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Arquitectura: Félix Candela

A lo largo de los artículos en los que he tratado el tema de la Arquitectura, han ido apareciendo nombres que recibieron el premio Pritzker. Sin embargo, en esta ocasión, hablaré de un arquitecto madrileño, que, sorprendentemente, no recibió este galardón, a pesar de haber sido un gran innovador por sus proyectos en el campo de la construcción con las denominadas membranas de hormigón armado.



Esto me recuerda mucho a los premios Nobel de Literatura que, a veces, se conceden a autores desconocidos o que al poco tiempo de concedérselo son olvidados por los lectores; y, sin embargo, se quedaron fuera de este reconocimiento nombres tan significativos como Fernando Pessoa, Franz Kafka o Jorge Luis Borges, por citar algunos de ellos.

Me estoy refiriendo a Félix Candela, un auténtico genio cuyas obras se encuentran mayoritariamente en México. Su nacimiento se produjo en Madrid en el año 1910. Estudió en la Escuela Superior de Arquitectura de esta ciudad, obteniendo el título de arquitecto cuando contaba con 25 años. Lo cierto es que, según sus propias palabras, no estaba muy seguro de sus capacidades para esta profesión, porque a él lo que le apasionaban eran las matemáticas, y, de modo especial, la geometría.

“Estudié arquitectura por azar y con total falta de confianza en mi habilidad artística. Tal vez esta inseguridad me impulsó a dedicarme a materias técnicas, como matemáticas y el estudio de las estructuras”, son palabras suyas al recordar sus tiempos de estudiante, que, por cierto, se ayudaba con las clases particulares que impartía a sus compañeros sobre geometría y resistencia de materiales.

Como muchos de los intelectuales y profesionales de este país, al estallar la Guerra Civil se alista en el Ejército de la República como capitán del cuerpo de Ingenieros. Como exiliado, estuvo en un campo de concentración en Perpiñán, partiendo en 1939 hacia México, país que solidariamente acogió a unos 25.000 refugiados españoles que huían de la terrible represión franquista. Aquí se casa con Eladia Martín, obteniendo la nacionalidad mexicana en 1941.

Como arquitecto, su trabajo se orienta hacia la aplicación de las matemáticas, que le apasionaban, orientadas hacia la comprensión de la mecánica estructural de las superficies cuádricas. Es decir, en la generación de superficies de doble curvatura utilizando el hormigón armado.

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El primer trabajo destacado, aplicando el sistema de membranas de hormigón armado, lo encontramos en una obra realizada en 1952 en el pequeño Pabellón de Rayos Cósmicos de la Ciudad Universitaria de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México).

El problema al que se enfrentaba Candela era a la construcción de un pequeño edificio que sirviera de resguardo a un aparato de contador de radiaciones solares y que debía estar cubierto con una membrana rígida, pero delgada, que no impidiera el paso de las radiaciones.

A pesar de su reducido tamaño, “con esta obra, Candela logró una solución de gran fuerza plástica, por el trabajo estético de las líneas respecto a la superficie doblemente curvada que forma el cuerpo del edificio”, nos dice Enrique X. de Anda en una obra dedicada a este arquitecto.

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Donde Félix Candela pudo aplicar sus innovadoras creaciones de hormigón fue en el ámbito religioso, de modo que a él se deben las soluciones de iglesias que necesitaban amplios espacios para cobijar a los fieles.

Una de sus obras maestras es la que llevó a cabo, entre 1953 y 1955, en un barrio residencial de la Ciudad de México. Se trata de la Iglesia de la Virgen Milagrosa, resuelta con una solución de membranas de hormigón armado con direcciones muy diversas, pero que acababan equilibrándose entre sí, y apoyadas en pilares con sorprendentes formas irregulares.

Y lo más llamativo de esta obra es que se llevó a cabo en solo dos años, un auténtico récord, teniendo en consideración que era una arquitectura totalmente innovadora, ya que el hormigón armado no se había utilizado en membranas hasta la llegada de Candela.

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Una pregunta que a veces me suelo hacer es la siguiente: ¿Por qué se le concedió el premio Pritzker de Arquitectura al danés JØrn Utzon, autor de la Ópera de Sidney, y no se le dio a Félix Candela, cuando este fue responsable directo nada menos que de la construcción de alrededor de un millón de metros cuadrados con sus membranas autoconsistentes?

Esto es algo que no llego a entender, porque la conocida obra e Utzon necesitó de refuerzos complementarios de sus cubiertas, dado los enormes empujes que producían hacia los lados; todo lo contrario de las obras de Candela, que, a través de sus precisos cálculos matemáticos, daban como resultados membranas de hormigón armado que no necesitaban soluciones complementarias.

Es lo que sucede con la Iglesia de San Antonio de las Huertas, que, finalizada en 1956, se encuentra también en la Ciudad de México. Pero la belleza de sus obras no solo reside en los paraboloides hiperbólicos aplicados a la construcción, caso de los realizados para este templo, sino en el limpio acabado, de modo que es posible contemplar el cuidadoso trabajo de encofrado, puesto que las superficies se aprecian tal como quedaron al endurecerse el hormigón.

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Aunque la arquitectura religiosa tuvo gran importancia en la obra de Félix Candela, también diversificó sus proyectos arquitectónicos, de modo que firmó trabajos para edificios industriales, deportivos, de transportes, e, incluso se atrevió con grandes esculturas partiendo de sus postulados de la geometría aplicada a la construcción.

Es lo que podemos ver en la Plaza “Los Abanicos”, en la ciudad de Cuernavaca, situada en el estado de Morelos. El clima privilegiado de esta región dio lugar a que esta ciudad se convirtiera en la década de los años cincuenta del siglo pasado en un lugar de veraneo de los habitantes de la capital de México.

La citada plaza se convirtió en un símbolo del nuevo crecimiento urbanístico, de modo que Candela proyectó una escultura en la que tres “abanicos” de hormigón armado blanco parecen que se despliegan partiendo de una base común, ubicada en una fuente de tipo laminar.

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A lo largo de sus años, compatibilizó su trabajo profesional dentro del campo de la construcción con el de la enseñanza, ya que, a partir de 1953, fue profesor en la Escuela Nacional de Arquitectura de la UNAM.

Su estancia en México se prolongó durante treinta años. Así, en 1971 pasó a los Estados Unidos, estableciéndose en Chicago, donde abrió un despacho de consultoría técnica industrial, continuando en este país su labor docente. El tema de la salida de México es algo que nunca llegó a aclarar, ya que significó que no volviera a construir en este país.

De todos modos, dejó grandes obras, caso de la planta embotelladora de la marca Bacardí, cuyas obras finalizaron en 1960. La solución elegida por Candela para la cubierta fue la realización de seis bóvedas de arista con planta cuadrada de 30 metros de lado.

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El subsuelo de la Ciudad de México presenta un gran problema dado que se asienta sobre un terreno lacustre, lo que dificulta enormemente las construcciones que tengan que fijarse sobre zonas profundas. Es lo que acontecía con el Metro de la ciudad que no pudo inaugurarse hasta 1967, un año antes de la celebración de las Olimpiadas en este país.

La obra de ingeniería para llevarlo a cabo fue enorme. Entre los técnicos a los que se les solicitó su participación profesional se encontraba Félix Candela, que proyectó tres estaciones del Metro, entre las que se encontraban la de San Lázaro y la de Candelaria.

La estación de San Lázaro fue la de mayor originalidad plástica de toda la red del suburbano, y no solo dentro de las tres que proyectó, para un transporte tan necesario para una ciudad superpoblada.

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Por suerte, antes de que Félix Candela falleciera en 1997, pudo no solo visitar nuestro país sino también proyectar El Oceanografic, obra que puede ser admirada por todos aquellos que acudan a visitar la Ciudad de las Artes y las Ciencias ubicada en Valencia.

Es un parque temático con acuario y otras instalaciones de apoyo, integrado junto a los museos, auditorios y sala de exposiciones. La obra fue inaugurada en 2002, cinco años después del fallecimiento.

Por suerte, Félix Candela pudo dejarnos en nuestro país una obra que puede contemplar todo aquel que acuda a la ciudad levantina. Es lo que pudo legarnos este genio de la arquitectura, que, al igual de lo que lamentablemente ocurre en nuestros días, él también tuvo que huir de la guerra y la terrible dictadura que se avecinaba y permanecer en un campo de refugiados de Francia, hasta que México, país presidido por Lázaro Cárdenas, acogió solidariamente, y sin echar cuentas, a miles de españoles. Esto no podemos nunca olvidarlo.

AURELIANO SÁINZ
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