Quince son, nada más y nada menos, los años que han transcurrido desde que el siglo XXI saludara a la existencia humana. Desde que comenzó, se le ha llamado dentro del mundillo de los medios y los estudios sociológicos, la “Era de la comunicación”. No obstante, todo aquel que tenga la más mínima noción sobre el asunto, o tenga ojos en la cara, sabrá que, a su vez, estamos en la etapa de la incomunicación. Curiosa y preocupante paradoja que se repite en los videojuegos.
No hace tanto de aquella época en la que las partidas monojugador imperaban en el reino del pixel. No obstante, algunas casas desde sus inicios se aventuraron a ofrecer la experiencia multijugador, aquella en la que más de una persona puede jugar e interactuar a la vez.
Nintendo hacía sus primeros pinos con el primer Super Mario Bros., donde se podía jugar, por turnos, como Mario o Luigi. Aún con todo, hay que evolucionar o morir. De forma lógica, en los juegos se comenzaron a implementar opciones para que varios jugadores disfrutaran, esta vez sí, de la misma partida simultáneamente. Claro ejemplo el de aquel estupendo Street Fighter.
De este modo, tu hermano jugaba contigo, tú invitabas a aquel amigo molón de la clase, o podías callar a tu primo pequeño sin requerir de la fuerza bruta. Se podían disfrutar de largas tardes, o madrugadas, de la mejor de las compañías: tu consola, un cartucho, y tus amigos repletos de testosterona y muchas ansias de proclamarse vencedor del ranking personal del grupo. Pero como ya se vaticinaba anteriormente, la evolución es un proceso lógico, y a veces acaba con todo aquello que es puro y bueno.
Si ya la Playstation 2 hizo un intento bastante digno pero poco notable, en esta generación todas las consolas lo incluyen. Hablamos de la opción online. La sombra de la soledad iniciaba así su prolongación.
Con las actuales consolas (tanto portátiles como de sobremesa), en muchos casos se ha abandonado o descuidado la vivencia offline por la online. Se ha preferido abandonar la sensación de estar acompañado por la de estar conectado a Internet jugando contra un portugués, un coreano, o un hawaiiano. Dicen las malas lenguas, que se tratan de personas que juegan como los demás. Habría que ver cuán cierto es eso en el caso de los japoneses. Más bien parecen máquinas de matar.
Por desgracia, las compañías le dan al pueblo lo que quieren, y en cientos de foros especializados se observa el apoyo al online. Sí, es cierto que no siempre tienes a alguien cercano para invitarlo a merendar y a echarse una ronda de botones. También lo es que en Internet siempre hay gente y que además no te ensucian el salón. Pues también.
Se despiden pues los comentarios graciosos, las trampas al compañero de juegos, el ranking personal ahora es mundial. Y encima te muestra lo malo que eres ante la suma del globo terráqueo.
La sociedad en general parece estar empecinada en quitarse cuantas más personas de encima, mejor. Que los jugadores prefieran la soledad de la habitación y la compañía cibernética, frente al acompañamiento físico y la ausencia de Internet, no hace más que demostrar un declive de la calidad humana tremendo, nauseabundo… y, ante todo, preocupante.
Es igual, el momento de echarse unas risas será cuando los servidores de los juegos caigan. En Sonic & SEGA All-Stars Racing cuesta ya encontrar jugadores, y apenas tiene cinco años. Cuando no haya forma posible de jugar a determinados títulos con extranjeros, ¿se acudirá al hermano, al vecino, al por entonces crecidito primo?
No hace tanto de aquella época en la que las partidas monojugador imperaban en el reino del pixel. No obstante, algunas casas desde sus inicios se aventuraron a ofrecer la experiencia multijugador, aquella en la que más de una persona puede jugar e interactuar a la vez.
Nintendo hacía sus primeros pinos con el primer Super Mario Bros., donde se podía jugar, por turnos, como Mario o Luigi. Aún con todo, hay que evolucionar o morir. De forma lógica, en los juegos se comenzaron a implementar opciones para que varios jugadores disfrutaran, esta vez sí, de la misma partida simultáneamente. Claro ejemplo el de aquel estupendo Street Fighter.
De este modo, tu hermano jugaba contigo, tú invitabas a aquel amigo molón de la clase, o podías callar a tu primo pequeño sin requerir de la fuerza bruta. Se podían disfrutar de largas tardes, o madrugadas, de la mejor de las compañías: tu consola, un cartucho, y tus amigos repletos de testosterona y muchas ansias de proclamarse vencedor del ranking personal del grupo. Pero como ya se vaticinaba anteriormente, la evolución es un proceso lógico, y a veces acaba con todo aquello que es puro y bueno.
Si ya la Playstation 2 hizo un intento bastante digno pero poco notable, en esta generación todas las consolas lo incluyen. Hablamos de la opción online. La sombra de la soledad iniciaba así su prolongación.
Con las actuales consolas (tanto portátiles como de sobremesa), en muchos casos se ha abandonado o descuidado la vivencia offline por la online. Se ha preferido abandonar la sensación de estar acompañado por la de estar conectado a Internet jugando contra un portugués, un coreano, o un hawaiiano. Dicen las malas lenguas, que se tratan de personas que juegan como los demás. Habría que ver cuán cierto es eso en el caso de los japoneses. Más bien parecen máquinas de matar.
Por desgracia, las compañías le dan al pueblo lo que quieren, y en cientos de foros especializados se observa el apoyo al online. Sí, es cierto que no siempre tienes a alguien cercano para invitarlo a merendar y a echarse una ronda de botones. También lo es que en Internet siempre hay gente y que además no te ensucian el salón. Pues también.
Se despiden pues los comentarios graciosos, las trampas al compañero de juegos, el ranking personal ahora es mundial. Y encima te muestra lo malo que eres ante la suma del globo terráqueo.
La sociedad en general parece estar empecinada en quitarse cuantas más personas de encima, mejor. Que los jugadores prefieran la soledad de la habitación y la compañía cibernética, frente al acompañamiento físico y la ausencia de Internet, no hace más que demostrar un declive de la calidad humana tremendo, nauseabundo… y, ante todo, preocupante.
Es igual, el momento de echarse unas risas será cuando los servidores de los juegos caigan. En Sonic & SEGA All-Stars Racing cuesta ya encontrar jugadores, y apenas tiene cinco años. Cuando no haya forma posible de jugar a determinados títulos con extranjeros, ¿se acudirá al hermano, al vecino, al por entonces crecidito primo?
SALVADOR BELIZÓN / REDACCIÓN