Para que no haya de entrada malentendidos, quisiera manifestar que llevo cerca de cuarenta años trabajando en la Universidad y que permaneceré hasta que me toque el momento de la jubilación obligatoria, que para el profesorado universitario es a los 70 años; aunque, bien es cierto, que uno puede jubilarse con menos edad y recibiendo la misma cantidad que si se alcanza esa cifra tan redonda de siete décadas.
Algunos pueden pensar que lo lógico sería que lo hiciera ahora y diera paso a gente joven que no tiene trabajo. Eso podría ser tiempo atrás, puesto que entonces cada profesor o profesora que se jubilaba daba lugar a que se sacara una plaza, habitualmente como contratado. Hoy no sucede así, ya que se busca la forma de que el profesorado del departamento asuma lo que llamamos la carga docente para no tener que realizar ningún contrato nuevo, y, en caso de que fuera necesario, hacerlo con la figura que genere el mínimo coste.
Por otro lado, conviene aclarar que en la Universidad no solo tenemos responsabilidades en la función docente, que traducido al lenguaje normal sería “dar clases”, sino que también existe la obligación de investigar. La mayoría de la gente, entre la que se encuentra el propio estudiantado, solo conoce la primera, ya que es la que le afecta directamente. Se desconoce que una parte significativa del trabajo que se lleva a cabo en los ámbitos universitarios está relacionada con distintas formas de investigación.
Y si hablamos de investigar, se puede entender fácilmente que cuanto mayor edad se tenga mejor se está preparado para dirigir proyectos de producción científica, sea en el campo de las ciencias naturales, de las tecnologías o de humanidades.
Cuando comento la edad obligatoria de jubilación en la universidad española algunos se sorprenden. Sin embargo, resulta que las grandes universidades internacionales no tienen puesto un límite para ello, siempre que el profesor justifique sus avances en el campo de las publicaciones, direcciones de investigación, de tesis doctorales, etc., pues es bien sabido, si uno se encuentra en buenas condiciones físicas, que a medida que se avanza en edad los conocimientos son más sólidos.
Tal como he manifestado, son muchos años que llevo en esta tarea, los primeros compatibilizándolos con el trabajo de arquitecto, puesto que inicialmente tenía un contrato a tiempo parcial, lo que daba lugar a que no hubiera incompatibilidad.
Tantos años en la universidad española me han dado una visión de los aspectos favorables y desfavorables que existen en la misma. Sería, por tanto, muy complejo remitirme a ellos en este breve espacio. Entre los más favorables, considero el hecho de que se abrieran las puertas de los campus de las universidades públicas a los hijos e hijas de las familias trabajadoras a partir de becas que les posibilitaban acceder a unos estudios que sin ellas sería verdaderamente difícil.
De igual modo, se avanzó bastante en el ámbito de la investigación y en temas tan significativos como las becas Erasmus que dan posibilidades a los estudiantes de salir al extranjero y formarse en otras universidades, teniendo en cuenta que en su mayoría deben desenvolverse en inglés o en otro idioma distinto al español, lo que implica un significativo progreso en el conocimiento de lenguas extranjeras.
Sin embargo, lamento decir que apenas se ha avanzado en la función docente. Me duele escuchar en ocasiones a alumnos o alumnas a los que dirijo sus trabajos fin de grado o sus tesis doctorales que son pocos los profesores que hayan merecido la pena, que la mayoría de las clases fueron memorísticas, poco motivadoras, en ocasiones aburridas, y con escasos aprendizajes conectados con el trabajo que van a ejercer.
Pues bien, si a los muchos problemas ya existentes añadimos los duros recortes que se han producido en los últimos años, me temo que, como mucho, estemos jugando a nivel internacional en Tercera División.
Esto lo digo porque resulta que actualmente el profesorado joven que accede, aparte de tener contratos precarios y mal pagados, está sobrecargado de docencia, dado que se ha subido en un 25% en los últimos años, por lo que apenas tiene tiempo para la investigación, tan importante para dar una cierta estabilidad laboral a su trabajo, ya que es lo que verdaderamente se le reconoce para promocionar.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la investigación es totalmente necesaria en un país si quiere alcanzar un cierto desarrollo y no vivir a partir del turismo y la construcción, como sucedía años atrás en España; más aun sabiendo que la construcción ha caído desplomada. Resulta, entonces, sorprendente cuando se escucha a portavoces del Gobierno decir que crecemos porque haya bajado un poco el índice de paro o disminuido la prima de riesgo, cuando se reducen drásticamente los presupuestos para las universidades.
No hay que ser muy avispado para saber cuáles son los países más potentes económicamente: ahí están Estados Unidos, China, Alemania, Reino Unido, Japón, Francia… Pues bien, estos son los países que dominan en las distintas escalas que se establecen para conocer cuáles son las mejores universidades del planeta. Y dentro de esas escalas, el ranking de Shangai, que anualmente publica la Universidad Jiao Tong de esa ciudad china, es la más famosa de todas ellas.
Consultando los resultados del año 2014, comprobamos que en los diez primeros puestos se encuentran ocho universidades estadounidenses: Harvard, Stanford, Instituto de Tecnología de Massachusetts, Berkeley…, centros que cuentan entre sus filas a destacados premios Nobel.
Pues bien, si miramos hacia acá, resulta que la universidad española perdió el 16% de su presupuesto entre 2010 y 2014, mientras que, por ejemplo, la de Harvard lo aumentó en un 18%. Otro dato: en el periodo indicado, solo entre la de Harvard (privada) y la Berkeley (pública) contabilizan el 75% del presupuesto de todas las universidades públicas españolas.
¿Y cuántas y en qué lugares se encuentran las universidades españolas dentro del ranking de Shangai? Pues, entre las 500 evaluadas internacionalmente solo se encuentran nueve españolas, por lo que se descolgado una de ellas, ya que en el 2013 había diez.
La primera que aparece es la Universidad de Barcelona, en el puesto 169. Hay que dar un salto grande hasta el 200 para encontrar a la Autónoma también de Barcelona y al 201 para la Complutense de Madrid.
Como vemos, jugamos en la Tercera División universitaria a nivel internacional. Nada que ver con la Liga Profesional de Fútbol, que ahí sí que se gastan cantidades ingentes de dinero, aunque sean de clubes privados. Y si no, que se lo pregunten a Cristiano Ronaldo, Bale, Messi, Neymar… y un largo etcétera.
Y para rematar la faena, al ministro Wert y al partido del Gobierno se les ha ocurrido que ahora pasen los títulos de Grado de 4 a 3 años, al tiempo que los másteres suban de 1 a 2 años. De este modo, y puesto que las matrículas de los másteres son muy elevadas, quedarán fuera los estudiantes cuyas familias no pueden costearles esas tasas.
En fin, no me cabe la menor duda que Wert se despedirá como el ministro peor valorado de la democracia de este país. Cuando se marche, los universitarios (y los no universitarios) viviremos su despedida como un verdadero alivio y con la esperanza de que seamos capaces de cambiar el rumbo del triste panorama que nos deja.
Algunos pueden pensar que lo lógico sería que lo hiciera ahora y diera paso a gente joven que no tiene trabajo. Eso podría ser tiempo atrás, puesto que entonces cada profesor o profesora que se jubilaba daba lugar a que se sacara una plaza, habitualmente como contratado. Hoy no sucede así, ya que se busca la forma de que el profesorado del departamento asuma lo que llamamos la carga docente para no tener que realizar ningún contrato nuevo, y, en caso de que fuera necesario, hacerlo con la figura que genere el mínimo coste.
Por otro lado, conviene aclarar que en la Universidad no solo tenemos responsabilidades en la función docente, que traducido al lenguaje normal sería “dar clases”, sino que también existe la obligación de investigar. La mayoría de la gente, entre la que se encuentra el propio estudiantado, solo conoce la primera, ya que es la que le afecta directamente. Se desconoce que una parte significativa del trabajo que se lleva a cabo en los ámbitos universitarios está relacionada con distintas formas de investigación.
Y si hablamos de investigar, se puede entender fácilmente que cuanto mayor edad se tenga mejor se está preparado para dirigir proyectos de producción científica, sea en el campo de las ciencias naturales, de las tecnologías o de humanidades.
Cuando comento la edad obligatoria de jubilación en la universidad española algunos se sorprenden. Sin embargo, resulta que las grandes universidades internacionales no tienen puesto un límite para ello, siempre que el profesor justifique sus avances en el campo de las publicaciones, direcciones de investigación, de tesis doctorales, etc., pues es bien sabido, si uno se encuentra en buenas condiciones físicas, que a medida que se avanza en edad los conocimientos son más sólidos.
Tal como he manifestado, son muchos años que llevo en esta tarea, los primeros compatibilizándolos con el trabajo de arquitecto, puesto que inicialmente tenía un contrato a tiempo parcial, lo que daba lugar a que no hubiera incompatibilidad.
Tantos años en la universidad española me han dado una visión de los aspectos favorables y desfavorables que existen en la misma. Sería, por tanto, muy complejo remitirme a ellos en este breve espacio. Entre los más favorables, considero el hecho de que se abrieran las puertas de los campus de las universidades públicas a los hijos e hijas de las familias trabajadoras a partir de becas que les posibilitaban acceder a unos estudios que sin ellas sería verdaderamente difícil.
De igual modo, se avanzó bastante en el ámbito de la investigación y en temas tan significativos como las becas Erasmus que dan posibilidades a los estudiantes de salir al extranjero y formarse en otras universidades, teniendo en cuenta que en su mayoría deben desenvolverse en inglés o en otro idioma distinto al español, lo que implica un significativo progreso en el conocimiento de lenguas extranjeras.
Sin embargo, lamento decir que apenas se ha avanzado en la función docente. Me duele escuchar en ocasiones a alumnos o alumnas a los que dirijo sus trabajos fin de grado o sus tesis doctorales que son pocos los profesores que hayan merecido la pena, que la mayoría de las clases fueron memorísticas, poco motivadoras, en ocasiones aburridas, y con escasos aprendizajes conectados con el trabajo que van a ejercer.
Pues bien, si a los muchos problemas ya existentes añadimos los duros recortes que se han producido en los últimos años, me temo que, como mucho, estemos jugando a nivel internacional en Tercera División.
Esto lo digo porque resulta que actualmente el profesorado joven que accede, aparte de tener contratos precarios y mal pagados, está sobrecargado de docencia, dado que se ha subido en un 25% en los últimos años, por lo que apenas tiene tiempo para la investigación, tan importante para dar una cierta estabilidad laboral a su trabajo, ya que es lo que verdaderamente se le reconoce para promocionar.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la investigación es totalmente necesaria en un país si quiere alcanzar un cierto desarrollo y no vivir a partir del turismo y la construcción, como sucedía años atrás en España; más aun sabiendo que la construcción ha caído desplomada. Resulta, entonces, sorprendente cuando se escucha a portavoces del Gobierno decir que crecemos porque haya bajado un poco el índice de paro o disminuido la prima de riesgo, cuando se reducen drásticamente los presupuestos para las universidades.
No hay que ser muy avispado para saber cuáles son los países más potentes económicamente: ahí están Estados Unidos, China, Alemania, Reino Unido, Japón, Francia… Pues bien, estos son los países que dominan en las distintas escalas que se establecen para conocer cuáles son las mejores universidades del planeta. Y dentro de esas escalas, el ranking de Shangai, que anualmente publica la Universidad Jiao Tong de esa ciudad china, es la más famosa de todas ellas.
Consultando los resultados del año 2014, comprobamos que en los diez primeros puestos se encuentran ocho universidades estadounidenses: Harvard, Stanford, Instituto de Tecnología de Massachusetts, Berkeley…, centros que cuentan entre sus filas a destacados premios Nobel.
Pues bien, si miramos hacia acá, resulta que la universidad española perdió el 16% de su presupuesto entre 2010 y 2014, mientras que, por ejemplo, la de Harvard lo aumentó en un 18%. Otro dato: en el periodo indicado, solo entre la de Harvard (privada) y la Berkeley (pública) contabilizan el 75% del presupuesto de todas las universidades públicas españolas.
¿Y cuántas y en qué lugares se encuentran las universidades españolas dentro del ranking de Shangai? Pues, entre las 500 evaluadas internacionalmente solo se encuentran nueve españolas, por lo que se descolgado una de ellas, ya que en el 2013 había diez.
La primera que aparece es la Universidad de Barcelona, en el puesto 169. Hay que dar un salto grande hasta el 200 para encontrar a la Autónoma también de Barcelona y al 201 para la Complutense de Madrid.
Como vemos, jugamos en la Tercera División universitaria a nivel internacional. Nada que ver con la Liga Profesional de Fútbol, que ahí sí que se gastan cantidades ingentes de dinero, aunque sean de clubes privados. Y si no, que se lo pregunten a Cristiano Ronaldo, Bale, Messi, Neymar… y un largo etcétera.
Y para rematar la faena, al ministro Wert y al partido del Gobierno se les ha ocurrido que ahora pasen los títulos de Grado de 4 a 3 años, al tiempo que los másteres suban de 1 a 2 años. De este modo, y puesto que las matrículas de los másteres son muy elevadas, quedarán fuera los estudiantes cuyas familias no pueden costearles esas tasas.
En fin, no me cabe la menor duda que Wert se despedirá como el ministro peor valorado de la democracia de este país. Cuando se marche, los universitarios (y los no universitarios) viviremos su despedida como un verdadero alivio y con la esperanza de que seamos capaces de cambiar el rumbo del triste panorama que nos deja.
AURELIANO SÁINZ