Cuando hace 30 años España entró en la Comunidad Económica Europea (CEE), que era como entonces se llamaba lo de Europa, fue Grecia, que ya llevaba cinco años, uno de los países que mayores trabas e intentos de bloqueo –si no el que más– puso para impedir nuestro ingreso. La competencia por los fondos de cohesión y la pesca eran los motivos. La crónica de aquel día de Pepe Hervás para TVE no tiene desperdicio y es un recordatorio imprescindible.
España tenía ganas de Europa y supo aprovechar la puerta que se abría y las ayudas que nos ofrecían. Los gobiernos de Felipe González y de Aznar supieron que era una oportunidad que no podía dejarse pasar. España pasó a ser un país considerado y cada vez más importante. Durante el mandato de Aznar entramos en el euro y por la puerta grande, aprobando con nota todos los requistos. Grecia hizo trampas, no cumplía en realidad ninguno. Pero se hizo la vista gorda. Y ahí empezaron los muchos polvos a convertirse en lodazales.
De la presidencia de Zapatero y la UE mejor ni hablamos. Aquella foto de su soledad evanescente con todos alejándose de él lo dice todo. Cuando estalló la terrible crisis se movió entre la irresponsabilidad –Plan E de despilfarro absoluto– y el autismo –no pasaba nada, no existía– cuando se necesitaba.
La UE, Merkel y hasta Obama hubieron de bajarlo de su burro y de su nube a palos. Rajoy heredó un desastre y un país en siniestro casi total y para el desguace. Algo que ahora parece que hemos olvidado todo en apenas un suspiro. Pero que podemos empezar a recordar y lamentar mañana mismo.
El rescate parecía inevitable. Pero se empecinó en evitarlo y lo logró. Con el fleco de las cajas –la banca política– que reventó y no hubo otro remedio para salvar los ahorros de millones de ahorradores y depositantes. Aquí ya se encontró con un mantra y un eslogan tan falso como efectivo. “Se ha rescatado a los bancos y a los plutócratas banqueros”. Mentira. Se ha rescatado a las cajas, manipuladas y arruinadas por políticos de todo signo, para que la gente no perdiera sus ahorros. Pero tiene más fuerza la consigna.
Al rescate sí hubieron de acogerse Grecia, Portugal e Irlanda. Los dos últimos, Irlanda –de manera destacada y rápida– y Portugal –más renqueantes y con enormes sacrificios sociales– están logrando salir para adelante. Y, esto se olvida, también empezaba a crecer Grecia y a generar riqueza y hasta algo de empleo. Hace seis meses, así era.
España , sin rescate, hubo de hacer también duros deberes y reformas. Aplicar austeridad, recortes y control del gasto. Hubo cosas en las que se pasaron y otras en las que se quedaron cortos, pero en general se consiguió el objetivo. De la recesión a un crecimiento cada vez más acelerado, ya se habla de un 3 o hasta de un 4 por ciento y de destruir empleo a paladas a crearlo a velocidad creciente.
La recuperación ya solo la niegan los mismos que negaban empecinadamente que no había crisis. O sea, esa izquierda nuestra que tiene una habilidad inaudita para lograr que los españoles se olviden de su responsabilidad en los desastres y crean de nuevo en sus cánticos de sirena. De sirena griega además, en cierta y supuestamente novedosa ultraizquierda.
Habilidad suprema también en las consignas como la de destruir un concepto valioso como el de la austeridad por el palabro “austericido”, como si las en muchos casos obligadas medidas para salir de la sima fueran debidas a un comportamiento sádico, porque el sadismo social, viene a decirse, se encuentra en los genes mismos de la malvada derecha.
A Grecia, mientras, la Unión Europea le inyectaba dinero en cantidades astronómicas. En total, 145.000 millones en fondos de rescate y otros 52.000 millones en prestamos directos. De ellos, 27.000 son de España y, de estos, 10.000 que, de manera optimista, desembolosó sin más ZP asegurando que España hacía con ello un negocio redondo. Ahí estan las hemerotecas.
El FMI, por su lado, ha prestado 27.000 millones al Estado y otros 100.000 a la banca. Sumen y verán lo que se lleva entregado a Grecia. Que aún en esa situación se resistía a recorte, a rebajar su edad de jubilación –en ocasiones a los 52 años–, a reformar su sistema de pensiones –que llegaron a ser más altas que las alemanas–, a poner coto a sus millones de funcionarios con cargo y sin trabajo y a un no pagar impuestos como si ello fuera un delito de lesa patria.
Cuando se aplicaron dolorosas recetas pero se estaba comenzando a salir del hoyo, los griegos votaron contra los gobernantes que habían consentido y propiciado todo y se entregaron al populismo de extrema izquierda, Syriza, los hermanos de Podemos. Que en seis meses han llevado a Grecia al abismo. Ellos solitos y a pesar de que se hizo todo lo posible porque no se despeñaran por el daño que nos originaban a todos. Pero ahí está.
Sin embargo, ya tenemos la consigna circulando: 18 países de la UE, todos menos ellos, o sea Tsipras y el motero Varoufakis, están equivocados, son malignidad pura, “terrorismo financiero internacional”. Iglesias ha acusado a todos –y a Rajoy el primero– de ello. Y la razón, pues que no solo hay que tragarse, por lo visto, que Grecia no vaya a pagar –la deuda, por cierto, tienen que comenzar a pagarla a ¡30 años!– sino que hay que darles más dinero, el que quieran y con garantía ninguna.
Pues no. ¿Grecia? ¡No, gracias! Y si ese es el camino, el sueño de futuro con el que nos embauca Podemos y con quien está dispuesto a pactar, como ha pactado ZPedro Sánchez, pues aviados vamos. Puede que Iglesias pretenda que seamos Grecia y que por sus pasos vayamos, como clamaba jubiloso con la victoria de Tsypras, pero me da que muchos españoles no estamos por la labor de convertirnos en griegos. 30 años después de aquel día en que entramos en la CEE me gusta más ser español, estar donde estamos, con todos nuestros problemas, en la UE, que encontrarme donde ahora están los griegos.
España tenía ganas de Europa y supo aprovechar la puerta que se abría y las ayudas que nos ofrecían. Los gobiernos de Felipe González y de Aznar supieron que era una oportunidad que no podía dejarse pasar. España pasó a ser un país considerado y cada vez más importante. Durante el mandato de Aznar entramos en el euro y por la puerta grande, aprobando con nota todos los requistos. Grecia hizo trampas, no cumplía en realidad ninguno. Pero se hizo la vista gorda. Y ahí empezaron los muchos polvos a convertirse en lodazales.
De la presidencia de Zapatero y la UE mejor ni hablamos. Aquella foto de su soledad evanescente con todos alejándose de él lo dice todo. Cuando estalló la terrible crisis se movió entre la irresponsabilidad –Plan E de despilfarro absoluto– y el autismo –no pasaba nada, no existía– cuando se necesitaba.
La UE, Merkel y hasta Obama hubieron de bajarlo de su burro y de su nube a palos. Rajoy heredó un desastre y un país en siniestro casi total y para el desguace. Algo que ahora parece que hemos olvidado todo en apenas un suspiro. Pero que podemos empezar a recordar y lamentar mañana mismo.
El rescate parecía inevitable. Pero se empecinó en evitarlo y lo logró. Con el fleco de las cajas –la banca política– que reventó y no hubo otro remedio para salvar los ahorros de millones de ahorradores y depositantes. Aquí ya se encontró con un mantra y un eslogan tan falso como efectivo. “Se ha rescatado a los bancos y a los plutócratas banqueros”. Mentira. Se ha rescatado a las cajas, manipuladas y arruinadas por políticos de todo signo, para que la gente no perdiera sus ahorros. Pero tiene más fuerza la consigna.
Al rescate sí hubieron de acogerse Grecia, Portugal e Irlanda. Los dos últimos, Irlanda –de manera destacada y rápida– y Portugal –más renqueantes y con enormes sacrificios sociales– están logrando salir para adelante. Y, esto se olvida, también empezaba a crecer Grecia y a generar riqueza y hasta algo de empleo. Hace seis meses, así era.
España , sin rescate, hubo de hacer también duros deberes y reformas. Aplicar austeridad, recortes y control del gasto. Hubo cosas en las que se pasaron y otras en las que se quedaron cortos, pero en general se consiguió el objetivo. De la recesión a un crecimiento cada vez más acelerado, ya se habla de un 3 o hasta de un 4 por ciento y de destruir empleo a paladas a crearlo a velocidad creciente.
La recuperación ya solo la niegan los mismos que negaban empecinadamente que no había crisis. O sea, esa izquierda nuestra que tiene una habilidad inaudita para lograr que los españoles se olviden de su responsabilidad en los desastres y crean de nuevo en sus cánticos de sirena. De sirena griega además, en cierta y supuestamente novedosa ultraizquierda.
Habilidad suprema también en las consignas como la de destruir un concepto valioso como el de la austeridad por el palabro “austericido”, como si las en muchos casos obligadas medidas para salir de la sima fueran debidas a un comportamiento sádico, porque el sadismo social, viene a decirse, se encuentra en los genes mismos de la malvada derecha.
A Grecia, mientras, la Unión Europea le inyectaba dinero en cantidades astronómicas. En total, 145.000 millones en fondos de rescate y otros 52.000 millones en prestamos directos. De ellos, 27.000 son de España y, de estos, 10.000 que, de manera optimista, desembolosó sin más ZP asegurando que España hacía con ello un negocio redondo. Ahí estan las hemerotecas.
El FMI, por su lado, ha prestado 27.000 millones al Estado y otros 100.000 a la banca. Sumen y verán lo que se lleva entregado a Grecia. Que aún en esa situación se resistía a recorte, a rebajar su edad de jubilación –en ocasiones a los 52 años–, a reformar su sistema de pensiones –que llegaron a ser más altas que las alemanas–, a poner coto a sus millones de funcionarios con cargo y sin trabajo y a un no pagar impuestos como si ello fuera un delito de lesa patria.
Cuando se aplicaron dolorosas recetas pero se estaba comenzando a salir del hoyo, los griegos votaron contra los gobernantes que habían consentido y propiciado todo y se entregaron al populismo de extrema izquierda, Syriza, los hermanos de Podemos. Que en seis meses han llevado a Grecia al abismo. Ellos solitos y a pesar de que se hizo todo lo posible porque no se despeñaran por el daño que nos originaban a todos. Pero ahí está.
Sin embargo, ya tenemos la consigna circulando: 18 países de la UE, todos menos ellos, o sea Tsipras y el motero Varoufakis, están equivocados, son malignidad pura, “terrorismo financiero internacional”. Iglesias ha acusado a todos –y a Rajoy el primero– de ello. Y la razón, pues que no solo hay que tragarse, por lo visto, que Grecia no vaya a pagar –la deuda, por cierto, tienen que comenzar a pagarla a ¡30 años!– sino que hay que darles más dinero, el que quieran y con garantía ninguna.
Pues no. ¿Grecia? ¡No, gracias! Y si ese es el camino, el sueño de futuro con el que nos embauca Podemos y con quien está dispuesto a pactar, como ha pactado ZPedro Sánchez, pues aviados vamos. Puede que Iglesias pretenda que seamos Grecia y que por sus pasos vayamos, como clamaba jubiloso con la victoria de Tsypras, pero me da que muchos españoles no estamos por la labor de convertirnos en griegos. 30 años después de aquel día en que entramos en la CEE me gusta más ser español, estar donde estamos, con todos nuestros problemas, en la UE, que encontrarme donde ahora están los griegos.
ANTONIO PÉREZ HENARES