Urge Susana Díaz a que los partidos de la oposición se sumen al proceso de investidura de ella misma como presidenta de la Junta. Y lo reclama desde la "responsabilidad", desde el aparcamiento de "estrategias", a fin de que Andalucía cuente con un nuevo Gobierno. Ahora le entran las prisas a la lideresa del PSOE, una vez que errara en sus cálculos y la cómoda situación de la que gozaba, con una Izquierda Unida sometida a sus deseos, se haya convertido en un auténtico jeroglífico, complejo de descifrar.
Llama la atención tanto aldabonazo a la cordura cuando su partido no quiso respetar, en 2012, la victoria electoral del PP, impidiendo que gobernase la lista más votada. Y resulta ciertamente hilarante que pida que se dejen al margen las estrategias de partido cuando ella misma las ha practicado y las sigue practicando con el resto de fuerzas a la hora de negociar algún tipo de acuerdo.
Claro que hay estrategias. Es más, es necesario y obligado que las haya. Lo que no puede suceder es que por elevar a la señora Díaz a su cargo de presidenta, el resto de partidos rompan sus compromisos electorales y pierdan la credibilidad de sus bases.
Y en esta estrategia hay tres elementos fundamentales. Por una parte, alcanzar un pacto contra la corrupción que además de eliminar de la esfera institucional a quienes ahora están imputados, establezca nítidamente las bases legales para perseguir a los corruptos. No aquella anunciada y electoralista Oficina contra la Corrupción, sino una serie de medidas que garanticen la transparencia de la gestión pública y penalicen con dureza las conductas que se aparten de ella.
Por otra, llegar al acuerdo de respetar que en las próximas municipales y futuras autonómicas gobierne la lista más votada. Por último, una reforma de la Administración pública que elimine de una vez por todas la Administración paralela, hoy existente en casi todos los sectores, a través de empresas públicas, fundaciones, consorcios, etc. En base a ello podría llegarse al acuerdo de permitir la investidura de la candidata socialista y, según mi opinión, solo en base a ello.
A partir de ahí, le queda a Susana Díaz el largo calvario de una Legislatura en la que habrá de consensuar todo tipo de leyes y medidas parlamentarias, entre ellas la Ley de Presupuestos, y que demostrará su capacidad o falta de valores para dirigir una Comunidad Autónoma que se ha mostrado en su más amplia diversidad y que, por tanto, necesitará no de capotazos con la mano izquierda para torear los problemas, sino de una muy seria faena de muleta que contente a la mayoría.
¿Quién dará el primer paso para el acuerdo? Está claro que el primer paso lo deberá dar la candidata a presidir la Junta. No sólo citándose con los máximos dirigentes del resto de partidos, sino haciéndoles llegar propuestas concretas que cubran sus expectativas y permitan justificar un cierto nivel de apoyo.
Partido Popular, Podemos y Ciudadanos, que son quienes pueden garantizar la investidura, se van a mantener sumamente cautos a la hora de hacer su primer movimiento, lo que resulta del todo lógico. Máxime teniendo en cuenta que en mayo se enfrentan a unas trascendentales elecciones municipales y otras muy importantes autonómicas, en las que el elector fijará sus puntos de referencia en los posibles pactos andaluces a la hora de confiar su voto a unos y a otros.
Con ello debía haber contado Díaz también. En cualquier caso, esto es política y dado que no gozamos de una nómina demasiado amplia de buenos políticos, habrá que confiar en que los existentes sepan superar con dignidad este trámite.
Mientras, en el Partido Popular se recrudecen las disensiones internas que no son sino la expresión de la falta de democracia orgánica que padece nuestro sistema de partidos. Se calla en la victoria y se disiente en la derrota cuando lo lógico sería hablar en ambos casos.
Se lucha por hacer valer protagonismos y posiciones personales cuando se debería trabajar por aunar esfuerzos colectivos en aras de conseguir objetivos comunes. La cuestión no debería ser la búsqueda de culpables por la derrota en Andalucía, sino el cambio de actitudes que nazca de los errores cometidos.
Mucho me temo que aunque de la última Junta Directiva nacional saliese un mensaje de unidad, este distará mucho de la realidad porque el ejercicio de autocrítica interna apenas ha tenido cabida. Duros momentos para la política, y mucho más duros lo serán para los ciudadanos si sus representantes mantienen la máxima de Paul Valéry: "La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que le atañe".
Llama la atención tanto aldabonazo a la cordura cuando su partido no quiso respetar, en 2012, la victoria electoral del PP, impidiendo que gobernase la lista más votada. Y resulta ciertamente hilarante que pida que se dejen al margen las estrategias de partido cuando ella misma las ha practicado y las sigue practicando con el resto de fuerzas a la hora de negociar algún tipo de acuerdo.
Claro que hay estrategias. Es más, es necesario y obligado que las haya. Lo que no puede suceder es que por elevar a la señora Díaz a su cargo de presidenta, el resto de partidos rompan sus compromisos electorales y pierdan la credibilidad de sus bases.
Y en esta estrategia hay tres elementos fundamentales. Por una parte, alcanzar un pacto contra la corrupción que además de eliminar de la esfera institucional a quienes ahora están imputados, establezca nítidamente las bases legales para perseguir a los corruptos. No aquella anunciada y electoralista Oficina contra la Corrupción, sino una serie de medidas que garanticen la transparencia de la gestión pública y penalicen con dureza las conductas que se aparten de ella.
Por otra, llegar al acuerdo de respetar que en las próximas municipales y futuras autonómicas gobierne la lista más votada. Por último, una reforma de la Administración pública que elimine de una vez por todas la Administración paralela, hoy existente en casi todos los sectores, a través de empresas públicas, fundaciones, consorcios, etc. En base a ello podría llegarse al acuerdo de permitir la investidura de la candidata socialista y, según mi opinión, solo en base a ello.
A partir de ahí, le queda a Susana Díaz el largo calvario de una Legislatura en la que habrá de consensuar todo tipo de leyes y medidas parlamentarias, entre ellas la Ley de Presupuestos, y que demostrará su capacidad o falta de valores para dirigir una Comunidad Autónoma que se ha mostrado en su más amplia diversidad y que, por tanto, necesitará no de capotazos con la mano izquierda para torear los problemas, sino de una muy seria faena de muleta que contente a la mayoría.
¿Quién dará el primer paso para el acuerdo? Está claro que el primer paso lo deberá dar la candidata a presidir la Junta. No sólo citándose con los máximos dirigentes del resto de partidos, sino haciéndoles llegar propuestas concretas que cubran sus expectativas y permitan justificar un cierto nivel de apoyo.
Partido Popular, Podemos y Ciudadanos, que son quienes pueden garantizar la investidura, se van a mantener sumamente cautos a la hora de hacer su primer movimiento, lo que resulta del todo lógico. Máxime teniendo en cuenta que en mayo se enfrentan a unas trascendentales elecciones municipales y otras muy importantes autonómicas, en las que el elector fijará sus puntos de referencia en los posibles pactos andaluces a la hora de confiar su voto a unos y a otros.
Con ello debía haber contado Díaz también. En cualquier caso, esto es política y dado que no gozamos de una nómina demasiado amplia de buenos políticos, habrá que confiar en que los existentes sepan superar con dignidad este trámite.
Mientras, en el Partido Popular se recrudecen las disensiones internas que no son sino la expresión de la falta de democracia orgánica que padece nuestro sistema de partidos. Se calla en la victoria y se disiente en la derrota cuando lo lógico sería hablar en ambos casos.
Se lucha por hacer valer protagonismos y posiciones personales cuando se debería trabajar por aunar esfuerzos colectivos en aras de conseguir objetivos comunes. La cuestión no debería ser la búsqueda de culpables por la derrota en Andalucía, sino el cambio de actitudes que nazca de los errores cometidos.
Mucho me temo que aunque de la última Junta Directiva nacional saliese un mensaje de unidad, este distará mucho de la realidad porque el ejercicio de autocrítica interna apenas ha tenido cabida. Duros momentos para la política, y mucho más duros lo serán para los ciudadanos si sus representantes mantienen la máxima de Paul Valéry: "La política es el arte de impedir que la gente se entrometa en lo que le atañe".
ENRIQUE BELLIDO