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Numerobis

Los cómics formaron parte indisoluble de nuestra infancia hasta que la era digital trajo consigo de la mano a los videojuegos, que en pocos años consiguieron cambiar el hábito de la lectura ilustrada por el de la estrategia de supervivencia zombie, el manejo de futbolistas virtuales o la ordenación de figuras por tipos, tamaños y colores, por poner sólo algunos ejemplos más asequibles para los menos duchos en el tema virtual.



La capacidad empática que desarrollábamos los lectores de cómics con los héroes y personajes, defensores del bien, de una moralidad concreta y un sistema de valores determinado que poblaban las páginas que leíamos en la cama (debajo de las sábanas, incluso, cuando habíamos sobrepasado esa hora límite que marcaba cuándo un niño bueno debía estar acostado), en los recreos, en la piscina o en el trono (no me digan que se sorprendían al entrar en algún baño y ver cómics sobre la tapa del cesto de la ropa sucia) poco tiene que ver con los títeres virtuales que uno maneja a su antojo y cuya muerte, lejos de producir un trauma en el jugador, se sustituye por una nueva vida en función del número de ellas que hayas acumulado durante la partida.

Únicamente me queda la duda de si el cambio de valores de la sociedad fue el que enterró a los héroes de los cómics y los sustituyó por matones pistoleros de aliens y zombies o se produjo todo en orden inverso.

El caso es que desde que me enteré, el sábado por la tarde, de que íbamos a ser rescatados (por razones de espacio omito circunloquios que tanta mofa provocan en los periódicos internacionales) no he podido parar de pensar en Numerobis. Si tuviera que quedarme con uno sólo entre toda la nómina de personajes esporádicos que desfilan por las páginas de los geniales cómics de Astérix y Obélix, elegiría, sin dudarlo, a Numerobis.

Este simpático arquitecto sin talento, bonachón, de baja estatura y nariz generosa fue, para lo que al arte de la construcción en el bajo Nilo se refiere, el precursor de la arquitectura cubista; aunque sus obras adolecían de un defecto principal: se derrumbaban.

No eran construcciones válidas las de Numerobis con aquellos escalones asimétricos, tabiques torcidos y puertas atrancadas. No fallaban los materiales, fallaba el sistema de construcción. Y tanto era así que para lograr edificar el Templo de Cleopatra y librarse de ser servido como plato único a los cocodrilos sagrados, necesitó de ayuda extranjera, porque como ya les digo, por muchos ladrillos que le proporcionase la reina del Nilo, lo que fallaba era su método constructivo.

Los Numerobis del siglo XXI se llaman "banqueros" y no visten de egipcios del siglo I a. C., sino con traje y corbata. Han construido un sistema financiero que se ha derrumbado y, en vez de cambiar el sistema, les estamos dando más materiales para que sigan construyendo más chiringuitos económicos cubistas, asimétricos, torcidos y desproporcionados. ¡Por Osiris! No falta dinero (rebusquen si no en las cuentas corrientes de directivos de bancos y cajas de ahorro), ha fallado, estrepitosamente, el sistema.

PABLO POÓ
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