Querido lector, querida lectora, estoy complemente seguro de que a estas alturas de la campaña electoral andaluza has visto más veces la cara a Susana Díaz o Juanma Moreno que la de tu propio padre. Abres el buzón para recoger las facturas del mes y allí están los sobres a todo color; sales a la calle y te topas con un mitin improvisado; enciendes la televisión y no hay más que debates sin argumentos; esperas al autobús con la compañía, a tamaño real, de los candidatos rodeados de gente que no parece real; te despiertas el sábado por la mañana con el altavoz de una furgoneta que, ¡oh sorpresa!, no es ni del tapicero ni del vendedor de naranjas, sino de un maldito militante que cree que, por algún tipo de resorte subliminal de tu cerebro, vas a votar al partido del que va pregonando sus bondades.
La política está en el ambiente. Afortunadamente, son apenas unas semanas; el resto del año los políticos hibernan, al igual que sus promesas, que no vuelven a salir a la luz hasta la próxima cita electoral. Es el precio de la democracia: no sólo te tienes que dejar engañar por discursos manidos toda tu vida, sino que además tienes que elegir el que te guste más, por muy inverosímil que este sea, y hacerlo hasta con convencimiento.
Pero ya que hablamos del precio de la democracia, hagámoslo con datos. Puesto que la papeleta que has recibido en tu buzón y que ya debería estar en el cubo de la basura (pero en el azul), no es gratis. Y no es que no sea gratis para el partido político que te la envía para su propio beneficio, sino que te cuesta dinero a ti, querido contribuyente.
La Junta de Andalucía subvencionará estas elecciones a los tres partidos con representación en el parlamento con unos diez millones de euros de dinero púbico, repartidos según el número de votos (82 centímos por cada uno) y diputados (22.300 euros por escaño).
Así, el PSOE se gastará aproximadamente 4,5 millones de euros; el PP, 4 millones e Izquierda Unida, en torno al millón de euros. El mecanismo es sencillo: la Junta adelanta un 30 por ciento de la cuantía total antes de las elecciones (sin retrasos, para esto siempre hay fondos) e ingresa el resto una vez celebradas.
Mientras tanto, los partidos acuden a los bancos para financiarse a interés cero y sin plazos. Si se portan bien, igual hasta no hay deudas y tan contentos. De hecho, en la nueva Ley de Financiación de Partidos que se está redactando actualmente se prohíbe la condonación de deudas por parte de los bancos, lo que da una idea de lo extendida que está la práctica.
En el caso de que no tengas representación parlamentaria, al partido que se presenta le toca rascarse el bolsillo. Ciudadanos y UPyD se gastarán unos 200.000 euros cada uno para sufragar su campaña, dinero proveniente en su mayor parte de préstamos y donaciones. Podemos, por su parte, le ha rascado el bolsillo a sus simpatizantes para recaudar unos 600.000 euros de microdonaciones que podrán ser devueltas si consiguen los escaños que preveen.
Una vez que tenemos las cifras, es el momento de caer en la demagogia. Andalucía sigue siendo una de las regiones de Europa con mayor índice de desempleo; miles de personas viven en pobreza extrema; los servicios sanitarios están colapsados por falta de personal y de recursos; la construcción de infraestructuras básicas como escuelas o centros de día están paralizadas por falta de liquidez; las facturas impagadas se acumulan en los cajones de la Junta...
Pero el dinero sigue aflorando en las elecciones para que aquellos que no han hecho nada para solucionar los problemas de la ciudadanía se gasten el dinero público en sobres, carteles y banderitas con los que convencernos de que harán algo diferente en los próximos cuatro años.
La política está en el ambiente. Afortunadamente, son apenas unas semanas; el resto del año los políticos hibernan, al igual que sus promesas, que no vuelven a salir a la luz hasta la próxima cita electoral. Es el precio de la democracia: no sólo te tienes que dejar engañar por discursos manidos toda tu vida, sino que además tienes que elegir el que te guste más, por muy inverosímil que este sea, y hacerlo hasta con convencimiento.
Pero ya que hablamos del precio de la democracia, hagámoslo con datos. Puesto que la papeleta que has recibido en tu buzón y que ya debería estar en el cubo de la basura (pero en el azul), no es gratis. Y no es que no sea gratis para el partido político que te la envía para su propio beneficio, sino que te cuesta dinero a ti, querido contribuyente.
La Junta de Andalucía subvencionará estas elecciones a los tres partidos con representación en el parlamento con unos diez millones de euros de dinero púbico, repartidos según el número de votos (82 centímos por cada uno) y diputados (22.300 euros por escaño).
Así, el PSOE se gastará aproximadamente 4,5 millones de euros; el PP, 4 millones e Izquierda Unida, en torno al millón de euros. El mecanismo es sencillo: la Junta adelanta un 30 por ciento de la cuantía total antes de las elecciones (sin retrasos, para esto siempre hay fondos) e ingresa el resto una vez celebradas.
Mientras tanto, los partidos acuden a los bancos para financiarse a interés cero y sin plazos. Si se portan bien, igual hasta no hay deudas y tan contentos. De hecho, en la nueva Ley de Financiación de Partidos que se está redactando actualmente se prohíbe la condonación de deudas por parte de los bancos, lo que da una idea de lo extendida que está la práctica.
En el caso de que no tengas representación parlamentaria, al partido que se presenta le toca rascarse el bolsillo. Ciudadanos y UPyD se gastarán unos 200.000 euros cada uno para sufragar su campaña, dinero proveniente en su mayor parte de préstamos y donaciones. Podemos, por su parte, le ha rascado el bolsillo a sus simpatizantes para recaudar unos 600.000 euros de microdonaciones que podrán ser devueltas si consiguen los escaños que preveen.
Una vez que tenemos las cifras, es el momento de caer en la demagogia. Andalucía sigue siendo una de las regiones de Europa con mayor índice de desempleo; miles de personas viven en pobreza extrema; los servicios sanitarios están colapsados por falta de personal y de recursos; la construcción de infraestructuras básicas como escuelas o centros de día están paralizadas por falta de liquidez; las facturas impagadas se acumulan en los cajones de la Junta...
Pero el dinero sigue aflorando en las elecciones para que aquellos que no han hecho nada para solucionar los problemas de la ciudadanía se gasten el dinero público en sobres, carteles y banderitas con los que convencernos de que harán algo diferente en los próximos cuatro años.
JESÚS C. ÁLVAREZ