionante; un puerto precioso; y estaría escribiendo horas y horas para explicar todo lo fantástico de Barcelona. Tal vez este señor se movió por los extrarradios de la ciudad, que hay en todas las capitales. Le dejamos y, la verdad, yo llegué a la conclusión de que este señor es un ignorante y un cateto sin ninguna cultura. Menos mal que de estos individuos debe haber pocos en Montilla.
A mí, personalmente, no me gusta que hablen mal de la tierra donde nací, la cual defiendo a capa y espada. Pero tampoco me gusta que lo hagan sin razón de la tierra donde me he criado y que tanto me ha dado. Entiendo que haya personas incultas que no dan para más. Así es la vida.
JUAN NAVARRO COMINO