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Chani Pérez Henares | ¿A quién le importa el paro?

Cuando los datos del paro registrado a finales de agosto no fueron buenos –tampoco eran malos para la fecha–, la oposición, los sindicatos y el agitprop red-radio-televisivo se lanzaron en tromba a gritar que era la prueba evidente del derrumbe de la previsión gubernamental. Cuando los datos de septiembre fueron regulares, subía mínimamente el número de parados apuntados a las listas pero también ascendía el de afiliados a la Seguridad Social, a pesar de que estacionalmente eran cifras “buenas”, prosiguieron con su cantinela por tierra, mar y aire.



Cuando ahora la EPA del tercer trimestre bate cifras en positivo de toda la serie histórica ¿qué dicen? Pues, aparte de notárseles un montón el disgusto, que disimulan muy mal, acaban en que esto no es lo que parece, que es poco menos que mentira, que los datos según se mire y que todo precariedad. Y, además, tras pasarse una vida diciendo que lo que valía era la EPA, ahora resulta que al revés.

Por ello, es iluso suponer, en ciertas declaraciones, un mínimo ya no de objetividad sino, y ni siquiera, un ápice de credibilidad. La misma, más o menos, que tenían cuando, ya hasta el cuello en la crisis, no solo la negaban sino que hicieron un concurso de ocurrencias para bautizarla de cualquier otra manera, como si no mentando la bicha fuera a desaparecer.

Los datos serán fríos pero son los que son y dicen lo que dicen. Y lo que dicen es claro. Que este trimestre el paro ha bajado en casi 300.000 personas, un récord absoluto, y que se ha logrado por vez primera tras cuatro año descender de los cinco millones de parados (4.850.800). Y, además, y también por primera vez desde entonces, la cifra de ocupados ha vuelto a superar los 18 millones, al sumar 182.2000 más.

Total, que aunque estamos mal, porque esas cifras siguen siendo terribles, estamos mejor y la tasa de paro ha bajado al 21,18 por ciento, que sigue siendo una barbaridad, pero mejora aquella situación infernal cuando llegamos a estar, en el momento peor y más dramático, en unos dígitos de pánico (primer trimestre de 2013: 17 millones raspados de ocupación; 6,3 millones de parados: un 26,94 por ciento de tasa de desempleo). Hasta ahí llegamos a caer. Aunque ahora algunos hagan un enorme esfuerzo de desmemoria para no recordar.

Porque es bien cierto que el Gobierno actual recogió una situación no tan matemáticamente tremenda. En el último trimestre de 2011, última cifra zapateril, la ocupación era de 18,1 millones, aunque ya el paro era superior a 5,3 millones. Pero estábamos en caída libre y el siguiente trimestre, el primero del 2012, el primer recibo al cobro de “herencia” era ya de 5,7 millones de parados y de 17,8 millones de ocupados que hubo que ir frenando en medio de griteríos de "¡rescate, rescate!" y primas de riesgo desbocadas galopando por las pantallas televisivas durante mañana, tarde y noche. 300 profetas del Apocalipsis metidos a economistas las comentaban entusiasmados.

Un año después, el primero de Legislatura, se alcanzó el punto de máxima tensión, el antes citado del pánico casi total de aquel 2013. Pero desde entonces, negarlo es no querer ver, comenzó la mejora y esta ha sido continua, sostenida y, en los últimos tiempos, acelerada.

Desde aquel punto crítico, el número de ocupados ha aumentado en un millón y el paro ha descendido en 1,4 millones, pues en efecto, el número de población activa ha disminuido también, especialmente por emigración retornada a su países de origen y alguna nuestra que ha marchado a otros países, sobre todo de la UE. Y si nos atenemos al último año, encontramos incluso un dato mejor: que en estos últimos doce meses el empleo ha ascendido en números absolutos en más de medio millón (550.000) y el número de parados ha descendido en similar cantidad (577.000).

Es, pues, lógico que De Guindos, Báñez y Rajoy estuvieran satisfechos. Lo que ya no resulta tanto es que quienes hace tan solo unas semanas volvían a augurar la catástrofe con unos datos, ahora rechacen estos de mayor dimensión y contundencia. Acuñando, eso sí y de inmediato, el apelativo de "triunfalista" para quien hace ejercicio de una prudencia de la que ellos carecen al anunciar reiteradamente la catástrofe.

No es, aunque no se quieran enterar, por este lado donde está el flanco débil ni la herida sangrante de este Gobierno. Ese es otro y se llama corrupción. Pero del económico les puede llegar incluso un último disgusto añadido. Y es que el número de parados registrado descienda como ha descendido este de los cinco millones, de los cuatro, marcando por abajo uno de esos listones que hay que dejar atrás.

Estamos a tan solo 94.000 de conseguirlo y los meses por venir pueden lograrlo. Pero dará igual. Entonces serán esos datos los que habrá que ningunear. Como se intentó hacer con una EPA que es más ya que una esperanza. Por lo menos para 300.000 personas que tienen cara, ojos y trabajo.

La EPA. ¿Qué es la EPA? ¿A quién le importa el paro, hombre? La prioridad es denunciar el Concordato (que, por cierto, no existe desde hace lustros) y liarla con la Religión. Han ganado un voto por lo menos. El de Irene Lozano. ¿Alguno por ahí piensa en los que han podido perder?

CHANI PÉREZ HENARES
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