“No hay trabajo para usted”. Estas fueron las palabras que escuchó un amigo que tiene 52 años y una experiencia en su oficio de mecánico industrial de casi 40 años. Le han partido su vida por la mitad. Económicamente va a perder mucho y moralmente, tiene la autoestima por el suelo. Con su edad no interesa a ninguna empresa, a pesar de que es una fuente de conocimientos.
Comenzó con 14 años. De aprendiz iba a trabajar aún con pantalón corto. Vamos, un crío. Comenzó allá por los años cincuenta y compaginaba su trabajo de tornero con las clases nocturnas de Maestría. En aquellos años había pocos tornos con electricidad y con la caja de cambio de velocidades incorporada. De hecho, en los talleres, las máquinas iban incorporadas a un embarrado con correas de cuero que funcionaba con un motor de gasoil.
Cuando no había corriente eléctrica, algo que sucedía la gran mayoría de los días durante largos espacios de tiempo, el trabajo se detenía. Más adelante, por los años sesenta o así, comenzaron a funcionar las maquinas con autonomía propia y ya empezaron a salir al mercado los tornos y las fresadoras con copiador hidráulico incorporado.
Como la evolución en la industria mecánica avanzaba a pasos agigantados, salieron al mercado las máquinas con ciclos programados, dotadas de un complejo cuadro de clavijas. Y como es natural, mi amigo estaba al día de todas las novedades que salían al mercado.
Más adelante salieron los controles numéricos programados con cartulina, pero no tuvieron mucho éxito en la industria. Con el tiempo surgieron los controles numéricos CNC y en los primeros modelos había que memorizar todos los códigos trilaterales de la máquina para poder hacer los programas, que se introducían manualmente y aplicando trigonometría.
Los patrones se introducían en el ordenador de la máquina y, una vez puestas las herramientas, se les daba el punto cero de partida, de modo que cualquier persona sin oficio podía llevar y fabricar las piezas perfectamente, siempre bajo un control exhaustivo de calidad.
El rendimiento de estas maquinas era de seis por uno, es decir, una de estas máquinas hacía el trabajo de seis personas en tornos convencionales. Por ello, en muchos talleres instalaron en batería tres o cuatro tornos de cinc, o bien fresadoras y centros de mecanizado y un solo operario era capaz de llevar la producción, siempre bien supervisado por un buen control de calidad. De esta manera se multiplicaba la producción y la mano de obra se abarataba en más de un 50 por ciento. Y aunque los empresarios tenían que hacer al principio una gran inversión, con el tiempo, reducían la plantilla en casi un 70 por ciento.
Después llego el programa CAT, que permitía que una persona, desde el despacho, introdujera el programa en la máquina, de modo que ya sobraban los operarios que se dedicaban a hacer los programas de piezas. De esta forma, con una simple explicación por parte de un preparador, una persona totalmente inexperta en mecánica era capaz de sacar adelante una producción óptima y precisa, como el mejor de los operarios.
Y claro, a mi amigo lo pusieron de patitas en la calle, pues a su empresa le bastaba con un informático, un preparador y tres chicos de F.P. para sacar el doble de producción que con 20 operarios. Y muchísimo más barato, porque a los chavales poca cosa les pagaban.
Mi amigo se tuvo que buscar la vida y encontró trabajo en una planchistería industrial. Al tener conocimientos de maquinaria de CNN, le enviaron a San Sebastián a hacer el cursillo de programación de la Punzonadora. Y aunque esto ya era más complicado, lo superó y enseñó al personal a llevar este tipo de maquinaria.
Posteriormente entraron en el mercado las máquinas láser y vueltas con lo mismo: se tuvo que poner de nuevo al día y aprender a programar. Sin embargo, cuando ya lo tenía superado y había preparado a gente, el jefe lo llamó un buen día al despacho y la única explicación que le dio es que le daban la jubilación anticipada, pues había que abaratar costes. Dado que su sueldo era muy alto, había que dar paso a la juventud y con su sueldo tenían para contratar a tres o cuatro personas de F.P.
Estoy de acuerdo en que hay que dar paso a la juventud, pero no a costa de estos operarios tan preparados técnicamente. Algún día se darán cuenta de que estos operarios no son imprescindibles, por mucha maquinaria de Control Numérico que exista. Y también verán que los aprendices tienen que comenzar en el taller a los 14 años y llevar una experiencia añadida a la formación profesional.
¿Qué ocurre actualmente? Pues que a un joven que haya terminado la F.P. le ponen en un torno paralelo para hacer un eje con rosca cuadrada de tres hilos y no tiene ni noción de hacerlo manualmente. Y si tiene noción, no tiene la suficiente práctica, pues en eso precisamente hay que pelarse las uñas, ya que hay que hacer la herramienta correspondiente en una mola y dándole los grados correspondientes de corte y de inclinación sobre los hilos de entrada. Y todo manual. Y ya no digo de sacar adelante la pieza… Pero ahora, con un Control Numérico, problema solucionado.
Les faltan las clases prácticas de taller al lado de un buen operario. Y que conste que salen bien preparados de la F.P. Pero no se han pelado las uñas en el taller durante toda una jornada desde los 14 años. Naturalmente, ellos no tienen culpa de esta situación y se tienen que adaptar a lo que hay.
Todo esto lo comento con conocimiento de causa y tras una larga convivencia con estos jóvenes pues en mi vida laboral enseñé a muchos aprendices y puedo decir, con mucho orgullo, que salieron buenos operarios. Espero no molestar a nadie: es mi opinión y, además, deseo que a la juventud no le falte el trabajo y que esta situación tan desesperante llegue el día que se arregle de alguna manera por el bien de todos y, en especial, de estos operarios con 50 años que se ven en la calle sin más.
Comenzó con 14 años. De aprendiz iba a trabajar aún con pantalón corto. Vamos, un crío. Comenzó allá por los años cincuenta y compaginaba su trabajo de tornero con las clases nocturnas de Maestría. En aquellos años había pocos tornos con electricidad y con la caja de cambio de velocidades incorporada. De hecho, en los talleres, las máquinas iban incorporadas a un embarrado con correas de cuero que funcionaba con un motor de gasoil.
Cuando no había corriente eléctrica, algo que sucedía la gran mayoría de los días durante largos espacios de tiempo, el trabajo se detenía. Más adelante, por los años sesenta o así, comenzaron a funcionar las maquinas con autonomía propia y ya empezaron a salir al mercado los tornos y las fresadoras con copiador hidráulico incorporado.
Como la evolución en la industria mecánica avanzaba a pasos agigantados, salieron al mercado las máquinas con ciclos programados, dotadas de un complejo cuadro de clavijas. Y como es natural, mi amigo estaba al día de todas las novedades que salían al mercado.
Más adelante salieron los controles numéricos programados con cartulina, pero no tuvieron mucho éxito en la industria. Con el tiempo surgieron los controles numéricos CNC y en los primeros modelos había que memorizar todos los códigos trilaterales de la máquina para poder hacer los programas, que se introducían manualmente y aplicando trigonometría.
Los patrones se introducían en el ordenador de la máquina y, una vez puestas las herramientas, se les daba el punto cero de partida, de modo que cualquier persona sin oficio podía llevar y fabricar las piezas perfectamente, siempre bajo un control exhaustivo de calidad.
El rendimiento de estas maquinas era de seis por uno, es decir, una de estas máquinas hacía el trabajo de seis personas en tornos convencionales. Por ello, en muchos talleres instalaron en batería tres o cuatro tornos de cinc, o bien fresadoras y centros de mecanizado y un solo operario era capaz de llevar la producción, siempre bien supervisado por un buen control de calidad. De esta manera se multiplicaba la producción y la mano de obra se abarataba en más de un 50 por ciento. Y aunque los empresarios tenían que hacer al principio una gran inversión, con el tiempo, reducían la plantilla en casi un 70 por ciento.
Después llego el programa CAT, que permitía que una persona, desde el despacho, introdujera el programa en la máquina, de modo que ya sobraban los operarios que se dedicaban a hacer los programas de piezas. De esta forma, con una simple explicación por parte de un preparador, una persona totalmente inexperta en mecánica era capaz de sacar adelante una producción óptima y precisa, como el mejor de los operarios.
Y claro, a mi amigo lo pusieron de patitas en la calle, pues a su empresa le bastaba con un informático, un preparador y tres chicos de F.P. para sacar el doble de producción que con 20 operarios. Y muchísimo más barato, porque a los chavales poca cosa les pagaban.
Mi amigo se tuvo que buscar la vida y encontró trabajo en una planchistería industrial. Al tener conocimientos de maquinaria de CNN, le enviaron a San Sebastián a hacer el cursillo de programación de la Punzonadora. Y aunque esto ya era más complicado, lo superó y enseñó al personal a llevar este tipo de maquinaria.
Posteriormente entraron en el mercado las máquinas láser y vueltas con lo mismo: se tuvo que poner de nuevo al día y aprender a programar. Sin embargo, cuando ya lo tenía superado y había preparado a gente, el jefe lo llamó un buen día al despacho y la única explicación que le dio es que le daban la jubilación anticipada, pues había que abaratar costes. Dado que su sueldo era muy alto, había que dar paso a la juventud y con su sueldo tenían para contratar a tres o cuatro personas de F.P.
Estoy de acuerdo en que hay que dar paso a la juventud, pero no a costa de estos operarios tan preparados técnicamente. Algún día se darán cuenta de que estos operarios no son imprescindibles, por mucha maquinaria de Control Numérico que exista. Y también verán que los aprendices tienen que comenzar en el taller a los 14 años y llevar una experiencia añadida a la formación profesional.
¿Qué ocurre actualmente? Pues que a un joven que haya terminado la F.P. le ponen en un torno paralelo para hacer un eje con rosca cuadrada de tres hilos y no tiene ni noción de hacerlo manualmente. Y si tiene noción, no tiene la suficiente práctica, pues en eso precisamente hay que pelarse las uñas, ya que hay que hacer la herramienta correspondiente en una mola y dándole los grados correspondientes de corte y de inclinación sobre los hilos de entrada. Y todo manual. Y ya no digo de sacar adelante la pieza… Pero ahora, con un Control Numérico, problema solucionado.
Les faltan las clases prácticas de taller al lado de un buen operario. Y que conste que salen bien preparados de la F.P. Pero no se han pelado las uñas en el taller durante toda una jornada desde los 14 años. Naturalmente, ellos no tienen culpa de esta situación y se tienen que adaptar a lo que hay.
Todo esto lo comento con conocimiento de causa y tras una larga convivencia con estos jóvenes pues en mi vida laboral enseñé a muchos aprendices y puedo decir, con mucho orgullo, que salieron buenos operarios. Espero no molestar a nadie: es mi opinión y, además, deseo que a la juventud no le falte el trabajo y que esta situación tan desesperante llegue el día que se arregle de alguna manera por el bien de todos y, en especial, de estos operarios con 50 años que se ven en la calle sin más.
JUAN NAVARRO COMINO